Sobre la actuación tardía de España ante el COVID

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Es evidente que gestionar una pandemia mundial, teniendo en cuenta que nada igual ha ocurrido en los últimos 100 años, no es una tarea fácil. Es comprensible que los gobiernos no actúen en el momento más óptimo, que se cometan errores, o que se deban tomar decisiones rápidas y al día con el riesgo que eso conlleva. Creo que nadie duda eso. Hablamos de una pandemia, y aun tomando las mejores decisiones posibles y haciéndolo todo de la mejor forma posible, el COVID-19 iba a entrar igualmente en España, y se iba a llevar a muchas víctimas por delante.

Ahora bien. Igual que no se puede negar lo anterior, siendo honestos, tampoco se puede negar lo evidente.

Sí, es comprensible que a finales de febrero, cuando China estaba ya en una situación crítica, y con los antecendentes de la gripe aviar y otras gripes similares, muchos pensáramos: “qué agoreros, otra gripe más”. El problema viene cuando Italia empieza a estar en la misma situación que China. Italia no es un país asiático con otra cultura que está a tomar por culo del mundo y que apenas conocemos. No, Italia es un país del sur de Europa muy similar a España. Especialmente en ese momento, son muchos los economistas, periodistas, médicos, etc. que empiezan a avisar de que esto no era una broma. Que si no se tomaban medidas España podría estar en la misma situación que Italia. Evidentemente, muchos otros países europeos como Francia, Portugal, Dinamarca, etc. también estaban en la misma situación que España y también les pilló la pandemia de imprevisto. Con un sutil matiz que algunos a sabiendas pasan por alto: ellos sí tomaron medidas preventivas que no les han obligado posteriormente a tener que asumir el confinamiento más duro de Europa.

Porque, además, hay una frase que dice: que un evento no tenga muchas probabilidades de producirse no es una buena excusa para ignorarlo si las consecuencias del mismo pueden ser catastróficas. Y en nuestro caso, en el de España, además esas consecuencias catastróficas no teníamos que imaginárnoslas o pensar en cuáles podrían ser en el caso de que el COVID-19 entrara y se expandiera por España. Porque esas consecuencias las estábamos viendo ya en Italia, en ese mismo momento.

Ahora bien, muchos podrían seguir pensando, sí, tienes razón, pero no deja de ser una pandemia mundial, probablemente cualquier otro gobierno o políticos hubieran caído en el mismo error y actuado de la misma negligente manera. Y sí, aunque eso no es excusa, estoy de acuerdo. Pero hay otro sútil matiz. Sí, otro sútil matiz. Mientras ya empezaban a aparecer médicos, economistas, periodistas, etc. que empezaban a avisar de la posible peligrosidad del COVID-19, el error de nuestro gobierno NO fue “simplemente” ignorarlos.

No. Estamos hablando de que no simplemente los ignoraron, si no que… los acusaron de que su única intención fuera crear alarma social. De querer vender la peligrosidad del COVID-19 únicamente para criticar la no-actuación del gobierno. Los acusaron de extremistas y personas de extrema derecha por proponer medidas de control. El delito del gobierno no solo está en no haberlo previsto, en no haberlo visto venir, o en haber ignorado a quiénes sí lo estaban viendo (en vivo y en directo) venir.

Aun no viéndolo venir, el gobierno pudo haber adoptado una posición prudente, neutra, de sentido común, del tipo: “Estamos estudiando la peligrosidad del COVID-19”, “Es un virus desconocido del que no tenemos datos, no sabemos el alcance que puede tener en España”, “Ante la poca información existente, no sabemos aún si las mascarillas y guantes pueden ser útiles o no”, etc.

Pero no. No solo no lo vio venir, sino que la posición que adoptó, por un mero fanatismo ideológico, fue la de criticar a los que sí lo hacían, y tomar medidas completamente erróneas para afirmar esa posición. Es decir, no es que no hiciera lo más óptimo y lo que había que hacer. Es que hizo todo lo contrario.

El gobierno no solo no ayudó a la contención del COVID-19, sino que lamentablemente… promovió su difusión. No estamos hablando de un tema únicamente de incompetencia (que ya de por sí es grave), si no, lo que es peor, ideológico: “usáis esa peligrosidad del virus de la que estáis alarmando para criticar nuestra ideología”. Repito, ideológico.

¿Y qué hicieron los medios de comunicación? Su tarea, en teoría, es investigar, comprobar, refutar. Y en su lugar, la mayoría de medios de comunicación se dedicó a promover las “fuentes oficiales”, ni una crítica, ni una mínima investigación para comprobar si quizá a los que acusaban de alarmistas, no eran tan alarmistas.

Y a medida que los días avanzaban los datos empezaban a revelar la realidad del COVID-19, se comenzaban a suspender congresos y eventos multitudinarios, países de nuestro entorno comenzaban a tomar medidas (no necesariamente tan restrictivas como el confinamiento o similares), se superaba la centena de contagiados y comenzaban a caer las primeras víctimas… y el gobierno no hizo nada. Osea, lo que cualquier persona común entiende por nada. Nada. Ni siquiera medidas preventivas como la concienciación, el aprovisionamiento de material “por si acaso”, o el control de personas que volaban de países de riesgo. No hizo nada hasta el 9 de marzo.

Ahora bien. Recordando la frase que mencionábamos antes (que un evento no tenga muchas probabilidades de producirse no es una buena excusa para ignorarlo si las consecuencias del mismo pueden ser catastróficas), ante la información y datos que el gobierno debía tener ya en esa fecha, no digo ahora con la información que ya sabemos después de dos meses, digo ya en esa fecha, repito por si alguien no lo ha entendido, YA EN ESA FECHA, (y que la ciudadanía no tenía por qué conocer o saber, entre otras cosas porque tampoco cobra por ello como sí lo hace el gobierno, y siendo evidente que no la conocía ante tanta información negacionista por parte del gobierno), debía ser más que obvio que era una negligencia atroz permitir todos los eventos que se celebrarían ese día (partidos, viajes en metro, etc.), incluida la manifestación del 8M, así como no haberlos suspendido ya, al menos, varios días antes. 

Porque no nos equivoquemos. El problema no fue permitir el 8M. El problema fue si realmente el gobierno no actuó unos días antes, tomando medidas de prevención que sí estaban tomando nuestros países vecinos, únicamente para permitir celebrar el 8M por el beneficio político evidente que para ellos tiene en circunstancias normales.

Evidentemente, ahora sí, por un tema de incompetencia, no calcularon las consecuencias catastróficas que vendrían tras la (equivocada) toma de estas decisiones, y debido a las cuales saldrán claramente muy mal parados políticamente (bueno, conociendo a los españoles quizá soy demasiado optimista). Porque si las posibles consecuencias de equivocarse podían ser catastróficas (como ya se veían en Italia), no tiene ninguna justificación que los eventos de al menos dicho día (y con los datos existentes, probablemente desde algún día también anterior) no se prohibieran ante la más minimísima duda o minimísimo riesgo del virus. Porque no olvidemos que ya, sin entrar en gran profundidad, ese día ya había centenares de contagiados, y varios muertos, cojones.

El COVID-19, aun actuando de la manera más óptima posible, se habría llevado muchas víctimas. Cierto confinamiento quizá habría sido necesario. La crisis posterior seguiría siendo gravísima para nuestro país. Pero no se puede olvidar, que parte de esas víctimas, parte de esas graves consecuencias debido a ser necesario llevar a cabo el confinamiento más duro de Europa, vendrán por un problema de ideología, lo cual es gravísimo, y debería tener responsabilidades políticas, civiles, y posiblemente penales. Los políticos que conforman el gobierno de España son escuchados por millones de ciudadanos, que actúan según sus palabras y recomendaciones. Tienen que tener dos luces (no pido más) antes de acusar, antes de criticar, antes de tuitear. Y si alguno no las tiene, que no se meta. Y si se meten, que paguen sus negligencias (y como digo, en este caso, la incapacidad es la menor de las negligencias cometidas). Porque sus neglicencias, no las sufren ellos. Las sufrimos nosotros.

Aquí podría terminar una historia que será muy negra para España, a la que a una pandemia mundial se ha sumado incompetencia, ineptitud, y negligencia ideología que es evidente que va a contribuir a elevar la cifra de muertos y perjuicio económico. Pero, aún así, se siguen sumando noticias, ya no tan graves, porque el daño ya está hecho, como la improvisación exagerada ante la comunicación de ciertas noticias, las horas de publicación de diferentes regulaciones, la existencia de cierto ademán por querer tener controlada cierta información crítica hacia el gobierno en RRSS, el enorgullecimiento de algunos políticos por hacer de España el país con el confinamiento más duro de Europa, críticas internas y confrontaciones entre ambos partidos que conforman el gobierno, uso propagandístico de las medidas tomadas siempre que es posible (Podemos en su mayoría), imposición de multas que no se ajustan a la legalidad de un Estado de Alarma según diversos criterios jurídicos, compras de materiales sanitarios defectuosos o nulas por escaso conocimiento del mercado internacional (error quizá comprensible debido a que también ha ocurrido en otros países), preguntas sesgadas de encuestas de opinión controladas por el PSOE para defender la gestión de Pedro Sánchez y del gobierno, etc, que no ayudan para nada a empatizar con esta gestión.

Un argumento muy utilizado por este sector de la izquierda (basado, por supuesto, en el “y tú mas”) para defender su gestión, es que también se podría criticar no solo a este gobierno por las multitudinarias negligencias manifestadas hasta aquí, sino también al gobierno del PP por los recortes sanitarios llevados a cabo en la Comunidad de Madrid previamente. Sí, puede ser. Pero vamos a ser honestos. El éxito en la gestión de una pandemia, se está comprobando que no está tanto en el gasto en sanidad por ciudadano, sino en el temprano control y medidas llevadas a cabo. Y el ejemplo son Grecia y Portugal, con recortes en sanidad muchísimos mayores que los de un país como España.

¿Y las Comunidades Autónomas? ¿No tienen ellas también culpa de no anticiparse? Pues sí, la tienen, pero no hace falta ser muy listo para saber que tienen un grado de responsabilidad claramente menor que la del gobierno. Porque es el gobierno quién dispone de todos los datos, de todos los medios, de todos los servicios de inteligencia, de todo el poder de decisión.

Y de todos los errores manifestados por este gobierno, algunos errores pueden ser comprensibles, por la extraordinariez de la situación, la falta de experiencia previa en la gestión de una pandemia similar a la actual, etc. Pero otros errores, no son comprensibles. Y que sumados a la incapacidad, ineptitud y negligencia ideológica ya mostrada por este gobierno con su no-actuación hasta que el daño ya estaba hecho, dan ganas de echarse a llorar. No, no dan ganas de pedir dimisiones. No, no dan ganas de escribir un ladrillo como el actual de crítica hacia la gestión llevada a cabo por el gobierno en esta crisis. No. Dan ganas de echarse a llorar. Mientras tanto, aquí seguimos, casi dos meses encerrados.

Y más triste es ver cómo fácilmente muchísima gente compra el discurso ya demostrado falaz del “no se podía saber”, que lo único que demuestra es el fanatismo ideológico de mucha gente. Sí, es verdad, no se podía saber con certeza si el tsunami que vendría sería más o menos grave, pero las primeras olas del tsunami ya se veían, y sí se tenían datos suficientes para haber tomado medidas preventivas “por si acaso”. Y el gobierno no solo no las tomó, sino que criticó fuertemente a quienes sí estaba avisando de que era necesario tomarlas. Se puede ser de izquierdas y criticar los errores (más que evidentes, y que costarán vidas adicionales y graves consecuencias económicas) del gobierno. Algunos entendibles. Otros no. Y repito, no me refiero a haber previsto la pandemia y que esta no hubiera afectado a España, porque eso, estamos todos de acuerdo como ya he explicado que era imposible. Pero de “no preveer la pandemia” a “contribuir durante los días cruciales a difundir la pandemia”, por motivos no sólo de negligencia e incapacidad sino de fanatismo ideológico, hay un trecho. Junto a Reino Unido, España es el país que peor ha gestionado la pandemia. Y eso no es una opinión, es un hecho, que pagaremos en víctimas y desastrosas consecuencias económicas.

Y por último. Si gobernara cualquier otro partido o conjunto de partidos de la oposición, ¿creo que lo habrían hecho mejor? No lo sé, mucho mejor, desde luego, no lo creo. Lo que sí creo es que hacerlo peor habría sido francamente difícil. 

Y esto es todo. Perdón por el tocho.

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