MADRID
EDUCACIÓN

La segunda vida de los niños ucranianos: "Nuestros padres son médicos y no pueden salir del país"

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Un total de 68 refugiados ucranianos han sido escolarizados en Madrid desde que empezó la guerra con Rusia.

Clase de ucranianos en el Instituto Cervantes.
Clase de ucranianos en el Instituto Cervantes.A. DI LOLLI

Yevhenia abandonó su escuela de danza, Olga dejó atrás a su marido y a su empresa de paquetería, Dana renunció a sus estudios de Psicología... Tenían sus vidas, sus ilusiones y sus sueños hasta que se vieron obligadas a salir de su país con lo puesto.

Son las caras de la tragedia ucraniana, los rostros de cientos de familias partidas en dos: los hombres se han quedado en el frente, mientras que las mujeres con sus hijos han emprendido el éxodo por Europa.

Dana, de 19 años y de Ura, de 17, aterrizaron en Madrid hace tan sólo cinco días. Sus padres son médicos militares y no pudieron acompañarles, así que tuvieron que emprender solos la difícil travesía con su hermano de 12 años.

Con el miedo aún pegado a los talones, estos dos jóvenes asisten a clase en el Instituto público Cervantes de Madrid, en el barrio de Embajadores.

Allí acuden los sábados los niños ucranianos para aprender Historia, Geografía, Lengua y Literatura y que les convaliden los títulos de enseñanza en su país, gracias a un acuerdo de colaboración con la asociación cultural Diáspora Ucraniana.

Aquí en Madrid, a salvo de las bombas, Dana y Ura rememoran su periplo: «Salimos de nuestra casa hacia Hungría y nos fuimos moviendo en tren de ciudad en ciudad. Después tomamos un avión a España, donde nos ha acogido una familia», asegura Dana, que habla en inglés fluido y ya chapurrea algo de español.

Sorprende la entereza y serenidad de estos jóvenes, que no pueden ocultar la preocupación por sus padres: «El viernes tiraron bombas en el aeropuerto, que no se encuentra lejos de nuestra casa. Las alarmas antiaéreas suenan todo el rato y te tienes que ir al sótano. Nuestros padres no pueden salir del país, pero nos gustaría que estuviesen a salvo», añade Ura, que estudiaba Diseño Gráfico.

77.000 plazas

Como ellos, la Comunidad de Madrid ya ha escolarizado a 68 menores ucranianos en 27 centros educativos de 13 municipios. Un total de 34 cursan Primaria, 17 estudian el segundo ciclo de Infantil y otros 14 asisten a clases de Secundaria.

Estos niños ya se han incorporado a las aulas, donde ya estudiaban cerca de 3.100 ucranianos, una cifra que ahora se multiplicará tras la invasión rusa. De hecho, el Ejecutivo autonómico ha reservado para ellos cerca de 77.000 plazas distribuidas en todas las etapas, incluida Bachillerato.

El consejero madrileño de Educación, Enrique Ossorio, manifestó ayer, durante su visita al instituto, que también pondrán a su disposición todas las ayudas que tiene la Comunidad como «las becas para los libros, las de comedor, en fin, de todo».

Clase de Historia para los adolescentes.
Clase de Historia para los adolescentes.A. DI LOLLI

Olga Peshti llegó a la capital hace dos días con sus dos hijos de 6 y 16 años, mientras su marido se ha quedado en Ucrania. «Mi hijo pequeño tenía ataques de pánico por las sirenas y las bombas. Mi esposo nos llevó a la frontera con Polonia», explica.

No puede evitar que se le salten las lágrimas a lo largo de la conversación: «Es algo normal. Es un trauma psicológico. No paro de llorar», relata en su idioma, mientras Irina, una alumna ucraniana del centro Cervantes, hace de traductora.

Lo han perdido todo, pero, al menos, se han encontrado con el calor y recibimiento del pueblo español, que les ha acogido con los brazos abiertos. A diferencia de otros refugiados a los que se les da la espalda, a los ucranianos todo el mundo les quiere ayudar y los madrileños se están volcando con ellos.

En el Instituto Cervantes organizaron una recogida de alimentos y en tres días se vieron desbordados por los 1.500 kilos que recibieron, que ya han llegado a Kiev.

Yevhenia Kulishova, de 30 años, es otra de las madres recién llegadas que trae a su pequeño a las clases de los sábados. Hace unos días salió de Kiev, donde tenía su escuela de danza, que era como un segundo hijo para ella.

«Estoy muy agradecida por todo el apoyo recibido, pero no sé cómo seguir, cómo sentirme, ni qué planear. Amo a Kiev, amo a Ucrania, amaba mi vida allí. Me gustaría volver en cuanto sea seguro», concluye con tristeza.

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