Pedagogía Humanista, Laicismo
y Transversalidad Transdisciplinar
Marlene Arteaga Quintero
UPEL, Instituto Pedagógico de Miranda
José Manuel Siso Martínez
RESUMEN: En el presente trabajo, se hace una reflexión sobre los
significados de la Pedagogía Humanista y del Laicismo como
propuestas fundamentales para la educación venezolana. Se
describen el libre pensamiento, la no exclusión, el respeto a la
diversidad, la democracia, la solidaridad, entre otros, como
preceptos comunes de una y otra corriente. Además, se establecen
las diversas y necesarias relaciones entre dichos pensamientos y su
vinculación con la transdisciplinariedad y la transversalidad como
vías de aplicación de sus postulados. Uno de los principales
planteamientos es que siendo el ser humano el centro de la
Pedagogía Humanista y la escuela el ámbito para el desarrollo
integral, los cuatro aprendizajes propuestos por el Currículo Básico
Nacional (aprender a ser, aprender a conocer, aprender a hacer y
aprender a convivir) se desarrollan plenamente bajo el enfoque de
una Pedagogía Humanista, laica, transversal y transdisciplinar.
Finalmente, se ofrece una condensación de estas ideas de manera
gráfica.
Palabras Clave: PEDAGOGÍA HUMANISTA, LAICISMO, TRANSVERSALIDAD,
INTERDISCIPLINARIEDAD.
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Marlene Arteaga Quintero
HUMANIST PEDAGOGY, SECULARISM
AND TRANSDISCIPLINARY TRANSVERSALITY
ABSTRACT: In this paper, a reflection is made on the meanings of
Humanist Pedagogy and Secularism as fundamental proposals for
Venezuelan education. Free thinking, non-exclusion, respect for
diversity, democracy, solidarity, among others, are described as
common precepts of both currents. In addition, the diverse and
necessary relationships between these thoughts and their link with
transdisciplinarity and transversality are established as ways of
applying their postulates. One of the main approaches is that being
the human being the center of Humanist Pedagogy and the school
the field for integral development, the four learnings proposed by
the National Basic Curriculum (learn to be, learn to know, learn to
do and learn to live together) are fully developed under the approach
of a Humanist, secular, transversal and transdisciplinary Pedagogy.
Finally, a condensation of these ideas is offered graphically.
KEY WORDS: HUMANIST PEDAGOGY,
TRANSVERSALITY, INTERDISCIPLINARITY
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LAICISM,
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Pedagogía humanista, laicismo y transversalidad transdisciplinaria
Introducción
...la necesidad me volvió ingenioso...
Robinson Crusoe
Daniel Defoe
Reflexionar sobre cualquier tema relacionado con el
proceso de construcción social de los últimos años,
necesariamente, implica pensar en lo que significó para el
mundo entero las dos Guerras Mundiales, el fenómeno social
resultante de los años sesenta, la influencia de la informática en
todas las esferas del conocimiento y los vaivenes ideológicos
de los distintos grupos sociales en el mundo.
No es casual que La teoría de las corrientes educativas de
Roselló se publicara en 1960, pues en esta década realmente se
gestaron movimientos determinantes para la construcción de
la sociedad en la que vivimos hoy. Ciertamente, los
movimientos provenientes de las denominadas culturas de
postguerra (Nuttall, 1974) se centraban en el anhelo de romper
con las estructuras pasadas, la separación del Estado y la
Iglesia, el asentamiento de una sociedad laica y el ansia de crear
un nuevo modelo social.
Estas transformaciones estremecieron los cimientos
sociales y la educación no podía estar fuera de estos cambios,
pues, precisamente, es en el proceso educativo en donde se
afianzan las variaciones que ha logrado la cultura, ya que todos
los avances se fijan en la sociedad mediante la escuela.
Igualmente, sumada a los avances tecnológicos surge una
visión humanista que promueve una verdadera revolución
educativa, que a posteriori, ha cambiado no sólo la forma de
hacer en la escuela, sino también de pensar la educación.
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De esta manera, la escuela se plantea fomentar
transformaciones sobre basamentos consolidados, cuya
resolución debe proceder en el contexto de una sólida
formación moral, ecológica, social y, por supuesto, de un
conocimiento profundo de las áreas instrumentales. En
consecuencia, buscar nuevas posibilidades, crear e investigar,
requiere haber adquirido firmes conocimientos, ya que para
tener éxito en la aprehensión del mundo, hombres y mujeres
deben conocer las generalizaciones de las ciencias y las
particularidades de alguna disciplina (Marín, 1996).
Por otra parte, la reforma educativa en Venezuela exhibe
la apertura como su principal pivote, con un modelo basado
en ejes transversales y un enfoque transdisciplinar, por lo cual
se ha convertido en una necesidad las reflexiones sobre la
estabilidad y funcionamiento del sistema social que debe
responder a ese mismo modelo.
En la búsqueda de ese equilibrio se afianza la noción de
integración entre el trabajo de aula, las propuestas pedagógicas,
las demandas de la sociedad civil, las disposiciones oficiales y
la pertinencia del Estado Docente. Esto significa que el
modelo educativo no puede ser ajeno a sí mismo y vaciado de
significación política, debido a que en el proceso de
integración curricular y en la correlación de áreas se carga
ideológicamente al asumir un enfoque transdisciplinar. Por
consiguiente, involucra la comprensión de los nuevos
estándares de hombres y mujeres asociados, tanto a la realidad
universal, como a la realidad inmediata venezolana con los
problemas de repetición, deserción, baja calidad de los
aprendizajes, concepción de la educación de masas y las
Misiones, que colocan el saber en el rompiente de una escala
valorativa.
La interpretación y la reflexión dirigidas, sobre todo, al
beneficio de esos individuos receptores de la educación, pasan
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Pedagogía humanista, laicismo y transversalidad transdisciplinaria
por los diversos enfoques que, de manera sobresaliente a partir
de la mitad del Siglo XX, trabajaron Maslow desde 1954
(1970), Piaget (1973), Pion (1991) con una concepción de la
educación centrada en el ser humano. Se podría establecer,
entonces, una estrecha relación entre los postulados de la
pedagogía humanista, las premisas del laicismo y el enfoque de
la transversalidad transdisciplinar, concebidos todos como
integración de los conocimientos con el crecimiento social y
afectivo.
Algunas ideas sobre la Pedagogía Humanista
Estas anotaciones procuran ubicar algunos postulados de
la Pedagogía Humanista y sus implicaciones en el enfoque
transversal y la correlación de áreas con la finalidad de
presentar su significación en la construcción de los
aprendizajes.
El enfoque humanista ha sido suficientemente estudiado
por investigadores como Quintana Cabanas (1997), Rogers
(1987), Martínez (1999), Maslow (1989), entre muchos otros
quienes teorizaron sobre la importancia de considerar al ser
humano como el eje central de la educación: no son, por tanto,
ni el conocimiento, ni el Estado o la transformación ideológica
lo que debe motivar la educación sino el crecimiento del
individuo.
Maslow (1970) consideraba que en la autorrealización
(auto – actualización) se centraba la satisfacción humana, por
lo que estipuló las características de las personas que la
alcanzaban (Boeree, 1998):
son centradas en la realidad, lo que significa que pueden
diferenciar lo que es falso o ficticio de lo que es real y
genuino;
se centran en el problema, para captar sus soluciones;
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tienen una percepción diferente de los significados y los
fines;
tienen necesidad de privacidad, y se sienten cómodos
estando solos;
son relativamente independientes de la cultura y el
entorno, apoyándose más en sus propias experiencias y
juicios;
son resistentes a la enculturación, no son susceptibles a la
presión social;
son inconformistas;
tienen valores democráticos, o sea, que eran abiertos a la
variedad étnica e individual, e incluso la defendían.
tienen
una
cualidad
llamada
en
alemán
Gemeinschaftsgefühl
(interés
social,
compasión,
humanidad);
disfrutan de las relaciones personales íntimas con pocos
amigos cercanos y miembros familiares, más que un
montón de relaciones superficiales con mucha gente;
tienen un sentido del humor no hostil, prefiriendo las
bromas a costa de sí mismos
se aceptan a sí mismos y a los demás;
son espontáneos y simples; ellos preferían ser ellos mismos
antes que pretenciosos o artificiales;
tienen una cierta frescura en la apreciación que se traduce
en una habilidad para ver cosas, incluso ordinarias, como
preciosas;
son creativos, inventivos y originales; y,
tienen tendencia a vivir con mayor intensidad las
experiencias que el resto de las personas.
No obstante, Maslow no creía que los “auto-actualizados”
fueran perfectos, pero sí pensaba que era necesario haber
satisfecho las necesidades básicas para alcanzar algunos de
estos principios, por lo que la sociedad debía ocuparse de ellos
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al centrarse en el individuo con una educación altamente
significativa y placentera hasta llevarle a convertirse en autoactualizados (Maslow, 1970, p. 37). Por lo tanto, el centro de la
educación es el ser humano y una de las funciones principales
es la emancipación de toda tutela, incluso de la propia escuela
que lo educa.
Filósofos como Freire (1987) dictaminaron la
funcionalidad de la educación como agente liberador, más allá
de lo que significaba la subversión contra los lineamientos
emanados del centro de poder. A tal efecto, subrayaba que lo
fundamental era la carga ideológica de la educación en su
función emancipadora y afirmaba que
la pedagogía del oprimido, como pedagogía humanista y
liberadora, tendrá, pues dos momentos distintos aunque
interrelacionados. El primero, en el cual los oprimidos
van descubriendo el mundo de la opresión y se van
comprometiendo, en la praxis, con su transformación y,
el segundo, en que una vez transformada la realidad
opresora, esta pedagogía deja de ser del oprimido y pasa
a ser la pedagogía de los hombres en proceso de
permanente liberación. (1987, p. 12)
Más que fina retórica -visto a la distancia de los
acontecimientos- la liberación de la que nos habla el texto
(publicado originalmente, hace más de 40 años) puede
interpretarse como la recreación de la realidad mediante la
aproximación y construcción de los conocimientos en medio
del espacio sagrado que brinda la escuela.
Se puede observar, de esta manera, que la trascendencia
de la Pedagogía Humanista no reside, tan sólo, en su solidez
gnoseológica sino en su propuesta operacional. Al respecto
Aguilar y Bize (2004) afirman que la pedagogía humanista
pretende la “educación para el desarrollo y la liberación” (...)
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“relaciones de coherencia versus relaciones de autoritarismo,
discriminación y violencia”.
Inclusive, se inscriben en esta línea como entidades de
trabajo altamente práctico instituciones como el Centro de
Pedagogía Humanista (Rodríguez, 2004), en Colombia,
centrado especialmente en la gerencia de procesos mediante
este enfoque y cuyo principio es la libertad de conciencia.
Asimismo, en Chile, Simonstein (2003), decana de la
Facultad de Educación de la Universidad de Chile, expresa que
lo fundamental de la Pedagogía Humanista radica en que no
discrimina a los seres humanos a causa de sus diferencias, por
lo que le pertenecen todos los derechos que le son propios
por su condición de persona humana, en medio de la
diversidad: respeto total y sin condiciones para su integridad
física y psicológica.
Esta diversidad se concibe, dentro de la mencionada
Facultad, como un conjunto de principios de integración
que se pueden interpretar y apreciar de la siguiente forma:
1. Principio de la formación de la persona (enfoque filosófico)
que se entiende como la consecución de un ser que
reflexiona sobre su realidad, se desarrolla en todos los
ámbitos y respeta su entorno con sus diferencias.
2. Principio de la diversidad de las formas de conocer el
mundo (enfoque epistemológico): visto como el
compromiso con el conocimiento en un contexto de
diversidad para su acceso; es decir, “una valoración de las
distintas formas de acercamiento e interpretación de la
verdad, desde la racionalidad más ortodoxa hasta
percepciones más fenomenológicas de la realidad”
(Simonstein, 2003).
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3. Principio de la valoración e integración de personas con
necesidades educativas especiales (enfoque psicológico): se
persigue un ser humano con alta autoestima y con
capacidades empáticas y solidarias.
4. Principio de la integración de la diversidad de culturas y
razas humanas (enfoque antropológico): construcción de
una actitud respetuosa de las maneras de crear sociedad de
las distintas etnias, estados, instituciones y comunidades
sólo posible a partir del estudio y el conocimiento.
5. Principio de integración de valores trascendentes basados en
los Derechos Humanos (enfoque socio-político): Respeto y
defensa de los derechos y necesidades fundamentales de las
personas, en el contexto de la democracia (Derechos
Humanos, solidaridad, verdad, tolerancia, dignidad,
valoración estética y ética).
6. Principio de integración de formas metodológicas diferentes
para la conducción del proceso educativo (enfoque pedagógico):
Valoración del quehacer metodológico y curricular diverso, que
considere al ser humano de manera integral, de tal forma que lo
cognitivo no es superior a lo afectivo, social o motriz.
“Compromiso con una pedagogía activa, lúdica y centrada en el
niño/a” (Simonstein, Ídem).
Como se observa lo fundamental es el ser humano y su
aprecio por la vida, en un contexto de aprendizaje y
afectividad, en cuanto a que existe una relación directa entre
aquello sobre lo que es necesario conocer y reflexionar y las
implicaciones socioafectivas que suscitan. Es inherente al
contexto escolar el afianzamiento de los conocimientos, de la
plataforma de saberes y de la profundización disciplinar en
conjunto con la estimulación afectiva, lo que entraña una
verdadera disposición al estudio y al conocimiento. No debe
pasarse por alto que se trata del contexto escolar y no del
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contexto familiar o recreacional, por lo que la tarea de
crecimiento es tanto afectiva como cognoscitiva.
Por su parte, Quintana Cabanas (2001) incluye dentro de la
corriente humanista la Pedagogía Cosmovisional cuya función es
atender a la educación trascendente de la persona. Esto incluye
la introducción de las creencias divinas presentadas como
constructos humanos que podrían convertirse en factores de
modificación de la conducta de los educandos, por lo que es
imprescindible dejarlos pronunciar
la última palabra -su decisión personal- en esta cuestión.
Una decisión, por su puesto, libre, es decir, no sujeta a
prejuicios culturales ni a modas ambientales, ni a la ligereza
irreflexiva de la pereza y de la inercia mentales, sino fruto de
la crítica ideológica y la lucidez del espíritu (p. 32).
En la Pedagogía Cosmovisional, Quintana Cabanas (Ibíd.)
plantea cinco temas fundamentales:
La orientación de los seres humanos en cuestión de
creencias.
La orientación al educando para que se plantee el sentido
de la vida y se forme una cosmovisión que, de un modo
razonable y abierto, dé respuesta a sus necesidades
existenciales profundas.
El análisis filosófico de los autores clásicos y modernos en
materia filosófica y antropológica como argumento para
reforzar los postulados de la formación de una
cosmovisión.
El delicado tema de si es lícito o decoroso educar en las
creencias, con todo el problema que suponen tanto la
propia dificultad como el respeto a la conciencia de los
educados y a la libertad de enseñanza.
La trascendencia personal producto de la educación.
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Pedagogía humanista, laicismo y transversalidad transdisciplinaria
Esta visión de la educación desde el enfoque humanista
cosmovisional abre la discusión hacia la concepción y
postulados del laicismo, tanto por sus coincidencias en las
ideas con la pedagogía humanista, como por la necesidad de
continuar con la postura transdisciplinar integradora,
básicamente incluyente y promotora de la condena y
disipación a toda exclusión del otro.
Algunas ideas sobre el laicismo y el humanismo
La razón por la cual se incluye la revisión del laicismo en
esta exposición estriba en la necesidad de ampliar la panoplia
de enfoques como respaldo de una visión integradora y
heterogénea, siempre centrada en el ser humano, además de la
coincidencia entre sus postulados y los del humanismo.
El término laicismo es definido en el Diccionario de la
Real Academia de la Lengua (DRAE, 2001) como la “doctrina
que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y
más particularmente del Estado, respecto de cualquier
organización o confesión religiosa”. Proviene de la palabra
latina laĭcus que señala a lo que “no tiene órdenes clericales”.
El laicismo se asocia con la educación debido a que ésta
se inscribe, directamente, en las sociedades democráticas
dentro de un Estado laico y sus principios promueven, dentro
de la escuela la edificación de una sociedad humanista y
librepensadora.
Debe entenderse por laicismo según ILEC (2004) la
disposición de erigir una sociedad justa, progresista y fraternal,
con instituciones imparciales, fiadoras de los derechos humanos,
la libertad de pensamiento y de expresión, la igualdad delante de
la ley, “sin distinción de sexo, de origen, de cultura e de
convicción y considerando que las opciones confesionales o noIntegración Universitaria, Año 4, Nº 1, junio 2004
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confesionales corresponden exclusivamente a la esfera privada de
las personas” (ILEC, 2004).
Desde 1905, en Francia, “los movimientos laicistas, que
ya habían logrado sus objetivos, trataron de dejar atrás esas
connotaciones "antirreligiosas" que no le son esenciales sino
circunstanciales, (González Barón, 2001) debido, y sobre todo,
a la lucha con los poderes eclesiásticos que se encontraban
intrínsecamente relacionados con el poder del Estado. Eso
significa que no es antirreligioso sino no confesional.
El laicismo privilegia, además, la experiencia humana sin
presiones sobre las creencias confesionales, dogmáticas o
sobrenaturales, y sus valores fundamentales son los siguientes
(ILEC, 2004; Savater, 2004; González Barón, 2001, Pion,
2005)
El libre examen en el que se manifiesta el derecho a la
absoluta libertad de conciencia, considerado incluso como
un deber; impulsa el proceder con espíritu crítico en la
discusión de las ideas recibidas y no aceptar ninguna idea
impuesta, sobre todo aquéllas relacionadas con el
puritanismo y la segregación. Podrían, entonces, según
Savater, convertirse –de una manera sana- “los dogmas en
creencias particulares de los ciudadanos, [con lo que]
pierden su obligatoriedad general pero ganan en cambio
las garantías protectoras que brinda la Constitución
democrática, igual para todos” (Savater, Op. Cit.) Por
consiguiente, la propia libertad de escoger propugna un
“profundo respeto a la libertad de conciencia que es la
esencia del laicismo, y que encierra la posibilidad de que
los individuos elijan una opción espiritual religiosa”(
González Barón, 2001)
El rechazo a la exclusión personal, social, política,
ideológica, filosófica o religiosa. Debe mostrarse el hecho
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Pedagogía humanista, laicismo y transversalidad transdisciplinaria
de que excluir, esclavizar o segregar a otros, aunque se
encuentren lejos, es parte de la exclusión propia. Sobre
todo, el ciudadano debe hacerse conciente de su
responsabilidad inmediata con la sociedad y con el castigo
al rompimiento de las leyes sociales. En este punto, debe
sopesarse la trascendencia de creer o no en la espera del
castigo divino para los infractores, y el valor de inculcar en
la persona los ideales de justicia y la convicción de que
otros no tienen derechos superiores a los suyos; ni
tampoco se pueden llevar a cabo venganzas celestiales, ni
amparadas por la justicia divina. Pasa, en primer lugar, por
las “libertades prioritarias, aquellas de existir, de comer, de
ser reconocido, de tener su espacio, sin olvidar el derecho
a ejercer una profesión y de vivir dignamente de ella”
(ILEC, 2004).
La tolerancia es una actitud permanente de respeto a las
personas como individuos, a quienes se debe escuchar, aun
cuando no se esté de acuerdo, por lo que hay que estar
abiertos a los otros antes de tomar posición. Es el
verdadero sentido del humanismo, en cuanto que se
conoce la postura del otro, que no se comparte, y aun a la
que se es adverso y se respeta. “Es una prueba de apego a
los valores positivos, porque se demuestra el respeto por el
otro aun cuando está esgrimiendo ideas que no se
comparten” (Pion, p.100)
Del mismo modo, es
imprescindible para la verdadera tolerancia poder discutir
abiertamente las ideas y exponer que se está en
desacuerdo, con vehemencia y firmeza. La tolerancia no se
satisface con la hipocresía, el abandono, o la complacencia
emulatoria.1 (p.102-103) Asimismo, Savater, opina que “en
la sociedad laica tienen acogida las creencias religiosas en
cuanto derecho de quienes las asumen, pero no como deber
Traducción libre del francés del libro L’AVENIR LAÏQUE de Etienne
Pion (1991).
1
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que pueda imponerse a nadie”. Esto entraña la tolerancia
de las diversas religiones y sus principios.
La emancipación se vincula con la responsabilidad
debido a que la principal vocación que debe inculcarse en
el ser humano es la de conquistar su emancipación, que le
proporcionará una vida de la cual se es responsable.
La conquista de la ciudadanía debe ser una actitud
permanente que complementa la emancipación individual,
porque el humano es en sociedad. Por consiguiente, las
relaciones con el grupo dependen no solamente de la
construcción que se haga a diario de la propia persona sino
del respeto por las leyes impuestas por el grupo en
cuestión, debido a que la “legalidad establecida en la
sociedad laica marca los límites socialmente aceptables
dentro de los que debemos movernos todos los
ciudadanos, sean cuales fueren nuestras creencias o
nuestras incredulidades” (Savater, Ídem). Es esta misma
razón, la que impulsa a desechar una creencia que motiva a
destruir a quienes no la comparten –o así lo interpreta un
determinado grupo, que para los efectos se amparan tras
una supuesta justificación religiosa. En este caso, priva la
ley impuesta por la comunidad en donde se privilegia la
vida humana y los derechos de todos.
La democracia. La sociedad democrática está fundada sobre
el respeto a los derechos del hombre y del pluralismo; y en la
separación de los poderes del Estado entre sí y de la Iglesia.
Además, la democracia tiene la oportunidad de revisarse y
reformar cualquiera de sus propias leyes, por lo que no es
posible su fundamentación sobre dogmas (Pion, 2005). Al
respecto Savater (2004) afirma:
las democracias modernas basan sus acuerdos
axiológicos en leyes y discursos legitimadores no
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Pedagogía humanista, laicismo y transversalidad transdisciplinaria
directamente confesionales, es decir, discutibles y
revocables, de aceptación en último caso voluntaria y
humanamente acordada. Este marco institucional
secular no excluye ni mucho menos persigue las
creencias religiosas: al contrario, las protege a las unas
frente a las otras. (p. 6)
El respeto a la diversidad. El laicismo valora las
diferencias como factor de enriquecimiento social siempre
que éstas no perjudiquen la integridad de otras personas ni
el derecho a la emancipación de cada uno. Para hacer
operativo este discurso debe partirse de que todos (de
todo lugar o condición) participen en la educación y que la
escuela pública se dedique a la enseñanza de todo lo que
sea
esencialmente
verificable
(Savater,
Ídem),
científicamente válido y objetivo. De esta forma, ninguna
de las posiciones confesionales se verá atropellada.
La solidaridad es un compromiso moral de ayuda y de
responsabilidad mutua. Esta es una virtud altamente
conspicua, puesto que no se entiende como un pensamiento
sino como una conducta permanente. Quienes no demuestran
una actitud solidaria son consideradas personas egoístas que se
auto excluyen del grupo; situación totalmente contraria al
modelo educativo humanista.
Debe subrayarse, en este punto, que el laicismo no tiene
animadversión contra lo estrictamente clerical y confesional;
por el contrario la visión de estos preceptos unidos a la
pedagogía humanista garantizan la libre escogencia por una
educación especialmente, católica, judía, protestante o
cualesquiera que sea del agrado o tradición de quienes se
ocupan de la formación de los estudiantes.La única oposición
que puede haber dentro de la Pedagogía Humanista y que se
evidencia al revisar los preceptos que comparte con el laicismo
es contra la intolerancia, contra la ausencia de diálogo, contra
el silencio y la imposición ilegítima.
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Con estos principios como sustento epistemológico la
Pedagogía Humanista se hace palpable y operativa en la
interacción escolar.
Enfoque humanista y desarrollo curricular
Cuando se requiere enfrentar los postulados, revisados
anteriormente, con el contexto escolar, deben examinarse dos
aspectos relevantes: los aprendizajes fundamentales y el
enfoque transversal-transdisciplinar del currículo.
Los cuatro aprendizajes principales señalados por el
Currículo Básico Nacional (Ministerio de Educación, 1998)
son aprender a ser, aprender a conocer, aprender a hacer y a
prender a convivir, dirigidos hacia el estudiante, pero también
al docente, quien debe manejar las oportunidades para alcanzar
sus logros. Se puede vincular cada uno de estos aprendizajes
con una forma de hacer operativo el enfoque humanista y los
principios del laicismo, que se encuentran vinculados
estrechamente, como ya se ha observado.
Aprender a ser se entiende como la posibilidad de un
constante fortalecimiento interior mediante la interacción con
la escuela y su proyección hacia el contexto. La escuela es el
lugar de acción que propicia la construcción de la personalidad
mostrada hacia fuera, en una franca diferenciación de espacios
y la conducta más allá del aula será el correlato de los
principios humanistas que asimila en su seno. Tal cual sucede
con el propio reflejo que el estudiante hace de su entorno
familiar y social, pero es sabido que la escuela ha venido a
sustituirlo en gran parte (Bruni Celli, 1998). En la escuela, la
libertad de pensamiento, sentirse con el derecho y la
posibilidad de elegir y de ser tolerado al emitir opiniones es
parte del proceso de construcción personal que proyectará el
estudiante en el contexto social.
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Pedagogía humanista, laicismo y transversalidad transdisciplinaria
Aprender a conocer distingue el conocimiento como un
construir permanente y para todos. El estudiante es artífice de su
propio conocimiento por lo que aprende a sentirse responsable
de sí mismo y de su entorno, de allí su emancipación de toda
tutela exterior. Del mismo modo, los avances científicos y
sociales y las experiencias prácticas están dirigidas a solucionar
problemas de la comunidad y el aprendizaje es entendido como
una adquisición valiosa. Se hace patente y útil la noción de
aprendizaje significativo (Vigotsky, 1985) y la preocupación por
la adquisición de herramientas de lectura, escritura y resolución
de operaciones matemáticas. Es conveniente centrarse, entonces,
en el trabajo de aula, con necesidades impostergables, y aunque
ya se ha diagnosticado en innumerables oportunidades la grave
crisis que atraviesan nuestros alumnos y alumnas en cuanto al
desconocimiento de las áreas instrumentales, la situación ahora es
cómo resolver esos problemas y correlacionar las áreas del
currículo con los ejes transversales, como lo exige el Currículo
Básico Nacional, con evidencias palpables en la calidad de los
procesos y sus resultados. Los maestros se encuentran en una
situación sumamente compleja y en condiciones extremas. Sin
embargo, debe comunicarse a los estudiantes una actitud
democrática bajo el imperio del conocimiento y no el desaliento.
Con los programas estructurados bajo los principios de la
interdisciplinaridad, el enfoque transversal y el tratamiento
humanista, se obtiene una concepción más amplia de la
realidad y herramientas para describirla, lo que brinda una
oportunidad sobresaliente en la construcción del saber.
El propio Piaget (1973, p. 45) opinaba que “la fortuna (...)
de los ensayos interdisciplinares no nos parece debida ni al
azar de las modas, ni –o solamente– a las presiones sociales
que imponen los problemas cada vez más complejos, sino a
una evolución interna de las ciencias”. Ello ampliará la visión
de los investigadores, los propósitos de la investigación y el
alcance de los resultados, generadores de productos por
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medio de una “cooperación articulada de diferentes
perspectivas” (Novo y Lara, 1997).
En el plano didáctico, la interdisciplinaridad ha alcanzado
un desarrollo notable sobre todo en la correlación de las áreas
del currículo. Ese enfoque se evidencia, precisamente, en el
carácter de la transversalidad de los ejes en los Programas de
Educación Básica, que permean todas las asignaturas en el
plano de los conocimientos.
En términos generales, los ejes transversales actúan como
ejes organizadores de los contenidos de las distintas
disciplinas para hacerlas cada vez más funcionales dentro de
un contexto ético y le aportan significados reales y
funcionales a las áreas del saber... (Odremán, 1998)
Esos ejes (lenguaje, desarrollo del pensamiento, valores,
trabajo y ambiente) integran una verdadera concepción de
transdisciplinariedad curricular y podrían ser, indudablemente,
los pilares del desarrollo de destrezas, actitudes, aptitudes y
grandeza de espíritu de cualquier individuo lo que haría
operativa, palpable y productiva una educación de calidad, tal
como lo proponen las políticas del Estado.
Esa calidad se hace patente no en que llegue a las masas,
sino que sea efectiva. Inclusive, se ha hablado de “una
educación de calidad para todos”, resultado de esa agria
polémica sobre la oposición entre calidad y cantidad,
masificación y elitismo, a la que se asistió en la última
década del Siglo XX. Algunos llegaron a la conclusión
de que lo ideal sería una educación con calidad para las
masas (Cárdenas, 1997).
Ciertamente, lo ejemplar sería la adecuación del
incremento de la matrícula al crecimiento poblacional sumado
a un trabajo constante que garantice la calidad. No obstante,
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Pedagogía humanista, laicismo y transversalidad transdisciplinaria
todos sabemos el estado deficitario en el que se encuentra la
educación venezolana y cómo la calidad no viene “controlada”
directamente por el Estado, sino que se refleja en las
instituciones que proyectan su visión, cumplen con su misión,
y alcanzan sus metas. Actualmente, irrumpen en el panorama
educativo nacional las Misiones que no responden a la
educación formal estructurada y que se encuentra, en estos
momentos, bajo el escrutinio de los investigadores (Bravo,
2004; Bravo, 2005; Serrón, 2004, entre otros)
Hasta entonces, la calidad se observa en una escuela que
registra altos niveles de rendimiento en sus alumnos, pocos o
inexistentes repitientes y poquísima deserción. Al mismo
tiempo, existen otros indicadores para definir una educación
de calidad, que no son solamente cifras de la estadística:
Se espera que la escuela forme en valores sociales adecuados
para una sociedad con problemas de corrupción... forme
mentalidades que valoren el trabajo y el logro en vez del
amiguismo y la complicidad... que responda a las exigencias
del aparato productivo... para la conservación del
patrimonio cultural y ecológico... Sin embargo, ninguno de
estos elementos es evaluable en términos de resultados de la
acción educativa del aula. (Herrera, 1994)
La aspiración de alcanzar la calidad, como otros
procedimientos aplicados a la educación, nació en el seno de la
industria y el comercio por la necesidad de realizar productos
con “0 defectos”. Contribuyeron, también, los estudios sobre
la calidad de Deming y Jurán, que repercutieron en el ámbito
mundial. Estos modelos aplicados a la educación han
resultado, pese a las dificultades de valoración de algunos
“productos intangibles”, de gran ayuda para el avance en los
procesos educativos. La lista de atributos, La reacción en
cadena de Deming, el modelo cliente-proveedor, la trilogía de
Jurán sobre la calidad, la lista de comprobación de Osborne
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(Gallardo, 1993), han sido todos instrumentos aplicados a la
educación para lograr excelencia y calidad, y realmente se han
convertido en útiles de trabajo asimilados a los procesos
educativos. Pero sólo son instrumentos. Ciertamente, pensar
en una educación de calidad tiene el agregado de que, para
medirla, “ningún instrumento de los utilizados la capta
satisfactoriamente. Su tendencia a la comprobación empírica
tiende a reducir el todo a dimensiones medibles” (Portillo,
1997). Del mismo modo, pensar que se alcanzará el éxito con
sólo ocuparse de docentes, alumnos, contenidos y técnicas de
una forma aislada, sin ocuparse del centro educativo es un
error. El aprender a conocer en una escuela dedicada al saber
combinará estos elementos y otros que se desprenden del
mundo de valores que le rodea.
No obstante, pueden hacerse experiencias diarias de
calidad en términos de satisfacción de los alumnos y el
docente: no sólo que los objetivos propuestos, tanto de las
áreas del conocimiento como de los ejes transversales, se
hayan logrado, sino que el arte de sentir y desear se haya
manifestado. Porque el éxito y la calidad están determinados
más por las puertas que abre, que por las metas que se cierran.
Aprender a hacer potencia la necesidad de promover la
actividad pedagógica de los estudiantes, vinculada con su
contexto real y los impulsa a descubrir las respuestas para los
problemas de su realidad. El estudiante aprende haciendo y en
esa actividad, necesariamente, debe correlacionar las áreas del
currículo y resolver problemas. Los docentes podrían acercarse
a las soluciones con el uso de la técnica del problem solving
(Marín, 1998), por ejemplo, altamente efectiva y adaptable a
toda experiencia de aula con las modificaciones adecuadas al
contexto, sin ninguna pretensión de rigidez.
Puede ser aplicada de manera sencilla y el proceso de
enseñanza aprendizaje puede convertirse en un correlato de la
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Pedagogía humanista, laicismo y transversalidad transdisciplinaria
misma técnica. De tal forma, los alumnos la aprenderán
poniéndola en práctica. Los niños y niñas tienen un sentido
muy agudo para correlacionar situaciones y apreciar de manera
global todo lo que mueve su sensibilidad. (Se reporta a un
grupo de alumnos que resolvían la organización de una feria
escolar del mismo modo como se les había enseñado y se
había practicado en clases el análisis y las traducciones de
textos en latín. Procedían en otra área de sus vidas realizando
una transferencia de conocimientos) (Arteaga, 2000)
El problem solving es una herramienta de uso extendido (Marín,
1998), válida inclusive para usarla en educación, pero uno de los
graves problemas es identificar el problema, y que, además, todos
los actores educativos: docentes, alumnos, comunidad, acepten el
hecho como tal. Ni siquiera la dificultad debe ser tan grave o tan
extensa, en términos de espacio social, pues la escuela es un
microcosmos que multiplica y traspone soluciones de una
dimensión a otra. Casos como el poco gusto por la literatura en
un colegio o el problema de la disciplina en otro, son verdaderos
obstáculos para los docentes, por lo que han experimentado
hasta qué punto el fracaso en un área afecta el éxito de los
estudiantes en todo su proceso de enseñanza.
El uso de esta técnica se resume en siete pasos: debe
delimitarse el problema; precisar las necesidades de subsanarlo;
subdividirlo en varias partes manejables; trazar un plan de
acción; determinar los recursos personales, materiales y
financieros; calcular el tiempo para su tratamiento; y
finalmente, realizar una evaluación.
No obstante, el primer problema que se observa en las
esferas educativas es la concepción de los propios problemas.
Por ello, es imprescindible tener en cuenta los pasos para
realizar un cambio, es decir la solución de un problema: en
primer término debe aceptarse que el problema existe, por lo
que no se está funcionando bien (esto incluye el libre examen y
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Marlene Arteaga Quintero
la emancipación personal); luego creer que aquél tiene solución
(impulso de la autorrealización); de inmediato ubicar lo
necesario para resolverlo (involucra el pensamiento
democrático); seguidamente, abrirse a las nuevas propuestas de
solución por increíbles que éstas parezcan (presenta la libertad
de conciencia y el negarse a la exclusión), y por último, actuar
(solidaridad).
Por sobre todo hay que actuar, porque muchas veces el
caso se deforma con el vicio del estudio ad infinitum de las
situaciones. No en balde Rivera (1991) advertía de “las
desastrosas consecuencias que para todo creador puede tener
el exceso de especulación metafísica desligado del ejercicio de
su arte”. Realmente, hoy se espera que el equilibrio entre la
acción y la especulación produzcan los ansiados beneficios
para todos. Asimismo, la necesidad, como acicate del problem
solving, insta a los estudiosos del mundo pedagógico a buscar
las transformaciones más creativas, tal como lo expresaba
Robinson Crusoe: “la necesidad me volvió ingenioso”.
Aprender a convivir contribuye con la interacción y
participación con espíritu democrático, promueve la tolerancia, la
urbanidad y la convivencia en sociedad. Para los estudiantes el
ámbito escolar se irá integrando con su propia persona, por lo que
la conquista de la ciudadanía, la tolerancia, la solidaridad y el
respeto a la diversidad deben experimentarse dentro de la escuela,
para motivarlos a entender la realidad fuera de ella –en igualdad o
por contraste- pero realmente asimilada y comprendida.
Al respecto Torres (1994, p. 19) afirma:
Pocas veces a lo largo de la historia fue tan urgente la apuesta
por una educación verdaderamente comprometida si se
quiere ayudar a los ciudadanos y ciudadanas (...) es necesario
formar personas con capacidad de crítica y solidaridad si no
queremos dejarlas todavía más indefensas (...) pese a toda
clase de obstáculos, seguirán abriendo nuevas brechas,
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Pedagogía humanista, laicismo y transversalidad transdisciplinaria
desarrollando prácticas educativas más democráticas en las
que los chicos y chicas pertenecientes a colectivos sociales no
hegemónicos no serán discriminados.
Efectivamente, en el contexto de la realidad venezolana, los
investigadores y docentes pueden suscribir plenamente las
afirmaciones de Torres, debido a que la convivencia social depende,
en gran medida, del compromiso ideológico de la educación.
En lo que atañe a los enfoques curriculares, la
transdisciplinariedad se define como la relación e integración
entre las disciplinas en un currículo globalizado; las disciplinas
interactúan mediante la adopción de una que opera como nexo
común analítico, (Barreto de Ramírez, 1997; Martínez, 1997) y
proporcionan una visión múltiple pero cotidiana de la realidad.
De allí que la orientación debe centrarse, especialmente en el
estudiante y su entorno: conocimiento de las relaciones
universales, regionales y locales, en distinto orden.
Para Agudelo y Flores (2001, p. 9) la transdisciplinariedad
es una etapa en “donde se construye un sistema diferente sin
fronteras sólidas entre las disciplinas que lo integran.
Desaparecen los límites entre las diversas disciplinas
relacionadas, la relación es tal que puede hablarse de una
nueva macrodisciplina”. Se observarían, de esta forma, los
contenidos relacionados por un nexo (lectura, operaciones
matemáticas, arte), que a su vez vincule al estudiante con esa
realidad interconectada. También, afirman Agudelo y Flores
que mientras “mayor sea la fragmentación de los contenidos,
menor será su relevancia y más difícil se hará su comprensión,
pues la realidad se desdibuja más” (2001, p. 11).
Asimismo, Ledezma y Pinto (2001), afirman al analizar la
estructura del Diseño Curricular de la Segunda Etapa que
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Marlene Arteaga Quintero
la transversalidad, además, asegura (...) la coherencia del
modelo (...) [debido a que] son los Ejes Transversales el
recurso a través del cual se interrelacionan
Fundamentación, Perfil del Egresado, Objetivos del
Nivel, Objetivos de Etapa, Objetivos de Área para la
Etapa, Objetivos de Grado, Competencias, Bloques y
Tipos de Contenido, Experiencias de Aprendizaje,
Evaluación y Planificación, con lo que no sólo se
reafirma la coherencia, sino también el carácter
sistémico del modelo. (p. 20)
Ese sistema gira en torno al estudiante y engloba cada una
de las ideas que se generan al considerar la importancia de
impulsar un individuo feliz y productivo en su entorno social.
Al respecto, destacan las funciones que Yus Ramos
(citado por ME, 1998, p. 18) le otorga a la escuela:
1. El desarrollo radical de la función compensatoria de
las desigualdades de origen social, mediante la atención
y el respeto a la diversidad [y] 2. La reconstrucción,
conocimientos, actitudes y pautas de conducta que el
alumnado asimila en las prácticas sociales de la vida
paralela a la escuela.
La escuela debe tener como una de sus funciones
centrales las posibilidades de eliminar diferencias de origen que
puedan exhibir los estudiantes al incorporarse a la escolaridad,
pero que con el transcurrir del proceso, todos podrán igualarse
en la adquisición de conocimientos, el reforzamiento de
valores y el disfrute de las oportunidades. Asimismo, al
confrontar la realidad exterior (fuera del aula) con la realidad
interna deben lograr la reelaboración de datos adquiridos en su
entorno social, la reconstrucción de las experiencias
observadas –tanto buenas como malas- y el encontrar una
respuesta para esas experiencias.
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Pedagogía humanista, laicismo y transversalidad transdisciplinaria
Podrían entonces resumirse las ideas centrales
(Maslow, 1978; Piaget, 1978; ILEC, 1990; Pion, 1999, entre
otros) de la siguiente forma: la Pedagogía Humanista es una
educación centrada en el estudiante, considerado un ser único
con necesidades personales, sociales e intelectuales (Boeree,
1998) absolutamente individuales, que puede satisfacer a través
de la escuela al alcanzar su libertad. El encargado de liberarlo
es el docente mediante la comprensión y manejo de esas
necesidades resueltas en el aprendizaje del ser, el conocer, el
hacer y el convivir. (Gráfico 1)
PEDAGOGÍA HUMANISTA
Enseñanza centrada en el alumno
Docente
Persona única
liberar
Necesidades
personales
sociales
intelectuales
Fuente: Elaboración propia
Asimismo se pueden condensar sus aspectos operativos
(Gráfico 2) si se toman en cuenta los siguientes elementos:
La Pedagogía Humanista no es quimérica debido a que
contempla las necesidades sociales del estudiante para
enseñarle a satisfacerlas. De esta manera interviene en la
modificación de su conducta al lograr su independencia.
Se vale de actitudes lúdicas (Bianchi, 1995; Decroly,
1985) que incluyen el juego y la imitación de la realidad
de los adultos en un clima de alegría y de
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Marlene Arteaga Quintero
descubrimiento. Más allá de entender la noción de juego
como divertimento, lo asume como un proceso de
conocimiento del contexto y su propia integración.
Igualmente, se auxilia con la lectura a la que le atribuye
una función social (Fehl, citado por ME, 1998, p. 65).
Se aplica a través de un currículo integrador,
globalizado, diseñado bajo el enfoque de la
transversalidad y la transdisciplinariedad en un proceso
de integración del contexto social y cultural.
Todas las actividades son susceptibles de ser evaluadas
desde diversas perspectivas.
Gráfico 2. Operatividad de la Pedagogía Humanista.
Fuente: Elaboración propia.
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Pedagogía humanista, laicismo y transversalidad transdisciplinaria
A manera de cierre
Se puede observar que la Pedagogía Humanista, aun
cuando está centrada en el individuo no es individualista, por
el contrario involucra a todos los sectores de la sociedad. Al
basarse en las necesidades personales, sociales e intelectuales
apela a la no exclusión, a la democracia, la solidaridad y el
respeto absoluto por las diferencias, lo que lleva a pensar de
inmediato en la libertad de conciencia y la convivencia social.
Todo ello se vincula, como se ha observado, con los
mismos postulados promulgados por el laicismo y la firme
necesidad de educar en valores mediante una concepción
integradora y globalizadora de la educación.
Finalmente, la experiencia confirma que trabajar con un
enfoque transversal y transdisciplinar potencia los aprendizaje
y eleva al individuo como centro de su realidad inmediata y lo
coloca como el principal hacedor de su propia educación en
un ambiente de apertura, democracia y permanente inclusión.
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