OCIO Tres planes en Sevilla para el fin de semana

Calle rioja

Devoto de Frascuelo y de María

  • Testigo. Fotógrafo e ilustrador de medio siglo de música, Máximo Moreno, retratista de Aute, Camarón, Triana o Miguel Ríos, prepara una exposición con todos sus fondos gráficos.

SU madre, Beatriz, era modista abriguera; su padre, José, pintor, le regaló a los 13 años una cámara Rolleyflex, un libro negro titulado El Revelado y le instaló un laboratorio en el patio con sus pinzas, cubetas y un termómetro. Para terminar de despertar la vocación de fotógrafo de Máximo Moreno (Sevilla, 1949) estaba su hermano Benito, que fue profesor de Fotografía en Bretaña. En el estudio de Máximo en la calle Betis, un apartamento (en puridad, un apartamiento) suena la música de Duke Ellington que por calles de París nos lleva a un relato de Julio Cortázar donde se condensan las palabras más hermosas que la literatura, ciencia de la palabra, le ha dedicado a esa ciencia sin palabras que es la fotografía.

Máximo es un científico de los mejores. Pronto lo comprobarán los que vean la mejor colección visual de la música española de los últimos cuarenta años. Ultima la selección y los patrocinios. A un lado de la pared, su hija María vestida de torera, que le llama y le invita a comer lentejas; al otro, un retrato de Beatriz, su madre. Allende el río, la Maestranza, espejo cóncavo de este artista visual y machadiano, devoto de Frascuelo y de María.

Por su retina pasó la prehistoria de la música andaluza. El grupo Tabaca sólo sacó un disco, pero allí estaban dos de los tres integrantes de Triana: Jesús de la Rosa, al que después retratará como Cristo godspelliano, y Eduardo Rodríguez Rodway, el único superviviente de un trío mítico que completaba el Tele. Hay fotos del corral de vecinos que aparece en la portada del disco El Patio, ese Novecento cantado de la música del sur. Un corral que no estaba en Triana, sino en la plaza del Cristo de Burgos. Con la presencia de Dolorcitas, la olla que prometía puchero de chícharos y unas bragas abisales en el tendedero. Ropa tendida.

Máximo Moreno encontró en los números romanos del 2000 las iniciales de su obra. Un artista para el milenio. El mejor retratista de manos. Las de su madre las pintó en un cuadro que le compró El Barrio. Las de Camarón aparecen repasando una canción de título Bulería. Con las de Paco de Lucía tiene para una tesis doctoral. "La izquierda es una pierna de bailarina; la derecha, una garra de jaguar. El guitarrista tiene deformación profesional. Le pasa como a Rafa Nadal, una mano de Sansón, la otra de Dalila". Fotos íntimas: Camarón en el estudio de Josele, hermano de Máximo; Paco de Lucía, en la casa del guitarrista en la madrileña calle Orense.

El tiempo es el gran protagonista de esta hemeroteca de perfiles. "Los artistas viejos, como no se jubilan, hacen lo que no hace nadie. ¿Por qué le decían a Brueghel el Viejo?". Camarón quería ser guitarrista y Paco de Lucía cantaor. "Por eso se admiraban tanto". Los ojos del de Algeciras de poeta romántico "más de Rimbaud que de Lord Byron".

Más corrales en Jerez, donde fue a fotografiar a Ana la Piriñaca y Tía Juana la del Pipa. Un viaje a Chinchón con Paco de Lucía y Benito Moreno, a quien le hizo la portada de Romance del Lute y otras canciones de la que todas las noches suena el "Ra, ra, ra" en El Larguero. Raimundo Amador niño, Lole y Manuel, Manuel y Lole, hilo musical de aquellos tiempos ahora revisitados en el proceso de la Transición.

Testigos de excepción de ese proceso, como Gualberto y Antoñito Smash, a quien lo captó en el pleistoceno y le ha hecho el último disco. Los bigotes de los hermanos Marinelli en la foto de Alameda, con Pepe Roca, la voz, Luis Moreno y Manolo Rosa, bombardino y contrabajista en la Banda Municipal. "Todos muy serios, como tienen que ser las fotos, no sé de dónde viene esa manía de la gente de salir siempre riendo en las fotos".

Ramillete de cantautores que alegraban el colegio mayor y ponían nervioso al gobernador: Hilario Camacho, Pablo Guerrero, Luis Pastor, José Antonio Labordeta, Luis Eduardo Aute, Carlos Cano, acompañado en este paisanaje, viaje por cuatro décadas, por una joven y desconocida Pasión Vega que ahora recupera las canciones del cantante granadino que hermanó la protesta con la copla, el panfleto con la inspiración y la murga del currelante.

Manolo Sanlúcar, el filósofo del arpegio, y sus hermanos José Miguel e Isidro Évora, mano derecha en las películas sureñas de Saura. Estampa rotunda de José el de la Tomasa. "Parece un cuadro de Velázquez", dice sorprendido el fotógrafo. Historias de novela como La Venta, a la que un anticuario gitano retiró de los escenarios, o Romero Sanjuán, el tercer e inédito Moranco, que triunfó con unas sevillanas lentas cuando regresó de Australia.

Los Chunguitos y Azúcar Moreno en el Macondo de Vallecas, con el resto de la saga; María Jiménez, la gitana yeyé; dos eurovisivas de postín, Remedios Amaya y Lucía. Máximo es el cartelista de la música española. Empezó con Memoria de un ser humano de Miguel Ríos y con el primer single de Smash. Todos los Silvios posibles, aquel silbo imposible del rock ancestral con sus grupos y sus soledades. Parejas asimétricas de catálogo: Riqueni y Manzanita; Lola Flores y Gonzalo García Pelayo; Miguel Bosé y Pansequito. Las raíces de Marifé y de Chano Lobato. La historia del Mateo, que cantaba por Joe Cocker. La murga de la Alameda: Regaera -"parecía salir de Harold Lloyd"-, Carabolso, Pepín y Escalera. Cuarenta años de testimonio gráfico. Sigue sonando Duke Ellington en el estudio y Leonard Cohen en dos libros que su vecino tiene en el zaguán.

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