Estados Unidos y China –el llamado G2–, una legitimidad ficticia de
dos potencias en declive.
Rafael Sepúlveda Jiménez1.
SUMARIO: I. Consideraciones previas; II. El imponente protagonismo de Estados Unidos en la
economía global ¿sombras nada más?; III. China y su paulatina incorporación como potencia emergente
con altos índices de desarrollo; IV. Mitos y realidades del G2; V. Interdependencia o dependencia en las
relaciones China-EEUU; VI. A modo de conclusión; VII. Fuentes de información.
I. Consideraciones previas.
En los últimos años, y debido a la emergencia de diversas economías, cuyo
protagonismo en la comunidad internacional ponen en peligro la hegemonía que
conserva Estados Unidos [en adelante EEUU] desde la Segunda Guerra Mundial, y que
reforzó a partir de la Guerra del Golfo, hasta nuestros días, se explica el interés de esta
potencia de formalizar alianzas con estos entes emergentes.
Esto tiene su lógica, si tomamos en consideración que EEUU ha sabido llevar
una estrategia ejemplar, donde se muestra, debido a su poder militar, como un Estado
que mantiene una asimetría de poder con el resto del mundo.
Este discurso que bien ha sabido “imponer”, de acuerdo, además, al evidente
poder blando que ejerce a nivel mundial a través del cine y los medios de comunicación,
se desmorona día con día. Por esto, no beneficia, en lo absoluto, tener conflictos con
potencias cuyos índices económicos se elevan cada día, y cuya rivalidad representaría
un peligro latente, que pondría en manifiesto no únicamente su debilidad, sino también,
su decadencia paulatina.
Este discurso que ha mantenido EEUU sobre el “Nuevo Orden Mundial” (Barbé,
2007:331), en lo que va del siglo XXI, parece no tener gran fundamento, y aunque se
pudiese considerar temerario, nos encontramos en un escenario en el que EEUU no es
ya, ni la potencia más rica, ni la más poderosa, ni la más relevante, y mucho menos la
que goza de mayor autonomía. Como efecto directo de la situación actual que presentan
las relaciones internacionales, específicamente por los efectos paralelos de las
1
Colaborador del Instituto de la Judicatura del Consejo del Poder Judicial del Estado de Michoacán de
Ocampo y alumno del Magíster en Derecho Internacional y Relaciones Internacionales, Universidad
Complutense de Madrid, España (2012-2013). El texto publicado se puede encontrar en Anuario de la
Licenciatura el Derecho de la Universidad Latina de América, Año 2, Núm. 2, UNLA, 2012, págs.63-74,
o en la siguiente página web: http://ti.unla.mx/boletin/IUSUNLA.pdf págs. 78-84.
dinámicas de globalización, la transnacionalización y la interdependencia (Del Arenal
2001:59).
Partiendo de estas premisas, se analizará el protagonismo de EEUU; la
incorporación de China como una potencia económica en el orden mundial; así como, la
relación de EEUU y China, con el llamado G2, cuyo protagonismo y asociación, ha
generado grandes debates, y que incluso, se llega a considerar un grupo que carece de
legitimidad, representatividad y la eficacia, cuyo planteamiento inicial incluía proyectos
ambiciosos de medio ambiente, cuestiones nucleares, económicas y regulación
financiera.
II. El imponente protagonismo de Estados Unidos en la economía global ¿sombras
nada más?
Hasta el momento, EEUU, trata de mantener la legitimidad con la que contaba
hasta finales del S. XX, sin embargo, debido a los cambios que observamos tanto en su
estructura de seguridad, producción, crédito y finanzas, nos encontramos frente a una
situación internacional, donde es evidente la decadencia de esta potencia, como
resultado del creciente y fortalecido proceso de globalización que supone, como lo
establece Del Arenal (2009), una decisiva trasformación de la sociedad internacional.
Es evidente, que EEUU se ha configurado como el poder militar absoluto, y es
este hecho elemental el que “[…] ha llevado a afirmar a muchos autores que el sistema
internacional es unipolar, o bien, desde posiciones más matizadas, que lo es desde el
punto de vista del poder militar, mientras que en otras dimensiones existiría una
distribución del poder –entendido como capacidades– más equilibrada y podría hablarse
de multipolarismo” (Sanahuja 2008a:340)
EEUU, aún y con el poderío militar con que cuenta, no puede actuar sólo, por
más que ha intentado, resulta prácticamente imposible que se mantenga aislado de las
relaciones con las emergentes potencias, pues de no hacerlo, no podrá contribuir a
suministrar bienes públicos globales tan importantes como el libre comercio, la
estabilidad económica y la sostenibilidad ambiental, cosas de las que dependen su
propio desarrollo y su propia prosperidad (Held, 2004), y que sin duda tendrá que
abonar en una tarea compartida con las potencia que emergen y las cuales le representan
una rivalidad amistosa con matices interesantes.
Los resultados de ese protagonismo “solitario” que la potencia pretendía
mantener, es lo que ha hecho evidente, por una parte, sus límites de poder, y por otra, su
2
falta de legitimidad, crisis a la que esta potencia ha sido incapaz de hacer frente, aún y
con el enorme poderío militar, que mencionamos en líneas anteriores, y en el que ha
invertido la mitad de todo el gasto de defensa mundial (véase Sanahuja 2008a:340).
No podemos soslayar que uno de los eventos que ha obligado a la potencia a
invertir en seguridad militar, y que a su vez ha dado pié a la pérdida de credibilidad de
la potencia como hegemón, es el 11-S, donde se pone en manifiesto además de su
vulnerabilidad, la imposibilidad de tener el dominio y control, como hasta ese momento
se creía, de la seguridad mundial.
EEUU es consciente de esto, por lo que inmediatamente el gobierno de Bush,
procede a identificar denominado “eje del mal”, “formado por países capaces a medio
plazo […] de atacar el territorio estadounidense con misiles balísticos (Corea del Norte,
Irán, Irak)” (Barbé, 2007:332), y cuyo argumento le sirve para denunciar al Tratado
ABM y del cual 6 meses después, el 13 de junio del 2002, dejó de formar parte2.
Otro de los acontecimientos, al igual que el anterior, que erosiona la legitimidad
estadounidense, es la invasión unilateral a Irak, situación que se agrava aún más, si
tomamos en cuenta que esta invasión, difumina la credibilidad de EEUU y también, de
las Naciones Unidas, pues se tomaron medidas arbitrarias cuyo único objetivo era el
beneficio de la potencia, porque, por un aparte, pretendía “presumir” su capacidad
militar, y por otra, obtener recursos y poder. Ambos tuvieron efectos contrarios a los
esperados, pues no solo pierde legitimidad, sino que, económicamente adquiere una
deuda inmensurable por la fuerza militar y los mecanismo tecnológicos utilizados.
Esta inclinación de Estados Unidos a tolerar el despotismo y la ocupación militar
en Oriente Medio “[…] ha socavado el respaldo a las normas globales vigentes en
materia de derechos humanos, propiciando numerosos movimientos de protesta y
oposición de los antiglobalizadores, de Seattle a Al Qaeda” (Cockayne, 2010:8-11).
Esto demuestra en palabras de Nye (2003), que el poder militar no puede por sí
solo producir los resultados que los estadounidenses desean en muchos de los asuntos
referentes a su seguridad y a su prosperidad.
En suma, los métodos tradicionales de poder han perdido en parte su eficacia,
como consecuencia de la multiplicación y heterogeneidad de los actores, de la
complejidad, globalidad y transnacionalización de la sociedad mundial y de los nuevos
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En el primer Discurso sobre el estado de la Nación posterior al 11-S, el 29 de enero del 2002, el
presidente Bush hizo de los tres países (Irak, Irán, Corea del Norte) un eje del mal. Esta terminología, de
remembranzas históricas, fue utilizada de modo destacado durante la posterior campaña contra el régimen
de Sadam Hussein (Barbé, 2007:332).
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condicionantes del uso de la fuerza y del problema de la seguridad, que hacen mucho
más costoso el uso de la fuerza militar para las Grandes Potencias y obligan a acudir a
nuevas formas de ejercer el poder (Arenal 2001:66).
Ahora bien, por lo que corresponde a su política monetaria, si bien es cierto que
EEUU es la economía más grande del mundo y posee los medios para ejercer el control
de la seguridad mediante el uso de la fuerza (Sanahuja 2008a:82), debemos tomar en
consideración, que en nuestro días, esta política se ve en retroceso, pues la inyección de
dólares en la sociedad internacional ha traído consigo una serie de implicaciones, que ha
dejado evidenciar el despilfarro económico y la impresión desmedida de billetes que la
potencia ha adoptado, restando credibilidad a su economía y poniendo a temblar al
mundo entero, por el peligro que genera este hecho, recordando que esta divisa es la que
se ha mantenido como reserva en prácticamente todo el mundo, a partir de los acuerdos
de Bretton Woods. En este sentido, la emisión de deuda de los EEUU para evitar las
caída del dólar ha hecho que el país haya pasado de ser el mayor acreedor del mundo a
ser el mayor deudor (véase Sanahuja, 2008).
Sin duda, el dólar perderá su posición hegemónica de moneda de reserva
internacional, a consecuencia del protagonismo de potencias emergentes que proyectan
un mejor futuro económico y del mal frente que ha hecho EEUU a su política interna.
EEUU, aún y con el poder económico que muestra a través de Hollywood, es
hoy en día, una potencia económicamente pobre. Señal de lo anterior, es el hecho de
que China es, desde hace tiempo, uno de los principales compradores de bonos del
Tesoro, transformándose en uno de los mayores acreedores del gobierno
estadounidense, y “[l]as compras de China han contribuido a mantener bajas las tasas de
interés de Estados Unidos. (sic.) ya que cuanto mayor es la demanda de los bonos de un
país, menos es la tasa de interés que ese gobierno tiene que ofrecerles” (Ríos,
2007:160).
Tal vez, esta decadencia de EEUU, se deba a la baja prioridad y la escases de
recursos que ha dedicado a producir poder blando, como lo intuyó Nye hace casi una
década (Nye, 2004) “[e]jercer el poder blando es mucho menos unilateral que emplear
el poder duro, hecho que Estados Unidos aún tiene que reconocer. Para comunicarse
con efectividad, los estadounidenses deben aprender primero a escuchar”.
En el ámbito comercial, es posible que tengamos la mirada puesta en la debacle
de los mercados, pero la convulsión que estamos experimentando es más que una crisis
financiera. Estamos ante un giro geopolítico de dimensiones históricas que está
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alterando el equilibrio de poder en el mundo de manera irrevocable. La era del liderazgo
mundial de Estados Unidos, que comenzó en la II Guerra Mundial, ha terminado (Gray,
2008).
La grave situación de los mercados financieros estadounidenses se debe a que
los bancos han trabajado en unas condiciones de libertad absoluta creadas por los
legisladores. La clase política de EEUU es la responsable del caos actual (Gray, 2008),
que se ha basado en una política de libertades absolutas y cuyas consecuencias no serán
posibles de resarcir fácilmente.
III. China y su paulatina incorporación como potencia emergente con altos índices
de desarrollo
El importante crecimiento que China ha mostrado en los últimos años, por
consecuencia del comercio y la inversión, la ha perfilado en la sociedad internacional
como una de las mayores economías, incluso, atendiendo a los procesos de cambio que
se observan en tanto las estructuras de seguridad (en menor medida que EEUU),
producción, finanzas y crédito, esta potencia se perfila como la sucesora de la
estadounidense, con sus limitaciones, por supuesto, pues China, que desde 1990 no
creció nunca por debajo del 7,5% anual, representaba una cuarta parte del crecimiento
mundial en 2006 (Sanahuja, 2009:30), ha logrado posicionarse en los primeros lugares
de los indicadores mundiales.
Esto se debe también, a que China intenta construirse una imagen positiva en el
mundo que vaya más allá de la capacidad de atracción de su cultura y que ha sido la
fuente principal de su ‘poder blando’ desde siempre (Ríos, 2007:162).
En 2011, China creció un 9,2 por ciento, y aunque en los primeros trimestres de
este año ha mostrado signos de ralentización que han preocupado a los mercados
mundiales (7,6 por cien en el segundo trimestre y un 7,4 en el tercero), se confía en su
recuperación a finales de año (El País, 2012a).
Es decir, en el primer semestre del 2012, el PIB chino totalizó 22,7 billones de
yuanes (3,55 billones de dólares, 2,91 billones de euros), un crecimiento interanual de
7,8 %, próximo a los objetivos que el régimen comunista se ha marcado para todo este
año, en el que ha vaticinado un aumento de su economía del 7,5 %.
Por lo que corresponde a su producción industrial, las estadísticas demuestran
que China creció un 10,5 por ciento en el primer semestre de este año, respecto al
mismo periodo de 2011, pero esto significa 3,8 puntos porcentuales menos que el
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crecimiento registrado en enero-junio del pasado año comparado con el mismo tramo de
2010 (El País, 2012b).
Si bien es cierto que la potencia china está dando de qué hablar, y que
efectivamente ha logrado introducirse en el mercado mundial y posicionarse como la
prestamista por excelencia de otras potencias 3 , el hecho de presentarse como la
salvadora de la decadencia estadounidense le ha traído efectos colaterales importantes.
Uno de ellos es que ha sacado a mucha de la población china de la pobreza extrema en
la que vivía, pero también es cierto, que se calcula que hacia el año 2030 en 66% de la
población china vivirá en las áreas urbanas del país, lo que supone un aumento de 14
millones de personas cada año, un claro desafío en cuanto a la protección del medio
ambiente, la seguridad alimentaria o la prestación de servicios de educación y sanidad
(El País, 2012c).
IV. Mitos y realidades del G2.
La propuesta ambiciosa del G2, cuyo objetivo se fundamenta en que China y
EEUU dirijan la economía global, responde por una parte, a la necesidad de alianza de
EEUU con potencias económicamente potentes, y por otra parte, la conveniencia de
China de trabajar de la mano con EEUU, en resumidas cuentas, lo que se pretende por
parte de las dos potencias, es preservar cierta posición y responsabilidad en la economía
global.
Con la creación del G2, se perpetua un protagonismo incomparable, y si bien, ya
no era solo EEUU, seguía estando en el grupo de los dominantes. Incluso en una
entrevista en un medio de comunicación chino, afirmó Clinton que “pocos problemas
pueden ser resueltos solo por Estados Unidos o China, pero pocos pueden ser resueltos
sin Estados Unidos y China” (Caño, 2010). Esto nos muestra las expectativas que se
tenían con esta hegemonía compartida. En la actualidad, se cuestionan entre otras cosas
la legitimidad, la representatividad y la eficacia a posteriori del denominado G2, cuyo
planteamiento inicial incluía proyectos de medio ambiente, cuestiones nucleares,
económicas y regulación financiera, mismas que han quedado en el olvido con la
implementación de una “guerra de economías” entre las potencias, donde a la vez se
apoyan, pero compiten entre sí para sacar a la luz cuál de ellas puede más.
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Recordemos que China es el “banco principal” de EEUU, y adquiere un importante interés, como
potencia ya, en Latinoamérica, África y Oriente Medio.
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En este sentido, es importante subrayar, respecto a la composición de los Gs,
como lo establece Sanahuja (2012:202) que “frente a las exigencias de representatividad
y legitimidad, el argumento usual para defender las formaciones ‘G’ es que existe un
dilema insalvable entre representatividad y eficacia, y que por su menor tamaño y
ausencia de estructuras burocrática, éstas son más ágiles y efectivas”.
Particularmente el G2 engloba aspectos multidisciplinarios, pero su efectividad
se ha visto opacada, pues parece ser que sólo plantean ejecutar cuestiones comerciales y
de competitividad, hecho que a mi parecer debilita aún más el sistema, pues dejan a un
lado cuestiones importantes como la cooperación, la protección de derechos humanos y
cuestiones de índole cultural y de beneficio para la sociedad en general. En esta unión
de potencias, lo único que se evidencia es una asimetría absoluta (Steinberg, 2010), que
se debe a sus diferencias estructurales en cuanto a sus niveles de desarrollo, margen de
maniobra política de sus gobiernos y problemas internos de cada uno de los países.
Si bien es cierto que China es el mayor exportador mundial y tiene un superávit
por cuenta corriente del 5% de su PIB, lo es también que EEUU, tiene un déficit por
cuenta corriente de más del 3 por ciento de su PIB y el déficit comercial bilateral de
EEUU con China es de 300 000 millones de dólares (Steinberg, 2003).
De esta manera, las relaciones de las dos potencias, afectan significativamente la
dinámica del sistema internacional y se verificará conflictivo o no, de acuerdo a lo
establecido por Ríos (2007:156), en función de la capacidad mutua para establecer
consensos sobre sus respectivos intereses estratégicos que, con frecuencia, dificultan el
establecimiento de un ángulo constructivo.
A tal efecto, tenemos que la pretendida asociación que auguraba beneficios
significativos para la economía global en aspectos de todo tipo, se limitó,
exclusivamente a una “guerra de economías”, que deja ver la avaricia de las potencias y
el poco interés que tienen hacia las cuestiones de medio ambiente, salud, educación y de
ayuda mutua a los países de nivel medio o bajo o incluso en el interior de cada una de
las potencias, debemos recordar que en China mueren miles de personas al año por
motivos de contaminación.
V. Interdependencia o dependencia en las relaciones China-EEUU
Como es evidente, las dinámicas de interdependencia, la transnacionalización y
la globalización “han debilitado a los Estados como fuentes y locus del poder frente a
un vasto mercado global en el que ningún actor puede ejercerlo eficazmente: ni los
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Estados avanzados ni emergentes” (Arenal, 2001), esto nos sitúa en una distribución de
poder, que nos recuerda el complejo juego de ajedrez tridimensional de Nye (2003),
donde se muestra que los tipos de poder más interesantes están relacionados con el
atractivo cultural y la ideología, y con el establecimiento de programas y de incentivos
económicos para la cooperación.
“En el sentido del déficit de Estados Unidos, China y otros Estados asiáticos han
financiado la deuda estadounidense, ocasionando una relación de dependencia mutua”
(Sanahuja, 2008a:362). El denominado G2, cuya legitimidad y eficacia se cuestiona,
parece que no ha tomado en consideración estos argumentos, y cuyas relaciones
iniciaron como una especie de ayuda mutua, ahora se presentan en un suplicio de mutua
dependencia, pues si una de las potencias deja caer a la otra, ésta se cae con la primera.
Estamos frente a un juego de gigantes, donde Estados Unidos, como
acertadamente lo señala Gray (2008), siempre ha tenido una política económica para sí
y otra para el resto del mundo. Es por esto que ha logrado cierto protagonismo, pero un
protagonismo que así como tuvo día de inicio, está próximo al final.
EEUU, durante los años en los que castigaba a los países que se apartaban del
equilibrio presupuestario, estaba pidiendo préstamos gigantescos para financiar sus
recortes fiscales domésticos y sus compromisos militares (Idem), pero ahora que las
finanzas federales dependen por completo de que sigan entrando grandes remesas de
capital extranjero, serán los países que habían rechazado el modelo de capitalismo
estadounidense los que influyan en el futuro de su economía.
Esto nos lleva a decir que la relación entre las dos potencias con mayor
capacidad económica, se ha debilitado considerablemente, con diferencias en torno a
intereses comerciales y estratégicos avivando los temores estadounidenses de que China
está infringiendo en la influencia de los Estados Unidos desde hace mucho tiempo en
Asia (Perlez, 2012). Y así, mientras EEUU pide a las potencias que mantenía bajo su
dominio, ayuda, el reloj chino con creciente alarma que su país se ha convertido en un
objetivo frecuente de la culpa por la debilidad en el mercado laboral estadounidense
(Idem).
Es así, como vemos este fracaso, cuyo toque de fondo nos repercutirá a todos, y
que han creado hasta el momento, una especie de apatía por parte de los otros estados, a
las variantes que ofrecen éstas.
La solución al problema de crisis del G2, está en que las potencias deben
empezar a trabajar sus políticas, poniendo más atención a las cuestiones internas de sus
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Estados, y a su vez, formalizando compromisos verdaderos de cooperación, incluyendo
políticas de ayuda a otras potencias emergentes que deben unirse con políticas bien
planeadas.
Porque si bien es cierto que se prevé que China pueda suplantar a EEUU de aquí
al 2020, de acuerdo a un estudio de la banca británica Standard Chartered 4 (Le
Monde.fr, 2010), también lo es que la interdependencia no le facilitará el camino, y sin
el trabajo conjunto, se dificultaría esa hegemonía.
VI. A modo de conclusión
Podemos concluir que China y EEUU son, hasta este momento, las potencias
más grandes y poderosas del mundo, pero debido a las dinámicas de globalización,
transnacionalización e interdependencia, y atendiendo a los procesos de cambio que se
observan en las estructuras de seguridad, producción, finanzas y crédito, no se pueden
considerar como las piedras angulares dentro de la sociedad internacional, sobre todo
por las estadísticas que nos muestran que son potencias en decadencia.
Sin embargo, China es una potencia que si bien, depende de EEUU, tiene
proyectado, ser en unos años, una economía más potente que la otra, esto está por verse,
lo que sí es seguro es que la potencia estadounidense, por el poder blando que ha
ejercido como consecuencia de la globalización, no dejará que la sociedad internacional
legitime a China, debido a la bien manejada industria del cine y la tecnología, que usará,
sin duda alguna, para generar miedo y desconfianza ante la sociedad y ante las demás
potencias, para evitar la hegemonía china.
Lo que parece no darse cuenta EEUU, es que estamos dando paso a una
sociedad internacional, en la que su protagonismo se oculta cada vez más, y cuya
capacidad económica, militar y financiera, sólo lo hará ver como una de las múltiples
potencias del mundo, por esto, más que una guerra de economías, lo que se debe
pretender, es lograr políticas de autoayuda, y apostar más por la cooperación y dejar de
lado la rivalidad pacífica que hasta el momento ha enfrentado por lograr mantenerse en
su posición, porque como lo establece Grey (2008), EE UU seguirá siendo la mayor
economía del mundo durante un tiempo, pero serán las potencias emergentes las que,
4
La croissance rapide de son produit intérieur brut (PIB), conjuguée à une appréciation de 25 % de sa
devise, le yuan, devrait lui permettre de dépasser les Etats-Unis avant la fin de la décennie. L'économie
chinoise sera même deux fois plus importante que l'économie américaine d'ici à 2030, selon cette enquête.
« L'ampleur des changements dans les vingt prochaines années va être énorme ».
9
una vez que la crisis haya pasado, comprarán lo que haya quedado intacto entre las
ruinas del sistema financiero estadounidense.
VII. Fuentes de información.
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