REDEFINIENDO LA SEGURIDAD INTERNACIONAL
CONTEMPORÁNEA
(II PParte)
arte) *
MARIANO CÉSAR BARTOLOMÉ **
This paper describes the idea of «assymetry», which is characteristic of the
International Security micro level nowadays. It is also one of its main
expressions, the so-called: «New Wars».
INTRODUCCIÓN
La Seguridad Internacional, como campo de análisis, define su agenda en función
de las «amenazas a un orden (entendido como reglas de juego) existente». Su foco consiste
en el estudio de la violencia y el conflicto en el sistema internacional, y de las amenazas a
la seguridad de los Estados.
La militarización de la agenda de la Seguridad Internacional fue el rasgo dominante
durante buena parte de la Guerra Fría, asociando este concepto a «el estudio de la amenaza,
uso y control de la fuerza militar», según el concepto de Stephen Walt. Sin embargo, a
principios de los años 70, se inició un proceso de flexibilización por el cual quedaron superados
los abordajes restringidos únicamente a la perspectiva westfaliana, constituida por una
percepción estadocéntrica de los actores, el carácter interestatal de sus relaciones y la
preponderancia del poder duro.
Hoy, en tanto persiste un nivel de seguridad tradicional que continúa ocupándose
del instrumento militar, y a su forma y grado de empleo, cobra relevancia un nivel de seguridad
micro. Éste incluye factores de naturaleza transnacional sobre cuya dinámica las estructuras
estatales padecen fuertes limitaciones, así como lo que ha dado en llamarse «Nuevas
Guerras». En este trabajo,1 nos concentraremos en dos aspectos del referido plano micro:
en la idea de asimetría, como uno de sus rasgos distintivos, y en las mencionadas «Nuevas
Guerras».
DE LA REVOLUCIÓN DE LOS ASUNTOS MILITARES A LOS CONFLICTOS ASIMÉTRICOS
Históricamente, la idea de guerra remite a un conflicto armado interestatal y al
modelo de guerra convencional que presupone el pensamiento realista, resultado de la
consolidación del Estado como actor preponderante de la escena internacional, hecho
*
**
1
Este artículo corresponde a la Segunda Parte, y final, del de igual nombre publicado en la Edición Nº 94,
correspondiente el período Enero-Marzo del 2004.
Graduado y Doctor en Relaciones Internacionales. Master en Sociología. Ex-becario investigador postdoctoral
del CONICET. Profesor de la Universidad del Salvador, la Escuela Superior de Guerra, la Escuela de
Defensa Nacional y la Universidad Nacional de La Plata.
El presente trabajo toma como antecedentes la conferencia brindada por el autor en la Escuela de Guerra
Naval de la Armada Argentina, el 7 de septiembre del 2004, y la presentación efectuada en el «Taller de
Conflictos Armados» del II Congreso Nacional de Sociología, Universidad de Buenos Aires (UBA), 2004
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9
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acontecido en 1648 con la Paz de Westfalia. El historiador militar Martin Van Creveld, basándose
en Clausewitz, denomina a estos conflictos como guerra trinitaria por sus tres componentes
esenciales: un gobierno que representa al Estado, monopoliza la fuerza y la dirige contra
otros actores estatales; un ejército organizado, que la ejecuta; y un pueblo que permanece
al margen de las acciones, salvo que sea incorporado al instrumento militar a través de la
movilización.2
Aún cuando desde Sun Tzu se sostiene que la guerra es un arte, también se ha
alegado que es una ciencia. Y la presunta cientificidad de la cual goza la guerra convencional
surge de la observancia de lo que se ha denominado Teoría del Desgaste (Theory of Attrition):
la búsqueda de la destrucción de la masa del enemigo, sus fuerzas físicas, atacando sus
centros de gravedad y definiendo el enfrentamiento en una batalla decisiva donde se
impone el mayor poder de fuego y la superioridad tecnológica. Sus elementos centrales
son:
· Tasa de fuerza inicial: la superioridad numérica y material, real o percibida,
de uno de los contendientes sobre el otro
· Tasa de pérdida de ambos contendientes, en términos de vidas y material,
como resultado de la batalla.
· Resultado: algebraicamente surge de la tasa de pérdida dividida la tasa de
fuerza inicial.
En estos términos teóricos, el objetivo de las partes es imponer su tasa de fuerza
inicial a una tasa de pérdida aceptable (la menor posible). De ahí la importancia otorgada
a la cantidad y calidad de los sistemas de armas, en términos comparativos con los de la
contraparte. El análisis de las relaciones de fuerza, su énfasis en elementos tangibles y la
posibilidad de mensurar a los mismos son los elementos de la Teoría del Desgaste que
otorgan cientificidad a la guerra convencional.3
El paradigma del moderno conflicto armado convencional, en esta post Guerra
Fría, ha sido la primera Guerra del Golfo (o segunda, si se inicia la zaga con la guerra IránIrak), con empleo intensivo de tecnologías de última generación. De hecho, la misma fue
definida como una guerra tecnológica por quien comandó en ese evento las tropas aliadas,
Gral. Schwartzkopf (un concepto de alcances similares a otro más conocido, el de «guerra
de la Tercera Ola» acuñado por Toffler). Este salto cualitativo se tradujo en el empleo intensivo
del concepto Revolución de los Asuntos Militares (RMA).
En forma atemporal y descontextualizada de las actuales circunstancias, este
concepto ha sido definido por Krepinevich de la siguiente forma: «lo que ocurre cuando la
aplicación de nuevas tecnologías en un número significativo de sistemas militares se combina
con conceptos operacionales innovadores y adaptaciones a la organización, en una manera
2
3
10
VAN CREVELD, Martin: The Transformation of War, Free Press, New York, 1991, pp. 33
y ss.
Los contenidos de la Teoría del Desgaste surgen de su descripción en GATTUSO, Joseph: «Warfare
Theory», Naval War College Review, Autumn 1996, pp. 112-123.
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tal que se altera fundamentalmente el carácter y conducta del conflicto (...) haciéndolo a
través de un dramático incremento en el poder de combate y la efectividad militar de las
Fuerzas Armadas».4
Una RMA trasciende la mera aplicación de nuevas tecnologías al armamento, hecho
conocido como una Revolución Técnica Militar (MTR), para constituirse en un cambio en la
misma naturaleza de la guerra. Su característica distintiva no sería tanto la rapidez con que
se incrementa la efectividad militar respecto al contendiente, sino la magnitud de ese salto
de efectividad en relación a las capacidades militares preexistentes. Así, una RMA es el
resultado de cuatro factores secuenciales: cambio tecnológico + desarrollo de sistemas
de armas + innovaciones operacionales + adaptación organizacional.5
Sin embargo, la Teoría del Desgaste (y por ende la guerra convencional moderna)
presupone que ambos contendientes la adoptan, desarrollando consecuentemente modos
de combate similares. Y el hecho es que la post Guerra Fría presenta el desafío de emplear
el poder militar en formas diferentes a la que plantea ese enfoque teórico, debido a la
cambiante fisonomía de los conflictos actuales.
Esa variación fisonómica ha redundado en la aparición de nuevos rótulos para
denominar a los conflictos armados, como guerras ambiguas, conflictos semianárquicos y
conflictos desestructurados, entre otros.6 Sin embargo, la denominación que más parece
haberse extendido en los últimos tiempos es la de «conflictos asimétricos». Este concepto
surge inicialmente en 1995, en la publicación oficial estadounidense Joint Warfare of the
Armed Forces, en referencia a contiendas armadas en las cuales se enfrentan fuerzas disímiles,
en el sentido de terrestres versus aéreas, aéreas versus navales, etc.
A lo largo de la segunda mitad de la década del 90, los alcances del concepto
fueron volviéndose más nítidos, hasta llegar a su significación actual. Hoy, se entiende que
en los conflictos asimétricos la respuesta de uno de los protagonistas frente a su oponente
no enfatiza en la búsqueda de una paridad de fuerzas, sino en el empleo de tácticas no
convencionales; desde el punto de vista de las Fuerzas Armadas, esa forma de operar es
percibida como profundamente diferente a la que orientó su organización y el desarrollo de
sus sistemas de armas.7
4
5
6
7
KREPINEVICH, Andrew: «Cavalry to Computer: The Pattern of Military Revolutions», en STRATEGY AND
FORCE PLANNING FACULTY: Strategy and Force Planning. Naval War College, Newport 1997, pp. 430446.
FITZSIMONDS, James & VAN TOL, Jan: «Revolutions in Military Affairs», Joint Forces Quaterly Nº 19,
Summer 1998, pp. 90-97.
Estos tres conceptos se observan respectivamente en DOWNES, Richard: Landpower and Ambiguous
Warfare: The Challenge of Colombia in the 21st Century, Strategic Studies Institute (SSI) Conference
Report, USAWC, Carlisle Barracks March 1999; NAHUM, Fasil: The Challenge for Humanitarian Law and
Action at the threshold of the 21st Century, 3rd International Security Forum and 1st Conference of the PfP
Consortium of Defense Academies and Security Studies Institutes: «Networking the Security Community in
the Information Age», Zurich, 19–21 October 1998 (Workshop 5C: Humanitarian Law and Action); y
SANDOZ, Yves: Implementation of International Humanitarian Law: Challenges and New Approaches, 3rd
International Security Forum and 1st Conference of the PfP Consortium of Defense Academies and Security
Studies Institutes: «Networking the Security Community in the Information Age», Zurich, 19–21 October
1998 (Workshop 5C: Humanitarian Law and Action).
CRAIG, D.W.:Asymmetrical Warfare and the Transnational Threat: Relearning the Lessons from Vietnam,
Advanced Military Studies Course (AMSC-1), Department of National Defence, War, Peace and Security
WWW Server, Canada 1998; NEAL, op.cit.
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11
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Steven Metz ha planteado la cuestión de manera simplificada, considerando que la
idea de asimetría, aplicada a un conflicto, se refiere al uso de algún tipo de diferencia para
ganar una ventaja sobre un adversario; además, le agrega a la misma tres características
generales:8
· Generalmente buscan generar un impacto psicológico de magnitud, tal
como un shock o una confusión, que afecte la iniciativa, la libertad de
acción o los deseos del oponente.
· Requiere una apreciación previa de las vulnerabilidades del oponente.
· Suele basarse en tácticas, armas o tecnologías innovadoras y no tradicionales.
En este sentido, podemos decir que en las guerras convencionales, que se plantean
y desarrollan conforme a la Teoría del Desgaste, los Estados beligerantes «buscan la disimetría
pero no la asimetría». La diferencia es clara:9
· Disimetría: indica una diferencia cuantitativa entre fuerzas beligerantes o
Estados.
· Asimetría: subraya las diferencias cualitativas en los medios empleados, en
el estilo y en los valores.
La búsqueda de la disimetría, no la asimetría, preanuncia que en contextos
asimétricos los Estados corren importantes riesgos de ser derrotados. Así, se ha dicho que un
conflicto es asimétrico cuando es emprendido en el interior de un Estado por fuerzas que se
le oponen y que, siendo mucho menores en efectivos y en medios militares, acaban
normalmente por conseguir, por recurso a un conjunto de capacidades propias -culturales y
materiales, o circunstanciales- la victoria.10
En definitiva, consideramos que la mejor definición de asimetría es la que propone
Max Manwaring:11
«Actuar, organizar y pensar de manera diferente al oponente, en orden a
maximizar ventajas de uno mismo, explotar una debilidad del oponente,
retener la iniciativa, y/o ganar mayor libertad de acción. Puede ser políticoestratégica, estratégico-militar, operacional, o una combinación de las
mismas. Puede admitir diferentes métodos, tecnologías, valores,
organizaciones, perspectivas temporales, o alguna combinación de todo
ello. Puede ser de corto o largo plazo. Puede ser deliberada o por omisión.
Puede ser discreta o buscada en conjunción con abordajes simétricos. Y
puede tener dimensiones tanto psicológicas como físicas»
8
9
10
11
12
METZ, Steven: «Strategic Asymmetry», Military Review LXXXI:4, July-August 2001, pp. 23-31.
BISHARA, Marwan: «La Era de las Guerras Asimétricas», Le Monde Diplomatique (ed. en español)
Octubre 2001, pp. 6-7.
MENDES, Reynold: «Guerras asimétricas. Riscos asimétricos», Military Review (Brazilian) LXXXIII:2, 2nd
Quarter 2003, pp.46-54
MANWARING, Max: «La Política de Seguridad de EE.UU. en el Hemisferio Occidental: ¿por qué Colombia?
¿por qué ahora? ¿qué debe hacerse?», Argentina Global Nº 6, Julio-Septiembre 2001.
http://www.geocities.com/globargentina/Manw01.htm
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A partir de esta definición se constata que la asimetría puede adoptar múltiples
formas que, lejos de manifestarse en forma aislada, interactúan entre sí. En orden a clarificar
esta heterogeneidad, el mencionado Metz identifica seis niveles de asimetría e igual cantidad
de formas (Cuadro 1)
1).
Cuadro 1
ASIMETRIA: NIVELES Y FORMAS
NIVELES
•
•
•
•
•
•
FORMAS
Positiva o negativa
A corto plazo o a largo plazo
Accidental o planeada
De bajo o alto riesgo
Integrada o no a técnicas simétricas
Material o psicológica
•
•
•
•
•
•
De tecnologías
De métodos
De determinación
De patrones éticos y morales
De organización
De paciencia y tiempo
NUEVAS GUERRAS
En los últimos años, novedosos abordajes a la Seguridad Internacional centraron su
atención en el cambio de morfología de la violencia en conflictos que, en tanto suelen
involucrar entre sus protagonistas al Estado o al menos un actor subestatal, son asimétricos.
Entre los autores que han explorado esta temática se incluyen: Phillipe Delmas, Lucien Poirier
y Eric de la Maissoneuve (Francia); Ralph Peters (EE.UU.); Martin Van Creveld (Israel) y Mary
Kaldor (Reino Unido).
Todos esos autores, en mayor o menor grado, coinciden en señalar que, más allá
de sus causas específicas (que varían de caso a caso), determinados conflictos son la
manifestación extrema de la erosión de la autoridad del Estado; su debilidad de
representacion; la pérdida de confianza en la capacidad estatal para responder a las
demandas públicas, su ineptitud (o falta de voluntad) para regular la privatización e
informalización de la violencia.
Para denominar a estos fenómenos, parece útil el concepto que propone Kaldor:
«Nuevas Guerras». Éstas, en la visión de la investigadora británica, borran el límite -otrora
claro- entre «paz» y «guerra». Y pueden ser percibidas como «fallas de protección», desde
el momento en que la legitimidad de las instituciones políticas está íntimamente ligada a la
protección física de los ciudadanos.12
Independientemente de las causas de su surgimiento -cuyo análisis no constituye el
objeto de análisis de este trabajo-, pueden agregarse cuatro comentarios a la cuestión de
las Nuevas Guerras, sea o no que se las denomine así:
12
KALDOR, Mary: Cosmopolitanism and Organised Violence, paper prepared for Conference on «Conceiving
Cosmopolitanism», Warwick, April 2000. The Global Site (www.theglobalsite.ac.uk).
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· En su carácter intraestatal, cuantitativamente constituyen la forma de
conflicto armado más usual de la post Guerra Fría.
· Están íntima y directamente relacionadas con el concepto de
gobernabilidad.
· Su estudio es posible de ser enfocado desde las teorías que correlacionan
el conflicto y las formas de organización política predominantes en
determinada época.
· En el sistema internacional post Guerra Fría, su forma más recurrente de
manifestación ha sido bajo la fisonomía de conflictos de identidad.
Predominio cuantitativo en la post Guerra Fría
El empleo de la violencia en los conflictos intraestatales revela formas alternativas a
la guerra convencional interestatal, única aceptada por los modelos teóricos realistas, y
porcentualmente desplaza a esta última en el escenario de la post Guerra Fría. Sin menoscabo
de los elevadísimos índices de conflictividad registrados durante el siglo XX, las tendencias
sugieren que desde el siglo XVI existe un paulatino abandono del empleo de la fuerza para
dirimir conflictos interestatales, sea entre grandes poderes como entre éstos y otros Estados
con menores capacidades (Cuadros 2 y 3)
3).13
Cuadro 2
PARTICIPACIÓN DE GRANDES POTENCIAS EN GUERRAS (EN AÑOS)
SIGLO→
→
XVI
XVII
XVIII
XIX
75,5
32,5
54,5
60,5
0
55
0
78,5
73
50,5
80,5
62,3
73,5
30,5
43,5
46,5
62,5
68
58,5
57,5
82
50
89
60,1
48,5
12
55,5
50,5
29,5
22,5
31
49,5
48,5
29,5
23
36,4
13,5
15
53,5
35
14,5
0
13
53
53,5
6,5
39,5
29,7
ESTADO↓
↓
Austria/Hasburgos
Dinamarca
Gran Bretaña
Francia
Holanda
Polonia
Prusia/Alemania
Rusia
España
Suecia
Turquía
TOTAL
13
14
PIETRZYK, Mark: Explaining the Post-Cold War Order: An International Society Approach, mimeo.,
International Studies Association, 40 th Annual Convention, Washington DC February 1999. Las fuentes
empleadas por este autor para la confección de las tablas son WOODS, Frederick & BALTZLY, Alexander:
Is War Diminishing?, Houghton Mifflin, Boston 1915; y LEVY, Jack: War in the Modern Great Power
System, 1495-1975, University Press of Kentucky, Lexington (KY) 1983.
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Cuadro 3
CANTIDAD Y FRECUENCIA DE GUERRAS INTERESTATALES
Al menos una gran potencia
Entre grandes potencias
SIGLO
Cantidad
Tiempo
ocupado
XVI
34
95 %
26
89 %
XVII
29
94 %
17
88 %
XVIII
17
17 %
10
64 %
XIX
20
40 %
5
24 %
XX (*)
15
53 %
5
25 %
Cantidad
Tiempo
ocupado
(*): Hasta 1975 inclusive.
Contrario sensu, durante el primer decenio de la post Guerra Fría, se registraron 108
conflictos armados en 73 lugares diferentes del planeta, cubriendo todas las gradaciones
de intensidad: menores, en los cuales el número de bajas registradas durante su transcurso
es superior a 25, pero menor a 1000; intermedios, con más de 1000 bajas durante su
transcurso pero, en cualquiera de los años considerados, menos de esa cantidad y más de
25; y mayores (o literalmente guerras), con más de 1000 bajas fatales en cualquiera de sus
años de desarrollo. De los mencionados 108 conflictos, 92 de ellos fueron intraestatales sin
intervención de terceras partes externas; otros 9 fueron intraestatales aunque con algún tipo
de participación extranjera; finalmente, los 7 restantes fueron interestatales.
Es decir que el 93,5% de los conflictos armados acontecidos en el mundo entre
1989 y 1998 (101 casos) fueron de naturaleza intraestatal. En términos absolutos, los años en
los cuales se registró mayor cantidad de conflictos armados intraestatales fueron 1991 (50
casos sobre 51) y 1992 (54 casos sobre 55). Desde un punto de vista porcentual, la mayor
participación de los conflictos intraestatales dentro del total de conflictos armados tuvo
lugar en 1993 y 1994, con una tasa del 100% (Cuadro 4).14
Queda evidenciado que, al contrario de quienes sugieren que la Guerra del Golfo
implicó la consagración en la escena de la post Guerra Fría de los conflictos armados
clásicos y convencionales, las buenas viejas guerras (good old fashioned war) en palabras
de Hehir,15 los conflictos asimétricos son la forma predominante de empleo de la fuerza en
la actualidad.
14
15
Tanto los criterios de clasificación de conflictos armados, virtualmente estandarizados a nivel global en el
campo de las Ciencias Sociales, como las cifras consignadas para el lapso 1989-1998, fueron tomados
de la investigación desarrollada conjuntamente por la Universidad de Uppsala y el Instituto Internacional
de Investigaciones sobre la Paz (PRIO) de Oslo. En WALLENSTEEN, Peter & SOLLENBERG, Margareta:
«Armed Conflict, 1989-1998», Journal of Peace Research 36:5, September 1999, pp. 593-606.
HEHIR, Bryan: The Uses of Force in the Post Cold War World, Presentation Report, The Woodrow Wilson
International Center for Scholars, Washington DC, 1996.
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Cuadro 4
CONFLICTOS ARMADOS REGISTRADOS A NIVEL GLOBAL, LAPSO 1989-1998
Tipo de
Conflicto
1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 TOTAL
Intraestatal
S/PE
43
44
49
52
42
42
34
33
30
32
92
Intraestatal
C/PE
1
2
1
2
4
0
0
1
3
2
9
Interestatal
3
3
1
1
0
0
1
2
1
2
7
47
49
51
55
46
42
35
36
34
36
108
Total
NOTA: S/PE: sin participación extranjera. / C/PE: con participación extranjera.
De todos modos, ni el incremento cuantitativo de los conflictos armados
intraestatales, ni su creciente participación en el universo de conflictos armados existentes,
son notas exclusivas del fin de la bipolaridad. Una mirada atenta confirma que, en este
campo, asistimos a la aceleración de una tendencia iniciada en el siglo 19: esa centuria
mostró un promedio de 18 conflictos armados por década, 65% de los cuales eran
intraestatales. En el siglo recientemente concluido, ese promedio de conflictos ascendería
a 27 casos por decenio, aunque variaría sustancialmente su composición cualitativa: los
mismos representarían el 80% de los eventos en los años 70, llegarían al 90% en los años 80
y -como se dijo- oscilarían entre ese porcentaje y un virtual 100% en los años 90.16
Gobernabilidad y «Estados fallidos»
La aparición, vigencia en el tiempo o agravamiento de todo conflicto intraestatal,
como sería el caso de las Nuevas Guerras, refleja una reducción de los niveles de
gobernabilidad del Estado donde ocurre el evento. La gobernabilidad es un concepto político
que básicamente consiste en la capacidad del Estado de contar simultáneamente con
legitimidad y eficacia, condiciones esenciales para garantizar su existencia. En última instancia,
la existencia misma del Estado se plasma en su posibilidad de ejercer en forma continua el
poder político legítimo mediante la obediencia cívica del pueblo; contrariamente, en
condiciones de ingobernabilidad, no hay forma de ejercer tal poder ni de controlar los
acontecimientos.17
A partir de las definiciones de ingobernabilidad de Robert Dorff, se puede obtener
(por contraste) una segunda definición de gobernabilidad, que coincide absolutamente
16
17
16
PASCHALL, Rod: LIC 2010. Special Operations & Unconventional Warfare in the Next Century, Brassey‘s
(US), New York, 1990., p. 17.
ARBÓS, Xabier & GINER, Salvador: La gobernabilidad. Ciudadanía y democracia en la encrucijada
mundial, Siglo Veintiuno Editores, Madrid, 1996.
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con la presentada anteriormente: «la habilidad de un gobierno para gobernar, para cumplir
las muchas y variadas responsabilidades de manejar un Estado moderno en un ambiente
crecientemente complejo».18
La caída de los niveles de gobernabilidad presupone un incremento de los niveles
de anomia social, entendiendo a la misma como un debilitamiento de los mecanismos de
control normativos e institucionales, de valores tradicionales y pautas de conducta social.19
En un punto extremo, tal caída puede producir un virtual colapso estatal, configurando el
escenario que usualmente denominamos «Estado fallido», caratulado por algunos analistas
como la mayor amenaza a la estabilidad internacional para los próximos años.20
Un Estado fallido revela una clara incapacidad para mantener la estabilidad en su
territorio, independientemente de la forma consensual o coercitiva que ésta adopte.21
Usualmente se le asignan a esta categoría de unidades políticas seis características básicas:
escasas instituciones estatales en funcionamiento; pocos o nulos servicios públicos; falta de
la autoridad estatal necesaria para adoptar decisiones que alcancen a todos los ciudadanos;
incapacidad del Estado para ejercer el control físico sobre su territorio; disputa del monopolio
legal de la fuerza, y fragmentación social.22
Resulta evidente que en un Estado fallido se rompe el acuerdo de naturaleza
contractual que existe entre la ciudadanía y el aparato estatal, por lo cual este último
monopoliza la violencia. En otras palabras, desaparece la atribución clave que Hobbes le
atribuye al Leviathan. De allí, que este tipo de actores carezcan de un consenso político lo
suficientemente sólido como para eliminar el uso de la violencia como un elemento central
y continuo en la vida doméstica.
Para algunos investigadores, la pérdida del monopolio estatal de la violencia es el
aspecto más saliente de estos casos. La razón de esta línea argumental es que pueden
emerger nuevos actores con mejor capacidad que el Estado para reestablecer el orden,
en un contexto de relaciones sociales fragmentadas y autoridades frágiles e informales. Y
en la medida en que esos actores no estatales logren restablecer el orden sobre porciones
de territorio, pueden captar la lealtad de la población del lugar, en base a un tácito acuerdo
de reciprocidad.
18
19
20
21
22
DORFF, Robert: «Democratization and Failed States: The Challenge of Ungovernability». Parameters, Summer
1996, pp. 17-31.
WALDMANN, Peter: «Anomia social y violencia», en ROUQUIÉ, Alan (comp.): Argentina, hoy, Siglo XXI
Editores, Buenos Aires, 1982, pp. 206-248.
WOODWARD, Susan: «Failed States. Warlordism and `Tribol’ Warfare», Naval War College Review LII:2,
Spring 1999; MOORE, Will & DAVIS, David: Does Ethnicity Matter? Ethnic Alliances and International
Interactions. University of California, Institute on Global Conflict and Cooperation (IGCC), Policy Paper
Nº20, June 1995.
Hablamos de estabilidad consensual cuando está construida en torno a instituciones políticas en
funcionamiento, mientras la estabilidad coercitiva se refiere a situaciones en las cuales el Estado provee
a los habitantes de seguridad física y «orden», aunque al costo de un recorte de las libertades individuales
y la eventual violación a los Derechos Humanos.
BAKER, Pauline & AUSINK, John: «State Collapse and Ethnic Violence: Toward a Predictive Model».
Parameters, Spring 1996, pp. 19-31.
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17
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Respecto a lo antedicho, De la Maissoneuve expresa la gravedad que implica «la
desesperanza de hombres y mujeres que, no teniendo nada que ganar (con la observancia
del acuerdo contractual con el Estado), no tendrían tampoco nada que perder (con su
rescición)».23 Su connacional Edgard Morin se manifiesta en similar sentido hablando de un
«mito del progreso», entendiendo como tal a la esperanza de un futuro mejor que justifique
los padecimientos del presente; y en el contexto de determinadas culturas políticas, la
desaparición de ese mito puede hacerle perder legitimidad al Estado.24
Las visiones de estos dos franceses, es descripta sombríamente por Dorff en los
siguientes términos:
«Frustrado por la falta de habilidad de los gobiernos para ayudar, el pueblo
puede alejarse del Estado soberano y abrazar grupos pequeños y más
efectivos. De esa manera, las presiones a favor de la fragmentación a
menudo están relacionadas con la decreciente habilidad del Estado para
responder a las necesidades de sus ciudadanos».
Una característica de capital importancia de los Estados fallidos es que los mismos,
por lo general, tras un proceso degenerativo de cierta duración, se tornan «incapaces de
sostenerse a sí mismos como miembros de la comunidad internacional». De ningún modo
esto significa su desaparición oficial; por el contrario, generalmente el país continúa existiendo
oficialmente (siendo en esto de vital importancia el reconocimiento internacional), o más
gráficamente «persiste», pero sin capacidades concretas.25
La comprensión de ese status ficticio, meramente nominal, que suelen ostentar
muchos Estados fallidos, remite directamente a la cuestión de cómo se crean los Estados.
En este plano, con el tiempo se consolidaron dos escuelas teóricas sobre su conformación
y reconocimiento: la teoría declaratoria y la teoría constitutiva (uno de cuyos principales
referentes es el jurista Hans Kelsen). Ambas le otorgan una capital importancia a cuatro
factores capitales: un territorio definido, una población permanente, un gobierno efectivo y
la capacidad de establecer relaciones con otros Estados.
Para la teoría declaratoria, la satisfacción de los referidos elementos hace que una
entidad pueda ser considerada un Estado, independientemente de la acción que tome la
comunidad internacional. Para la teoría constitutiva, en cambio, esas condiciones son
necesarias pero no suficientes, debiendo agregarse a las mismas el reconocimiento de la
entidad como Estado, por parte de la comunidad internacional. Dicho en otros términos,
mientras para la teoría constitutiva la consagración de un Estado es un hecho legal, para la
teoría declaratoria es un hecho fáctico y natural.
Estas dos escuelas dan lugar a sendas concepciones diferentes de la soberanía,
pudiendo ésta ser positiva o negativa. La soberanía positiva repara en la cuestión de las
23
24
25
18
DE LA MAISONNEUVE, Eric: La Metamorfosis de la Violencia. Ensayo sobre la Guerra Moderna, GEL,
Buenos Aires, 1998, p. 20.
MORIN, Edgard: «El Mito del Progreso murió», Clarín, 5 de septiembre de 1996.
DORFF, op.cit.
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capacidades de los Estados, pues considera que el reconocimiento legal y formal es
insuficiente. En cambio, la soberanía negativa sólo es contemplada por la teoría constitutiva;
es decir, una condición legal y formal, por lo cual se admite o decide la existencia de
Estados (y de gobiernos) incapaces de avanzar como tales por sí mismos.26 Otra forma en
que se han explicado las diferencias entre las dos tipologías es señalando que el status de
soberanía es negativo cuando es otorgado desde el exterior, correspondiendo los límites y
formas del nuevo Estado a una decisión exógena; en tanto, es positiva la soberanía cuando
el nuevo Estado accede a la misma sustentado en sus propias acciones, sin contar con la
ayuda inicial de la comunidad internacional.27
El apego irrestricto a la soberanía positiva comienza a ser dejado de lado luego de
la Segunda Guerra Mundial, a caballo de los procesos de autodeterminación y de
descolonización. En esos momentos, el deseo o la aquiescencia de las potencias coloniales
de reconocer a nuevos Estados impulsados por tendencias etnonacionalistas se transforma
en un criterio más importante que su grado de organización y su forma de funcionamiento
interno; el principio de no intervención, de hecho, auspiciaba este desentendimiento.
De esa manera, la persistencia de un Estado fallido como miembro de la comunidad
internacional sólo es entendido a partir de la teoría constitutiva, con predominio de soberanía
negativa, soslayando otros factores domésticos.
Conflictos de nueva generación
Si las llamadas Nuevas Guerras están asociadas a la erosión del poder del Estado, y
este desgaste no es inconexo de desafíos exógenos, entonces aquellas constituyen una
«nueva generación» de conflictos, enraizados en las características de la época.
De la Maissoneuve, por ejemplo, habla de «revoluciones estratégicas» que se vinculan con
la forma predominante de expresión de la violencia organizada; por eso, también se refiere
a ellas como sucesivas «metamorfosis de la violencia» (concepto que da nombre a su
principal obra en español).
La primera de esas revoluciones estratégicas tiene lugar en el Renacimiento, de la
mano con la aparición de la pólvora, elemento éste que le brinda a las potencias de
entonces los medios para satisfacer su sed de poder y riquezas. Por imperio de las
circunstancias, surgen los ejércitos regulares y permanentes, dotados de una compleja
organización, cuya mantención exige recursos (financieros, logísticos, humanos) que sólo
puede proveer una administración centralizada. Así, la revolución militar renacentista,
caracterizada por la aparición del arma de fuego y la constitución de ejércitos regulares,
incide de manera directa en la conformación del Estado moderno.28
26
27
28
ECKERT, Amy: The Construction of States in International Politics, International Studies Association (ISA),
40 th Annual Convention, Washington DC, February 1999.
HOLM, Hans-Henrik: The Responsibility That Will Not Go Away: Weak States in the International System,
paper prepared for Failed States and International Security: Causes, Prospects and Consequences, Purdue
University, West Lafayette, February 1998.
DE LA MAISONNEUVE, op.cit., pp. 32-34.
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19
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Hoy, al cabo de otras revoluciones, el Estado moderno pierde el control de una
violencia que abandona el formato de la guerra convencional y simétrica, para tornarse
multiforme. Este hecho demanda un aggiornamiento estatal que, de no llevarse a cabo,
podría producir un colapso de esa institución política. En este punto, De la Maissoneuve
detecta una paradójica inversión de factores: las amenazas que permitieron que los Estados
se «hicieran» en una adversidad designada podrían, más de dos siglos después y con nuevas
formas, llevarlo a «deshacerse».29
Si, como anticipáramos, las Nuevas Guerras constituyen una «nueva generación» de
contiendas armadas, cuya lógica es indisociable de las características de la época, para
algunos son conflictos de cuarta generación.
La idea de conflictos de cuarta generación, bastante popularizada en los últimos
años, se desprende de un desarrollo teórico que se difundió esencialmente desde las
publicaciones del Marine Corps estadounidense. Uno de los primeros trabajos en la materia,
aparecido en las postrimerías de la década del ´80, asocia este concepto a la transición
en la morfología bélica registrada durante el Siglo XX, identificando dos grandes hitos que
marcan el final y el inicio de tres generaciones de conflictos: en el primer hito, el incremento
del poder de fuego, aunado al desarrollo del arte táctico, decretan que el poder de fuego
masivo reemplace al poder humano masivo tácticamente pobre; en el segundo, al poder
de fuego se le suma una mayor movilidad. Secuencialmente, cada una de las tres
generaciones identificadas genera una ampliación del campo de batalla y de la capacidad
de maniobra del contendiente.
En esta línea de pensamiento, los conflictos de cuarta generación reconocen como
campo de batalla a la Sociedad en su conjunto (y a su cultura), buscando su implosión.
Estos eventos no reconocen límites claros entre guerra y paz, o entre combatientes y no
combatientes, ni permiten identificar con precisión los frentes de batalla. Son eventos signados
por una gran dispersión geográfica y valorizan, en mayor medida que en cualquier generación
anterior, el rol de las operaciones psicológicas y el manejo de los Medios de Comunicación
Social.30
Otra concepción de los conflictos de cuarta generación también asocia esta idea a
una transición en la morfología bélica, pero abarca un período que excede holgadamente
el Siglo XX y toma elementos de la Ciencia Política, en el marco de la Teoría de las Épocas
de la Guerra. Ésta postula que la evolución de la guerra se basa en la aparición de nuevas
formas de combate que desafían a aquellas consideradas aceptables por las instituciones
políticas vigentes en el momento y que, pese a ser rechazadas por criminales o moralmente
corruptas, persisten y se consolidan debido a que reflejan cambios más profundos, referidos
a la organización social de los individuos. En otras palabras, la evolución de la guerra está
signada por sus cambios de paradigma.
29
30
20
Ibidem, p.152.
LIND, William; SCHMITT, John; SUTTON, Joseph & WILSON, Gary: «The Changing Face of War: into the
Fourth Generation», Marine Corps Gazette, October 1989, pp. 22-26.
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Desde esta perspectiva, como puede observarse en el Cuadro 5, la actual
incompatibilidad entre la guerra limitada moderna y las nuevas formas de violencia debe ser
entendida como el tercer desafío histórico a la tradición bélica de Occidente, tras la aparición
de la caballería liviana y de las armas de fuego, dando lugar a una cuarta época (vg.
generación) de la guerra.31
Cuadro 5
TEORÍA DE LAS ÉPOCAS DE LA GUERRA
ORG.
SOCIAL
VIGENTE
FORMA DE
COMBATE
VIGENTE
Clásica
Imperio
Medieval
Moderna
ÉPOCA
DESAFÍO
APARICIÓN DEL
DESAFÍO
Legiones de
Infantería
Insurgentes
montados
(Caballería Liviana)
Fines del siglo IV a
inicios del siglo VIII
Reinos
Feudales
Caballería con
armas de puño
Mercenarios con
armas de fuego
(arcabuces)
Mediados del siglo
XIV a mediados del
siglo XVII
Estado
Fuerzas Armadas
estatales
Insurgentes no
estatales
Desde fines del
siglo XX-
Un trabajo relativamente reciente califica como conflictos de cuarta generación a
conflictos asimétricos, generados a partir de la pérdida del monopolio de la fuerza por parte
del Estado, caracterizados por contextos políticos volátiles; entre sus manifestaciones estarían
incluidos el terrorismo y el crimen organizado, tanto en sus formas tradicionales como en sus
últimas versiones, aunque las futuras fisonomías de los conflictos de cuarta generación aún
permanecerían no identificadas.32
Conflictos de Identidad
Hemos dicho que, en épocas de la post Guerra Fría, la principal forma de manifestación
de las llamadas Nuevas Guerras está constituida por conflictos de identidad; más
específicamente, por choques armados intraestatales de raíz étnica.
31
32
La Teoría de las Épocas de la Guerra habría sido concebida en 1987 por Lindsay Moore y aplicada
posteriormente en Robert Bunker, «The Transition to Fourth Epoch War,» Marine Corps Gazette Nº 78,
September 1994, pp. 20-32; el presente trabajo se basa en BUNKER, Robert: «Epochal Change: War Over
Social and Political Organization», Parameters, Summer 1997, pp. 15-25.
WILSON, G.; BUNKERS, F & SULLIVAN J.: Anticipating the Nature of Next Conflict, Emergency Research
Response Institute (ERRI), February 19, 2001. http://www.emergency.com/Emergent-thrts.htm
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Aunque no es objetivo de este trabajo analizar in extenso los conflictos intraestatales,
tema que hemos abordado en varios trabajos anteriores,33 recordemos que éstos comenzaron
a proliferar desde fines de la Guerra Fría y rápidamente escalaron horizontal y verticalmente.34
Así, el fin de la bipolaridad fue un momento en que el sistema internacional experimentó
tendencias opuestas y simultáneas; una rara circunstancia que alguien describió como «la
coexistencia de la Fusión y la Fisión»: fusión hacia mayores niveles de diálogo y entendimiento, y
fisión de Estados y sociedades enteras, que se fragmentaban y desintegraban.35
Los florecientes conflictos intraestatales no siempre se ubicaban geográficamente
alejados de los principales centros del poder mundial, en Asia o África, sino que llegaban inclusive
al territorio europeo, como se observó en Yugoslavia a partir de 1991-1992. Los acontecimientos
yugoslavos en 1991, además, preanunciaron lo que antes del fin de ese año se observaría en la
Unión Soviética, decretando la desaparición del último de los imperios modernos, su fragmentación
y la aparición de una quincena de Estados independientes delimitados a partir de criterios de
identidad étnica.
Estos eran acontecimientos excepcionales para el sistema internacional, tanto cualitativa
como cuantitativamente: desde un punto de vista cualitativo, tras el proceso de descolonización
que siguió a la Segunda Guerra Mundial no se habían registrado procesos separatistas exitosos,
con la única excepción de Bangladesh en 1971. En todo caso, lo que se había observado
durante la época del enfrentamiento bipolar eran algunas acciones de sentido opuesto, es
decir, anexiones: Goa por la India; Timor Oriental por Indonesia; Gaza, Cisjordania y Jerusalem
Oriental por Israel y, desde cierto punto de vista, Vietnam del Sur por Vietnam del Norte.
Los conflictos intraestatales constituían una amenaza a la Seguridad Internacional en un
doble sentido: primero, conspiraban contra el orden estadocéntrico consagrado en la Paz de
Westfalia de 1648; segundo, amenazaban la seguridad de gran cantidad de individuos, afectando
negativamente valores rejerarquizados en las postrimerías de la primera Guerra del Golfo (1991),
cuando la represión indiscriminada de Sadam Hussein a las minorías chiíta y kurda derivó en la
intervención de la comunidad internacional.
Esta amenaza no tenía visos de decrecer en el corto y mediano plazos, sino todo lo
contrario, en lo que se configuraría como una ruptura del «principio del umbral».36 Un diagnóstico
33
34
35
36
22
Ver BARTOLOMÉ, Mariano: La Seguridad Internacional en el Año 10 DG (después de la Guerra Fría),
Instituto de Publicaciones Navales, Buenos Aires 2000, pp. 95-152. También en BARTOLOMÉ, Mariano:
«Conflictos intraestatales de raíz étnica: factores de incidencia, gobernabilidad y opciones posibles»,
Boletín de la Sociedad Argentina de Análisis Político Nº 10, otoño 2000, pp. 7-36. Y BARTOLOMÉ,
Mariano: «Un enfoque alternativo al «determinismo polemológico» predominante en la post Guerra Fría», en
Adolfo Koutoudjián (comp.): Geopolítica y Globalización. Estado-Nación, autodeterminación, región y
fragmentación, Eudeba, Buenos Aires, 2001, pp. 95-147.
Hablamos de escalada vertical en relación a un incremento en la magnitud e intensidad de la violencia
empleada, en términos de destrucción material y muerte; los límites que se violan son de naturaleza legal
y social. Cuando nos referimos a escalada horizontal, hacemos referencia a la expansión de los límites
geográficos de un conflicto; los límites que se violan son de naturaleza territorial.
SOLOMON, Hussein: Towards the 21 st Century: A New Global Security Agenda?, Institute of Security
Studies (ISS), Occasional Paper Nº 6, South Africa, June 1996.
«Principio del umbral». Así denomina Hobsbawn a la idea desarrollada inicialmente por la escuela histórica
de economistas alemanes del siglo XIX para determinar la viabilidad de una nación. Una nación, para ser
considerada como tal, tiene que ser del tamaño suficiente como para formar una unidad de desarrollo que
fuese viable. Por debajo de ese umbral, no tenía justificación histórica. Esta lectura beneficia a los Estados
de gran tamaño (Grossstaaten) y propone la constitución de un sistema político internacional formado por
grandes Estados (Grossstaatenbildung). Así se comprende el sentido negativo con que suele emplearse
la idea de balcanización, y las causas por las cuales países como Luxemburgo y Liechtenstein fueron
considerados durante mucho tiempo como anomalías sistémicas.
En HOBSBAWN, Eric: Naciones y nacionalismo desde 1780, Crítica, Barcelona, 1991, pp. 39-40.
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de la situación global efectuado por Daniel Patrick Moynihan ante el periódico New York Times se
inscribe en esta óptica: en las próximas décadas podría asistirse a la aparición de unos 50
nuevos Estados-Naciones, la mayoría de ellos como producto de graves colapsos estatales
con empleo de la violencia,37 sin descartarse que algunas de las nuevas unidades estatales se
subdividan a su vez en otras menores («efecto matrozka»). En sentido similar, François Thual no
descartaba que el siglo XXI se constituya en la centuria de la balcanización política del planeta
y la tribalización del mundo.38
Apreciaciones como las de Moynihan y Thual cuentan, a simple vista, con un
argumento a favor, que es precisamente la diferencia existente entre la división política
mundial y la distribución de etnias en la superficie del planeta. Resultado de este contraste,
aproximadamente el 40% de los Estados existentes encierran en sus fronteras cinco o más
grupos étnicos claramente identificables, mientras en el otro extremo del espectro sólo un
20% de los Estados registran ad intra cierta homogeneidad étnica. El reflejo de estos datos
es que aproximadamente un sexto de la población mundial pertenece a grupos étnicos
que son minoritarios en sus Estados. En un sentido similar, en tanto los Estados oficialmente
reconocidos rondan las dos centenas, los grupos étnicos existentes se estiman en unos 8
mil.
En definitiva, la forma en que se evalúe el impacto de la aparición de nuevos
Estados en la estabilidad del sistema internacional, dependerá de la manera en que se
aplique un concepto que ya hemos mencionado al hablar de Estados fallidos: el de soberanía
(vide supra). Los procesos separatistas de Checoslovaquia y Eslovenia muestran soberanía
positiva. En cambio, el predominio de soberanía negativa se observa claramente en los
casos de la URSS y Yugoslavia, donde se legitimó como Estados a entidades que prácticamente
no cumplían con ningún atributo básico en ese sentido, aunque satisfacían medianamente
otras condiciones de reconocimiento accesorias, que exigía Occidente.
Esta última opción es la que sombríamente anticipa De la Maisonneuve, quien
subraya los efectos negativos para la seguridad internacional que generaría la multiplicación
de Estados-Naciones, teniendo en cuenta que su limitada viabilidad los transformaría en
futuras fuentes de inestabilidad. De allí su frase «demasiados Estados corresponden muy a
menudo a demasiado poco Estado».39
LA ADAPT
ACIÓN DOCTRINARIA A LLOS
OS CONFLICT
OS A SIMÉTRICOS
ADAPTACIÓN
CONFLICTOS
Se ha alegado que, desde el siglo XIX, los estudios polemológicos se presentan en
la escena internacional a modo de «olas» inmediatamente posteriores a la aparición de
nuevas formas y manifestaciones de los conflictos. Así se comprobó con las guerras
napoleónicas y la aparición del concepto de «guerra total»; las luchas entre clases sociales
37
38
39
BAKER & AUSINK, op.cit.
TELLO, Angel: «Globalización y conflictos», en TELLO, Angel (comp.): Conflictos y Comunicación en la
Globalización, Ediciones de Periodismo y Comunicación, La Plata, 1999, pp.109-110.
DE LA MAISONNEUVE, op.cit., p. 135.
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post-Revolución Industrial, teorizados por Marx; a comienzos de la siguiente centuria, ganaron
espacio los estudios referidos a los enfrentamientos entre las metrópolis y sus colonias, en
torno a la forma de expandirse y consolidarse de las primeras, y las alternativas que tenían
las segundas para liberarse de ese yugo (por ejemplo, los planteos de Ghandi); luego vendrían
los aprendizajes derivados de las guerras a escala global y, a partir de los años 60, el análisis
de las guerras de liberación que acompañaron la disolución de los imperios modernos y los
procesos de independencia en África y Asia, principalmente.40
Un rápido análisis de esas «olas» ayuda a entender porqué numerosos investigadores
ponen en tela de juicio la efectividad del poder militar convencional para desempeñarse
eficazmente en conflictos asimétricos: éstos no parecen haber concitado nunca la atención
que merecían, pese a que su presencia es fácilmente rastreable hasta el siglo XIX. Evidencia
de esto es que una de las principales teorizaciones en la materia se haya basado en eventos
de esas épocas: la Teoría del Partisano de Carl Schmitt.
Esta falta de atención debería haberse modificado tras el fin de la Segunda Guerra
Mundial, cuando el empleo intensivo de formas de combate armado no tradicionales por
parte de grupos anticolonialistas y movimientos de liberación, usualmente apadrinados por
Moscú en el marco de la compulsa Este-Oeste, dio lugar al concepto de guerra revolucionaria.
Aun así la subestimación continuó, porque la aplicación del adjetivo «revolucionario» se
circunscribió a los fines políticos de los grupos insurgentes (la toma del poder), antes que al
carácter novedoso de su empleo de la fuerza: si hasta ese momento las insurgencias tenían
un rol de colaboración con las FF.AA. regulares, que desarrollaban el esfuerzo bélico principal
(vg. la resistencia antinazi en Europa), a partir de ese momento pasaban a ser una forma de
combate en sí misma.41
Hasta el presente, esa infravaloración no parece haber sido totalmente superada,
como se refleja en el corpus doctrinario militar todavía predominante, donde las formas de
combate armado no tradicionales, ejecutadas por actores irregulares en contextos
asimétricos, siguen siendo consideradas desviaciones episódicas, malformaciones contra
natura de la guerra convencional, interestatal y planteada de manera simétrica.
En otras palabras, las doctrinas militares continúan mayormente aferradas al modelo
clausewitziano, en momentos en que el pensamiento de este mariscal de Sajonia no explica
las formas de combate más usuales. Una explicación de esta disfuncionalidad la propone
Eric de la Maisonneuve:42
«Clausewitz a este respecto está influenciado por la sociedad prusiana de su
época: no podía imaginar una alternativa a la sociedad tradicional. Se deja
obnubilar por dos instituciones -el Estado y el regimiento- que limitaban su
visión del mundo organizado. Clausewitz tiene una concepción también
estrecha de la política, que aborda como una actividad autónoma, sin
40
41
42
24
Esta secuencia se plantea en WEHR, Paul: The Development of Conflict Knowledge, mimeo, International
Online Training Program on Intractable Conflict, Conflict Research Consortium (CCR), University of Colorado,
1998.
PASCHALL, op.cit., pp. 113-114.
DE LA MAISONNEUVE, op.cit., p. 40.
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encuentro de formas racionales y emocionales donde la razón y los
sentimientos son factores determinantes, pero donde la cultura no desempeña
ningún papel decisivo».
Un ejemplo de la subestimación de las formas de combate no tradicionales es el
concepto de Conflicto de Baja Intensidad (CBI), formalmente nacido en 1981, cuando el
Ejército de EE.UU. emite su manual FM 100-20 (Low Intensity Conflict). El empleo de este
concepto rápidamente trascendió las fronteras estadounidenses para usarse de manera
generalizada en el plano doctrinario, en diversas partes del mundo. En la esfera académica,
se intentó dotarlo de un contenido que reflejara la complejidad de los conflictos intraestatales.
Así, se lo definió como «un combate de baja tecnología involucrando categorías ambiguas
de insurgencia, contrainsurgencia, y que está acompañado por grados variables de
desintegración estatal».43
El ya mencionado Martin Van Creveld también incursionó en este campo,
considerando a los CBI como una guerra no trinitaria, alejada del modelo de Clausewitz,
desde el momento en que no se verifica en ambos contendientes la trinidad gobiernoejército-pueblo. Sus cuatro características principales serían:
·
·
·
·
Suelen ocurrir en las regiones menos desarrolladas del mundo.
Raramente involucran instrumentos militares regulares en ambos bandos.
No demandan el empleo de armamento de alta complejidad tecnológica.
Tienen un alto costo en vidas.
Respecto a esto último, este autor pone como ejemplos la guerra entre hindúes y
musulmanes (1947-1949), con más de un millón de muertos; la guerra civil acontecida en
Nigeria (1966-1969), con tres millones de víctimas; finalmente, sendos millones en la guerra
de Vietnam (1945-1975), los conflictos de Laos y Camboya y Afganistán, entre otros casos.44
Pero en la mayoría de los casos, el concepto de CBI era definido «por la negativa»,
al igual que su antecedente inmediato, el concepto de guerra sublimitada de Alexander
George y Richard Smoke:45 «un conflicto armado con objetivos políticos, de intensidad
menor que un conflicto de mediana intensidad (guerra convencional)».
Las fallas intrínsecas del concepto CBI parecen haber sido el motivo por el cual, tras
estar presente en las ediciones del manual de campo FM 100-5 (Operaciones) del Ejército
de EE.UU. correspondientes a los años 1982 y 1986, no apareciese en la actualización del
año 1993. En esos momentos ocupa su lugar el concepto de Operaciones de No-Guerra
(OOTW); como se constata desde el punto de vista semántico, nuevamente las formas de
combate armado no tradicionales quedan oficialmente excluidas del concepto de guerra.
43
44
45
HILLS, Alice: «Policing, Enforcement and Low Intensity Conflict», en STANYER, Jeffrey & STOKER, Gary
(eds.), Contemporary Political Studies 1997, Vol.II (proceedings of the Annual Conference held at the
University of Ulster, Jordanstown, Belfast, April 8th-10 th,1997), Political Studies Association of the United
Kingdom 1997, pp. 946-957.
VAN CREVELD, op.cit., pp. 20-21.
Vid GEORGE, Alexander & SMOKE, Richard: Deterrence in American Foreign Policy: Theory and Practice,
Columbia University Press, New York, 1974.
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El concepto OOTW esbozado en esos momentos no estaba desligado de la vasta
gama de actividades que las fuerzas norteamericanas desarrollan en el marco de la misión
UNOSOM, en Somalia. Con ese contexto, se englobaba en ese concepto a las acciones
que se llevan a cabo en contextos conflictivos y que requieren el empleo de la fuerza,
desde formas disuasivas hasta su ejercicio efectivo como respuesta directa a una acción
puntual del oponente, para impedir una escalada a niveles mayores de violencia y retornar
a un mínimo ambiente de paz necesario.
Quedaban así englobadas en las OOTW misiones como escoltas, asaltos aéreos,
búsquedas, patrullajes, construcción y reparación de caminos y puentes, acción psicológica
e inteligencia militar, si el fin último de las mismas era la neutralización de facciones en
pugna y la restauración de infraestructura, en coordinación con elementos CIVPOL,
especialistas civiles y voluntarios de ONG. También pueden ser caratuladas como OOTW el
auxilio en casos de desastre natural, operaciones contra el narcotráfico y actividades
antiterroristas.46
Sólo para fines descriptivos, digamos que numerosos autores han pretendido facilitar
la comprensión de tal heterogeneidad, proponiendo categorizaciones alternativas de las
OOTW. Una de tales iniciativas, correspondiente a las FF.AA. estadounidenses, ha discriminado
a estas operaciones en tres categorías: operaciones de apoyo y asistencia, operaciones no
violentas y operaciones violentas (Cuadro 6 47).
Cuadro 6
DISCRIMINACIÓN DE OOTW
APOYO Y ASISTENCIA
Operaciones domésticas
de apoyo.
NO VIOLENTAS
Control de armas.
Exhibición de fuerza.
VIOLENTAS
Imposición de sanciones.
Imposición de zonas de exclusión.
Escolta al transporte
Asistencia humanitaria.
Apoyo a insurgentes.
46
47
26
Combate al terrorismo.
Combate al narcotráfico.
Protección a la navegación.
Evacuación de no combatientes.
Operaciones de Paz.
Operaciones de recuperación.
THURMAN, Edward: «Configurando un ejército para paz, crisis y guerra», Military Review mayo-junio
1994, pp. 67-71; ARNOLD, S.L.: «Somalía: una operación de no-guerra», Military Review mayo-junio 1994,
pp. 77-85.
En base al documento Joint Pub 3-07 del Joint Chief of Staff, en su versión final correspondiente a
diciembre de 1994. Adaptado de la Figura Nº 1 de STORY, Ann & GOTTLIEB, Aryea: «Beyond the Range of
Military Operations», Joint Forces Quaterly Nº 9, Autumn 1995, pp. 99-104.
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El concepto OOTW no ha quedado bien ni con Dios ni con el Diablo.
Paradójicamente, aunque no parece ayudar a comprender las formas de combate armado
no tradicionales, también ha despertado críticas entre quienes priorizan los clásicos conflictos
armados simétricos, llegándose a sugerir que:48
«La habilidad de las (FF.AA. estadounidenses) para pelear y ganar dos
conflictos regionales es dudosa. Una gran razón para eso es el énfasis en
OOTW y el efecto debilitador que esas operaciones tienen en la capacidad
de los militares para estar listos para el combate y psicológicamente
aptos para pelear».
La causa de ese presunto efecto debilitador en la capacidad castrense para combatir
se vincula con lo que algunos han denominado mentalidad de guerrero, en alusión a oficiales
con concepciones convencionales afectos a acatar al pie de la letra guías doctrinarias
claras y exentas de ambigüedades. Yates describe en forma por demás pesimista el escenario
al que se enfrentan esos oficiales:49
«Deberían anticipar cambios y adiciones a sus misiones y tareas, pero no
deberían esperar que se les permita recurrir a todos los medios a su
disposición para cumplir dichas misiones. Deberían prever que se les exija
demostrar un alto nivel de moderación, junto con una gran sensibilidad a
las consideraciones políticas y culturales de un país extranjero, por más
repugnantes o incomprensibles que les parezcan. Deberían esperar la
ambigüedad, la inestabilidad, limitaciones, desolación, frustración y lo
desconocido; en síntesis, deberían esperar lo peor».
Una doctrina clara y exenta de ambigüedades, que Yates asocia a la mentalidad
de guerrero, incluiría líneas claras entre la diplomacia y el empleo de la fuerza, gracias a que
las diferencias serían igualmente nítidas entre paz y guerra. John Shalikashvili, quien fuera
titular de la Junta de Jefes de Estado Mayor (JCS) estadounidense, diría al respecto que en
épocas de paz los soldados son los sirvientes de los diplomáticos, mientras que en épocas
de guerra los diplomáticos se transforman en los abogados de la cartera de Defensa; pero
en una OOTW, indica el jefe castrense, estas líneas y roles se desdibujan.50
Últimamente, el concepto OOTW también parece haber pasado de moda. En su
lugar aparecen las Operaciones de Estabilidad y Apoyo (SASO). Sin embargo, las
modificaciones semánticas no preanuncian otros cambios más profundos, de acuerdo a la
descripción de las mismas que hace Fastaben:51
48
49
50
51
FASTABEND, David: «The Categorization of Conflict», Parameters, Summer 1997, pp. 75-87.
YATES, Lawrence: «Operaciones de Estabilidad y Apoyo: Analogías, Patrones y Temas Repetidos»,
Military Review Enero-Febrero 1998, p.2 y ss.
SHALIKASHVILI, John: «Force and Diplomacy in the 21st Century», Georgetown University School of
Foreign Service, Institute for the Study of Diplomacy, ISD Report Window on the World of the Foreign
Affairs Practitioner I:1, December 1994.
FASTABEND, op.cit.
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· Operaciones de estabilidad: aquellas en las cuales se utiliza el poder militar
(con aplicación o no de la fuerza) para influenciar el ambiente político,
facilitar la diplomacia y detener actividades caratuladas como ilegales.
· Operaciones de apoyo: aquellas orientadas a respaldar y sostener a
determinados grupos, sobre todo en crisis humanitarias y trabajando
conjuntamente con autoridades civiles, por lo general sin que se registre
una oposición organizada de magnitud.
Con el paso del tiempo, se estableció que las SASO engloban todas aquellas
operaciones militares que realizan los ejércitos para disuadir probables guerras y resolver
conflictos, o las que promueven la paz. Y que las actividades de estabilidad y apoyo no son
estancas entre sí. Otros enfoques indican que las SASO involucran tareas inapropiadas para
las fuerzas militares, pero que les tocan hacer en ausencia de otra organización apropiada.52
En forma algo más específica, las operaciones de estabilidad son las que se
desarrollan contra un enemigo u oponente inteligente; en cambio, las operaciones de
apoyo no tienen un adversario u oponente de esa jerarquía, y se realizan para apoyar a las
autoridades civiles en casos de crisis o desastres naturales.53
CONCLUSIONES
En el campo de la Seguridad Internacional, los tiempos actuales exigen una
flexibilidad analítica que no pueden satisfacer la rigidez westfaliana, ni el modelo clausewitziano
de conflicto armado interestatal.
Hoy, las amenazas más importantes a la seguridad de los miembros del sistema
internacional en su conjunto parecen concentrarse menos en disputas armadas «trinitarias»
entre Estados, y más en conflictos asimétricos, de naturaleza intraestatal, bajo la fisonomía
de Nuevas Guerras. Estas contiendas, junto con las llamadas amenazas transnacionales,
configuran en conjunto una situación con un potencial de conflictividad tal, que el francés
Zaki Laïdi se aventuró a hablar de una «segunda post-Guerra Fría», o «post-posguerra Fría».54
Lo importante de la idea de Laïdi no es tanto el aumento de la cantidad de
conflictividad que prevee, sino el cambio cualitativo que la misma exhibe. Los conflictos
asimétricos, sean amenazas transnacionales o Nuevas Guerras, no coinciden con los
parámetros conceptuales desarrollados a lo largo de más de tres siglos y medio de duración
de pensamiento estadocéntrico, inaugurado con la Paz de Westfalia.
52
53
54
28
HILLS, Alice: «Otras Operaciones Militares: la criminalidad y las operaciones policiales», Military Review
LXXXI: 2, March-April 2001, pp. 41-48.
VÁZQUEZ, Hernán: «Editorial», Military Review LXXXI: 2, March-April 2001, p. 1.
Ver LAÏDI, Zaiki: «Pensar la post-Guerra Fría», en LAÏDI, Zaiki (comp.): Pensar el mundo después de la
Guerra Fría, Presses de la Fundation Nationale de Sciences Politiques & Berg Publishers/Publicaciones
Cruz, México DF, 1993, pp. 13-21.
Con similares contenidos que Laïdi, la idea de post-posguerra Fría aparece entre los académicos de EE.UU.
en FRIEDMAN, Thomas: «Post-Post Cold War,» The New York Times, July 13, 1994, p. A-12.
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Redefiniendo la Seguridad Internacional Contemporánea
Tal vez lo más importante (y a la vez lo más preocupante) de esta línea argumental,
en términos de Seguridad Internacional, sea que el Estado moderno puede no estar
preparado para enfrentar esta metamorfosis de la violencia, por la sencilla razón de no
entenderla. La causa de esta incomprensión gira básicamente en torno a la persistencia de
enfoques de la seguridad propios de la Guerra Fría.
De la Maisonneuve explica esta limitación conceptual, en torno a lo que él llama
«amenazas concretas», por la falta de costumbre a considerar como amenazas a la
seguridad a nuevos fenómenos, que sí lo son, al tiempo que se retienen en el imaginario
colectivo viejas amenazas que tal vez ya hayan dejado de serlo. ¿La razón? La falta de
organismos estatales de reflexión estratégica, que lo privan de la «caja de herramientas
intelectual» que le permita entender los cambios. En sus propias palabras.55
«De esta manera, todo parece mostrarse como una amenaza, todo salvo
lo que nos habíamos acostumbrado a designar como tal. La amenaza
era extranjera, es interna; era militar, se volvió civil; era a menudo visible
y burda, es vaga e insidiosa; estaba perfectamente localizada, no está
en ningún lado y está en todas partes; nos reforzaba y nos unía, nos debilita
y nos divide...pero todo eso esencialmente es porque no nos animamos
a llamarla por su nombre».
Lo que el pensador galo sugiere entre líneas, en el párrafo precedente, es un círculo
vicioso: la aparición de nuevas formas de expresión de la violencia, heterogéneas e híbridas,
desafía la capacidad de comprensión de un Estado acostumbrado a pensar en términos
tradicionales; frente a ese desafío, su respuesta reside en ignorar o subestimar cualitativamente
los factores de cambio, manteniéndose en su posición de siempre; finalmente, la falta de
aggiornamiento del Estado a la nueva situación le impide lidiar con la misma de manera
efectiva, facilitando que las nuevas formas de expresión de la violencia aumenten,
recomenzando el ciclo.
Los únicos damnificados, en esta dinámica, serían el Estado, la sociedad y los
individuos que la componen. Al respecto, un autor estadounidense que en los últimos años
ha escrito profusamente sobre esta cuestión, Ralph Peters, sentencia: «los Estados e
instrumentos militares que restrinjan su preparación, iniciativas y respuestas a los patrones
tradicionales, pagarán su <miedo al futuro> con sangre, dinero y calidad de vida». La
preservación de este valor «calidad de vida» (medido en términos de seguridad) se suma al
tradicional resguardo del valor «soberanía», en la determinación del empleo de los instrumentos
estatales de violencia en las décadas venideras.56
55
56
DE LA MAISONNEUVE, op.cit., pp. 60, 137-140, 151-156.
PETERS, Ralph: «The Culture of Future Conflict», Parameters, Winter 1995-96, pp. 18-27.
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