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MAL RADICAL, EFICIENTE Y CONTINUO
A propósito de la censura en Chile del documental El diario de Agustín (2008), de
Ignacio Agüero y Fernando Villagrán

Por Lucy Oporto Valencia
oportolucy@gmail.com

 

 

 

 

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1. Censura tras el fin de la censura

El diario de Agustín, documental chileno realizado en 2008, en convenio con el Instituto de la Comunicación e Imagen (ICEI) de la Universidad de Chile, fue escrito y producido por Fernando Villagrán e Ignacio Agüero, y dirigido por el segundo. Muestra el desarrollo de la investigación realizada por un grupo de periodistas, integrado por académicos y tesistas egresados de la Escuela de Periodismo, coordinados por Claudia Lagos, acerca de la influencia de El Mercurio, la más grande empresa periodística de Chile, propiedad de Agustín Edwards Eastman, en las últimas décadas de su historia.

Dicha investigación, que dio origen a un libro homónimo, forma parte del documental. Éste narra la intervención directa de Edwards y su cadena periodística en campañas de desinformación y montajes para encubrir violaciones de derechos humanos cometidas durante la dictadura. Ha sido exhibido por distintos canales públicos de televisión del continente. Ha sido parte de conferencias internacionales sobre periodismo de investigación, y ha obtenido premios en festivales internacionales de cine. En Chile, recibió los premios Altazor y Pedro Sienna. (Véase elciudadano.cl, 5. 6. 2009; y ciperchile.cl, 28. 7. 2011.)

En mayo de 2010, Televisión Nacional de Chile (TVN) compró los derechos de exhibición de El diario de Agustín. Sin embargo, nunca llegó a emitirlo.

Esta situación hizo crisis recientemente, con ocasión de un conflicto que involucra al Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Según Faride Zerán, éste había programado un panel, titulado: “Por qué El diario de Agustín no puede exhibirse en la televisión chilena”, para el 14 de marzo de 2013, en el marco de un ciclo dedicado a la filmografía de Agüero, que incluía la muestra de este documental. Ricardo Brodsky, Director Ejecutivo del museo, solicitó cambiar a uno de los panelistas por otro que se refiriera al conjunto de su filmografía, “a fin de no tener tantas opiniones políticas, sino también tener alguna más especializada en audiovisuales y en documentales en particular”. Además, objetó la participación de Faride Zerán y Francisco Vidal, ex directores de TVN, por temor a sus cuestionamientos a dicho canal. Pero Agüero se negó a acoger estas solicitudes, y la realización del panel fue suspendida.

Anteriormente, en diciembre de 2012, Fernando Villagrán había declarado a The Clinic que el directorio de TVN, le tenía miedo a Edwards. Su Director Ejecutivo, Mauro Valdés, consideró tales declaraciones como una descalificación moral y, apelando a la autonomía de TVN, resolvió no emitir El diario de Agustín, y poner término anticipado al contrato, que expiraba en mayo de 2013.
               
Faride Zerán concluye:

En síntesis, una obra cinematográfica premiada ampliamente no puede ser exhibida en el Chile actual porque la censura y el miedo al poder existen y operan en todos los niveles.

Y según Agüero, en su respuesta a Brodsky:

(...) hay una espina clavada que se llama El diario de Agustín, porque a pesar de su calidad reconocida por críticos y en festivales, no logra ser exhibida en televisión. Este hecho naturalmente es un problema político y ese problema es el que quisimos debatir en el panel por medio de panelistas de alto nivel. (...) Pensé que el Museo de la Memoria era un lugar privilegiado para una mesa como la que ideamos (...). (Véase radio.uchile.cl, 7. 3. 13)

Este proceso se desarrolla tras el término oficial de la censura cinematográfica en Chile, aprobado por el Senado el 30 de octubre de 2002, al cabo de 10 años de tramitaciones. Tal vez, esto se relacione con la conmemoración, en 2013, de los 40 años del golpe de Estado de 1973, políticamente incorrecta e incompatible con las elecciones presidenciales sin memoria que se realizarán dentro de algunos meses, en una demostración más de la persistencia del trauma derivado de la catástrofe chilena.

2. El huevo de la serpiente

El diario de Agustín es un documental sólido, consistente y concentrado en imágenes, sonidos, testimonios, asociaciones y premisas relevantes. Se trata de un trabajo documentado con gran rigor, y estructurado argumentativamente, en vistas a la demostración de una hipótesis, a partir de un problema. Éste es enunciado al comienzo: qué hizo El Mercurio para ocultar o justificar las violaciones a los derechos humanos en Chile. Cómo legitimó al único gobierno que practicó la desaparición forzada de personas como política de Estado. Y qué motivos tuvo para alinearse con la dictadura. Según la presentación de la edición de este documental en formato DVD:

El diario de Agustín es el primer film que se atreve a tocar el poder de El Mercurio y de Agustín Edwards, su dueño, en una especie de juicio pendiente por la responsabilidad del diario en estos crímenes por los que goza aún de total impunidad.

Este trabajo se desarrolla en siete secciones, precedidas por una introducción con un epígrafe de Violeta Parra, alusivo a históricas masacres y su registro en la prensa. Dicha introducción muestra la omnipresencia de El Mercurio en la historia de Chile desde su fundación en Valparaíso, en 1827. En 1974, uno de sus titulares expresa: “La historia pasa a través de El Mercurio”. Y con ocasión de la conmemoración de sus 100 años, en 2000 –desde su fundación en Santiago, en 1900–, expresa: “El Mercurio: 100 años imprimiendo la historia”.

Tal inicio es relevante, pues expresa el sentido que esta investigación tiene para la comprensión del presente. Aquí aparecen imágenes fijas de Edwards y sus antepasados; titulares y otras páginas dedicadas a Michelle Bachelet; y registros de la presencia de opositores a la dictadura durante dicha conmemoración, saludando a Edwards, como Óscar Guillermo Garretón –denunciado y perseguido por El Mercurio tras el golpe de Estado–, José Miguel Insulza y Ricardo Lagos, entre otros. Esta introducción pone de relieve la poderosa influencia de El Mercurio en el destino y la historia de Chile, extendida a la postdictadura, marcada por la impunidad como metástasis social y psicológica permanente y creciente.

Las seis secciones posteriores se concentran en la demostración de la participación de Edwards y su cadena periodística en montajes, desde antes del golpe de Estado y, posteriormente, para encubrir crímenes de lesa humanidad. La primera, “El Mercurio miente”, muestra su acción insidiosa y acusadora frente a la reforma agraria y el paro de estudiantes de la Universidad Católica de Chile, en 1967.

La segunda, La ayuda extranjera viene, trata acerca del financiamiento solicitado por Edwards al gobierno de Estados Unidos. Su objetivo era proteger su empresa y, en alianza con los intereses de aquél, llevar  a cabo su agresiva y sediciosa campaña contra el gobierno de Salvador Allende, que culminó con el golpe de Estado.

La tercera, Los 119, expone el intrincado plan para encubrir la desaparición en Chile de 119 militantes, en su mayoría del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), por la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA, 1973-1977), en 1975, en el marco de la Operación Cóndor. Sus nombres aparecieron en dos revistas extranjeras, de Argentina y Brasil, respectivamente, en ediciones únicas. Y esta información fue reproducida por diarios de la cadena El Mercurio, con titulares ignominiosos, como parte de una operación de desinformación y encubrimiento de esos crímenes, frente a la presión internacional.

La cuarta, Crimen pasional, presenta la maniobra de prensa destinada  encubrir el asesinato y la desaparición de Marta Ugarte, militante comunista, en 1976. Corresponde al único de los cientos de cuerpos arrojados al mar que apareció en una playa. La DINA realizó el  montaje que atribuía su asesinato a un crimen pasional, con el fin de ocultar este sistema de exterminio.

La quinta, “Una guía para la sociedad”, muestra el doble estándar de El Mercurio. Por un lado, pretende ser referente y guía para la sociedad. Pero, por otro, niega la existencia de los detenidos-desaparecidos, desconociendo los informes de la Vicaría de la Solidaridad.

La sexta, Calumnias e injurias, expone el caso de dos militantes comunistas falsamente identificados como violentistas en el marco de la visita del Papa Juan Pablo II a Chile, en 1987. Fueron detenidos arbitrariamente y torturados, sobre la base de fotografías obtenidas directamente de la Central Nacional de Informaciones (CNI, 1977-1990). Aquí se muestran unas de las pocas imágenes en movimiento de Edwards quien, debido a su responsabilidad, fue encargado reo por injurias y calumnias con publicidad.

Y la séptima, Epílogo, se concentra en la figura de Edwards ofreciendo declaraciones para los medios de prensa y la televisión en 1992, tras la liberación de su hijo Cristián Edwards del Río, secuestrado por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) en 1991. Agradece públicamente a las instituciones que lo apoyaron. Por otro lado, aparecen titulares de El Mercurio relacionados con este caso, lo cual contrasta con su silencio respecto de los detenidos-desaparecidos. La periodista Cecilia Serrano, de TVN, pregunta a Edwards cómo ha cambiado su visión acerca de este problema luego del secuestro de su hijo, y qué diría a las madres de los detenidos-desaparecidos. Poniéndose él como ejemplo, les aconseja tener fe en Dios, y tomar esta experiencia como una cruz, una prueba y una señal positiva.

Como el huevo de la serpiente, que contiene el reptil ya formado en su interior, la trayectoria de Edwards a través de su cadena periodística lo muestra igual a sí mismo, en el curso de la historia reciente de Chile. Por eso, según las correctas declaraciones de Manuel Antonio Garretón, El Mercurio nunca tendrá un mensaje libertario. Pues para eso tendría que negar su esencia autoritaria y su propia historia.

3. Mal radical, eficiente y continuo

El diario de Agustín es concluyente en lo que concierne a la demostración de la participación de Edwards y su cadena periodística en violaciones a los derechos humanos, a través de la mentira, la ocultación y el simulacro. Éstos fueron instrumentos de su campaña sediciosa y golpista contra Allende, y de sus montajes destinados tanto a la acusación y la persecución, antes y después del golpe de Estado, como al encubrimiento de la tortura y la desaparición forzada de personas durante la dictadura, cuyos efectos han continuado durante la postdictadura, hasta la actualidad.

Los entrevistados vinculados a la dictadura y El Mercurio muestran ostensibles mecanismos de defensa básicos e indicios de complejo, según la conceptuación de Jung. Éstos se manifiestan a través de sus reacciones ante las preguntas de sus entrevistadores, mostrando cómo les afectan, a pesar de ellos mismos. Y tales indicios son: silencios, omisiones, sonrisas, negacionismo, e intentos de tomar distancia de la dictadura, la DINA y la CNI. La entrevista a Arturo Fontaine, que es uno de los hilos conductores del documental, es ejemplar en este sentido: ante las preguntas acerca de Edwards y las violaciones a los derechos humanos, se retira ofendido. Edwards, por su parte, se negó a ser entrevistado.

El contraste entre las versiones y la actitud de dichos entrevistados, por un lado y, por otro, las de los familiares de los detenidos-desaparecidos, las víctimas de la tortura, y otros testimonios y evidencias relacionados con estos sistemas de exterminio, es total. La música, de Giorgio Varas y Cristián López, una masa sonora continua en registro grave, con líneas melódicas lejanas en algunos tramos, acompaña imágenes de archivo silenciosas, fijas o en movimiento, como en una especie de relato paralelo introspectivo, tal vez apelando a la conciencia y la memoria del espectador. Dicho relato pone de relieve el carácter siniestro, difuso, omnipresente e inconcebible de lo que subyace en la historia reciente de Chile, modelada por El Mercurio. Pero este proceso está lejos de haber terminado, como lo demuestra, por ejemplo, la extinción de la prensa que resistió la dictadura, bajo los regímenes de la Concertación de Partidos por la Democracia, que no hizo sino perpetuar su herencia de otro modo, pretendiendo ahora volver a gobernar.
               
La difusión  y apreciación de El diario de Agustín es relevante no sólo para la imprescindible reflexión acerca del periodismo, sus prácticas actuales –que, según Claudia Lagos, han sido heredadas de la dictadura– y las comunicaciones en general, o la reconstrucción de la memoria histórica, y la búsqueda de verdad y justicia respecto de los crímenes de lesa humanidad. También es relevante para la reflexión acerca del cine como fenómeno cultural, por ejemplo, en cuestiones relativas a  la relación entre ética y estética. Por eso, la petición de Brodsky a Agüero, de cambiar a uno de los panelistas por uno que se refiriera a su filmografía, en vistas a evitar el conflicto político, es insostenible. Pues una obra cinematográfica de estas características no puede ser disociada sin que su propia naturaleza sea vulnerada. Tanto su estructura formal como los procedimientos estéticos y técnicos escogidos por el realizador, dan cuenta de su contenido. Y en el caso de El diario de Agustín, es imposible omitir sus implicaciones culturales y políticas, sin que esa disociación se convierta en una extensión más de los mecanismos de defensa e indicios de complejo que él mismo denuncia, o de la censura que ahora lo ataca.
               
Finalmente, este documental también posee implicaciones filosóficas e, incluso, teológicas. Pues, por un lado, ofrece elementos para el estudio del inconsciente colectivo chileno, del que la larga  historia de El Mercurio también forma parte. Y por otro, ofrece elementos para un estudio acerca del problema del mal.

El poder que Edwards y su cadena periodística detentan –en sentido estricto; esto es, como ejercicio ilegítimo de algún poder– apunta a un mal radical, eficiente y continuo. Su existencia cuestiona la concepción del mal como privación de bien y carente de sustancia, que la patrística, basándose en la filosofía griega, defendió durante siglos, en su lucha contra el dualismo que postulaba un principio del mal, independiente de Dios.

En este documental, las referencias a la mentira son una constante, de principio a fin. Es la línea que conduce su argumentación y denuncia. Pero la mentira es una eficiencia y no una deficiencia, cuyas consecuencias reales permanecen hasta la actualidad, como sustrato de la sociedad chilena dominada por la impunidad de modo radical. Pues la acción de El Mercurio ha sido capaz de modelar la historia misma de Chile, legitimando comportamientos naturalizados socialmente, como la negación de la verdad, el silencio y la incapacidad de respuesta, así como la reducción de cualquier conflicto a un particularismo idiotizante, banal, disgregador y desrealizador –como ha ocurrido, por ejemplo, con la biografía de Violeta Parra post mortem. Y una demostración de esto es la censura impuesta por TVN y, en particular, por el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, desnaturalizado por esa misma fuerza irradiante y difusa, en lugar de ser un espacio para la discusión abierta y rigurosa acerca de la historia reciente de Chile, y sus efectos traumáticos persistentes en distintos niveles.
               
Una forma de resistir ese poder sería el esfuerzo por hacer conscientes las profundidades del inconsciente colectivo chileno, a través de una permanente búsqueda de conocimiento. Pero ésta es una tarea ardua, que exige un enorme esfuerzo moral,  voluntad diferenciadora y capacidad autocrítica, frente al peligro de que la conciencia misma sea absorbida por lo desconocido psíquico, y termine convertida en una extensión indiferenciada más de ese poder omnímodo.

Agustín Edwards aconseja a las madres de los detenidos-desaparecidos tener fe en Dios, y considerar su pérdida, que él mismo ayudó a encubrir, como una cruz, una señal y una prueba positiva y rentable. La trama del documental converge en esos últimos planos, en proporción a su desarrollo, que muestran a Edwards satisfecho de violentar a esas madres una vez más. Pero esta vez, apelando a la fe en Dios, como si éste fuese su socio en alguna gestión de negocios.

Sus expresiones revelan que Edwards no tiene límites. Es capaz de pervertir la imagen de Dios mismo, en función de sus intereses. Y si es capaz de hacer esto, entonces es capaz de pervertir una sociedad y su historia desde dentro. Invocando el poder divino, en referencia a sí mismo, da consejos a las madres de los detenidos-desaparecidos, enrostrándoles una vez más su anticomunismo y desprecio por ellas y lo que representan. En este sentido, la conclusión del documental no puede ser más precisa, reveladora y pasmosa.

Pues lo que subyace en esa autocomplaciente invocación a Dios, no es sino otra ocultación: la de un mal radical, eficiente, extremo y persistente, cuya trayectoria histórica en Chile corresponde a las expresiones de Mt 12, 31-32, acerca del pecado contra el Espíritu –el único que no tiene perdón de Dios–, y de Jn 8, 44,  que describen al Diablo, en su constitución misma, como mentiroso, padre de la mentira y homicida desde el principio.

Valparaíso, 16-20 de marzo de 2013

 

 


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El Diario de Agustín/ Documental completo: http://www.youtube.com/watch?v=Wvo0939_bSc



 

 

 

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MAL RADICAL, EFICIENTE Y CONTINUO
A propósito de la censura en Chile del documental "El diario de Agustín" (2008), de Ignacio Agüero y Fernando Villagrán
Por Lucy Oporto Valencia