En la merienda escolar o como parte de un refrigerio tras acabar cualquier labor. Pony Malta es una de las bebidas más famosas y consumidas por los colombianos. En 2014 se vendieron 3 millones de hectolitros de esta malta –un hectolitro equivale a 100 litros- según registros de Bavaria, la empresa que la produce desde hace 62 años.
La “Bebida de campeones” también es una de las marcas nacionales de mayor reconocimiento. Sin embargo, hace semanas una falsa información divulgada en redes sociales hizo dudar a sus consumidores sobre la calidad del producto.
Varios usuarios de WhatsApp recibieron un audio donde se alerta del riesgo de beber Pony Malta. ¿La razón? Quien habla asegura que un operario de una de las plantas donde se produce y embotella la malta murió en el interior de un tanque de almacenamiento, lo que provocó, según el mensaje, que varios lotes de la bebida estuviesen en mal estado. Al mismo tiempo, en Twitter y Facebook circuló una impactante foto del supuesto cadáver y el operativo de rescate. Todo resultó siendo una falsa noticia.
Ningún operario falleció y la imagen corresponde al levantamiento del cuerpo de Elisa Lam, una ciudadana china que se ahogó en un tanque de agua de un hotel en Los Ángeles (Estados Unidos), hecho ocurrido en 2013.
“Es que no hay posibilidad de que alguno de nuestros empleados caiga en un tanque de almacenamiento. Todo el proceso de la fabricación de la Pony está automatizado”, asegura Juan Coral, maestro cervecero y gerente de procesos de la planta Tocancipá de Bavaria, ubicada en las afueras de Bogotá. Es una de las seis que tiene la compañía en el país.
Así se hace la “Bebida de campeones”
Coral, encargado de supervisar el paso a paso de la elaboración de las bebidas que se producen en Tocancipá -entre ellas ‘la Pony’-, recorre la planta explicando qué se hace en cada área. El inicio de todo es la zona de recepción de materias primas. La cebada malteada, el principal ingrediente, es guardada en silos de concreto con capacidad para albergar 620 toneladas. “El grano lo traemos de malterías en Tíbito, en Cundinamarca, y Cartagena”, señala.
Luego, la cebada malteada pasa a la fase de cocimiento. Es colocada con agua en gigantescas ollas de acero, con capacidad de 930 hectolitros, que en su extremo superior van conectadas a tuberías, escapes para los vapores emanados por una cocción a 92 grados centígrados y por 50 minutos. Los pasillos de la planta son tomados por un olor a malta, a grano tostado. Siguiendo la receta al pie de la letra, a la mezcla se agrega azúcar caramelizada y vitaminas del complejo B, Hierro y Calcio.
“Uno de los valores agregados de la Pony Malta son los nutrientes y las vitaminas que trae. En casa, a mis hijos les damos”, resalta Coral, mientras destapa una botella de la malta en presentación de 330 centímetros cúbicos, una de las más comercializadas.
Es escaso el personal que se ve en las áreas de producción. La mayoría se encuentra manejando la maquinaria por medio de tableros llenos de botones o computadores desde oficinas con muros de vidrio. Esa imagen de operarios girando perillas, subiendo largas escaleras y manipulando válvulas se desdibuja. Hasta la limpieza de las herramientas está programada. “Las ollas son totalmente herméticas. No hay razón para que alguien se les acerque”, recalca este maestro cervecero.
Del grano ya no queda nada. La bebida está casi lista. Solo falta dejarla en reposo, para que se enfrié la cocción, y adicionarle vainilla, antes de almacenarla en tanques de 6.000 hectolitros. Allí permanecerá, a la espera de ser envasada. “El llenado y lavado de los tanques es automático, y cada vez que se desocupan son limpiados con soluciones químicas”, aclara Coral.
En la planta de Tocancipá se elabora el 40 por ciento de las bebidas que ofrece Bavaria en el país, y es una de las cinco factorías donde se produce Pony Malta. De allí salen a diario entre 600.000 y un millón de botellas de malta, listas para consumir.
“Desde 1953, cuando la Pony salió al mercado, se convirtió en una de las marcas más apreciadas. Contamos con la certificación de control de calidad ISO 9001. Por eso digo que le hemos cumplido a los colombianos con un producto de altos estándares de calidad”. Coral cierra así el recorrido. Abre la segunda botella de Pony Malta del día y la bebe. La termina por completo.
Los catadores de Pony Malta
Con la ayuda de laboratorios, Bavaria le hace control de calidad a todos sus productos, desde la fase inicial –el almacenamiento de las materias primas- hasta cuando las bebidas están listas para el consumo. Químicos y microbiólogos en todas las plantas del país se encargan de realizar análisis físico-químicos y sensoriales, es decir, comprobar olores y sabores.
“Hacemos investigación para robustecer el control de calidad en las diferentes etapas de la producción (…) Acá todas las materias primas se prueban, incluso el agua”, explica Nohemy Cortazar, encargada del laboratorio en Tocancipá.
Otra de las funciones que tienen estos laboratorios es catar las bebidas, como la Pony Malta. En un cubículo aislado, el catador recibe las muestras. No se da cuenta de cuáles productos le entregan. Prueba una por una y detecta si el olor y el sabor son los correctos. Existen más de 200 catadores a nivel nacional.
A parte de las muestras, el catador tiene en su cubículo un vaso de agua y galletas de soda, para quitar de la boca el sabor de la malta y continuar con la labor. “El curso para ser catador dura cinco días. Al final la personas podrá distinguir hasta 20 diferentes sabores”, explica Coral.
REDACCIÓN