Educación sexual integral

18 de mayo de 2023 | Preguntas y respuestas

La educación sexual integral (ESI) brinda a los jóvenes información precisa y apropiada para su edad sobre la sexualidad y su salud sexual y reproductiva, la cual es fundamental para su salud y supervivencia.

Aunque los programas de ESI no son los mismos en todas partes, en las orientaciones técnicas de las Naciones Unidas, que fueron desarrolladas conjuntamente por la UNESCO, el UNFPA, el UNICEF, la ONU-Mujeres, el ONUSIDA y la OMS, se recomienda que estos programas se basen en un plan de estudios establecido; sean científicamente correctos; se adapten a las diferentes edades, y sean integrales, es decir, que abarquen diversos temas sobre sexualidad y salud sexual y reproductiva a lo largo de la infancia y la adolescencia.

Los temas cubiertos por la ESI, que también pueden denominarse competencias para la vida, educación para la vida familiar así como otros nombres, incluyen, pero no se limitan a, la familia y las relaciones; el respeto, el consentimiento y la autonomía corporal; la anatomía, la pubertad y la menstruación; la anticoncepción y el embarazo, y las infecciones de transmisión sexual, incluida las producidas por el VIH. 

La educación sexual dota a los niños y jóvenes de los conocimientos, habilidades, actitudes y valores que les ayudarán a proteger su salud, desarrollar relaciones sociales y sexuales respetuosas, tomar decisiones responsables y comprender y proteger los derechos de los demás.

Se ha demostrado sistemáticamente que una educación sexual de alta calidad ofrece resultados positivos de salud a lo largo de toda la vida. Es más probable que los jóvenes se inicien más tarde en la práctica de actividades sexuales, y que cuando tengan relaciones sexuales lo hagan de forma más segura, si están mejor informados sobre su sexualidad, salud sexual y derechos.

A través de la educación sexual también se les ayuda a prepararse ante los cambios físicos y emocionales que se producen al crecer, y a saber gestionarlos mejor, entre otros los producidos durante la pubertad y la adolescencia, al tiempo que a estar instruidos en el respeto, el consentimiento y donde acudir en caso de necesitar ayuda. Esto a su vez reduce los riesgos de violencia, explotación y abusos.

Los niños y adolescentes tienen derecho a ser educados sobre sí mismos y el mundo que los rodea de una manera apropiada para su edad y desarrollo, puesto que necesitan esos conocimientos para su salud y bienestar.

Con la intención de servir de apoyo a los planes de estudio de las escuelas, en las orientaciones internacionales de la ONU se recomienda iniciar la ESI a la edad de cinco años, cuando suele comenzar la educación formal. Con todo, la educación sexual es un proceso de toda la vida que a veces comienza antes, en casa, con las personas que se ocupan del niño. El aprendizaje es un proceso incremental: lo que se enseña a las edades más tempranas es muy diferente de lo que se enseña durante la pubertad y la adolescencia.

Con los estudiantes más jóvenes, la educación sobre sexualidad no significa necesariamente educación sobre sexo. Por ejemplo, para los grupos de edad más jóvenes, la ESI puede ayudar a los niños a adquirir conocimientos sobre el cuerpo y reconocer sus sentimientos y emociones, al tiempo que les permite debatir sobre la vida familiar y los diferentes tipos de relaciones, la toma de decisiones, los principios básicos del consentimiento y qué hacer si se producen situaciones de violencia, intimidación o abusos. En este tipo de aprendizaje se establecen las bases para relaciones saludables a lo largo de la vida.

Son muchas las personas que tienen un papel que desempeñar en la enseñanza de los jóvenes sobre su sexualidad y salud sexual y reproductiva, ya sea en el marco de una educación formal, en casa o en otros entornos informales. Lo ideal sería recibir una educación sólida y consistente sobre estos temas a partir de múltiples fuentes. Algunas de ellas serían los padres y otros miembros de la familia, pero también los maestros, quienes pueden ayudar a que los jóvenes accedan a información científica y precisa y apoyarlos en el desarrollo de habilidades críticas. Además, la educación sexual puede impartirse fuera de la escuela, por ejemplo de la mano de asesores o trabajadores sociales capacitados que trabajan con jóvenes. 

Mediante programas de educación sexual bien diseñados y bien impartidos se apoya la toma de decisiones positivas en torno a la salud sexual. Se ha demostrado que los jóvenes tienen más probabilidades de iniciar la actividad sexual más tarde, y cuando tienen relaciones sexuales hacerlo de forma más segura, si están mejor informados sobre la sexualidad, las relaciones sexuales y sus derechos.

La ESI no promueve la masturbación. Con todo, en nuestros documentos, la OMS reconoce que los niños comienzan a explorar sus cuerpos a través de la vista y el tacto a una edad relativamente temprana. Esta es una observación, no una recomendación.

Las orientaciones de la ONU sobre educación en sexualidad tienen como objetivo ayudar a los países, profesionales y familias a proporcionar información sobre la sexualidad de los jóvenes, precisa, actualizada y apropiada al estado de desarrollo. Esto puede consistir en corregir ideas erróneas relacionadas con la masturbación, como que es perjudicial para la salud, y en educar a los niños, sin avergonzarles, sobre sus cuerpos, límites y privacidad de una manera apropiada para su edad.

Existen pruebas sólidas de que las normas de género desiguales comienzan temprano en la vida, lo que afecta perjudicialmente tanto a los hombres como a las mujeres. Se calcula que el 18% de las niñas en el mundo (casi una de cada cinco) ha sufrido abusos sexuales.

Al mismo tiempo, no obstante, se ha demostrado en investigaciones que la educación en grupos pequeños y grandes puede contribuir a luchar contra normas desiguales de género para cambiarlas. Sobre esta base, en las orientaciones internacionales de la ONU sobre educación en sexualidad se recomienda educar a los jóvenes en las relaciones de género, la igualdad y la desigualdad de género y la violencia por razón del género. 

Proporcionando a los niños y jóvenes un conocimiento adecuado sobre sus derechos, y sobre lo que es y no es un comportamiento aceptable, la educación sexual los hace menos vulnerables al abuso. En las orientaciones internacionales de la ONU se insiste en la necesidad de que los niños de edades comprendidas entre cinco y ocho años sepan reconocer lo que es la intimidación y la violencia para entender que están mal. También se hace hincapié en que los niños de entre 12 y 15 años sean conscientes de que el abuso sexual, la agresión sexual, la violencia de pareja y el acoso constituyen una violación de los derechos humanos y nunca son culpa de la víctima. Por último se insiste en enseñar a los adolescentes mayores, de 15 a 18 años, que el consentimiento es fundamental para una relación sexual positiva en pareja. A los niños y jóvenes también se les debería enseñar qué hacer y dónde ir si se producen problemas, como situaciones o actos de violencia o abusos.

A través de este enfoque, la educación sexual mejora la capacidad de los niños y jóvenes para reaccionar ante el abuso, ponerle freno y, en última instancia, buscar la ayuda que necesitan. 

Existen pruebas claras de que los programas basados únicamente en la abstinencia, en los que se instruye a los jóvenes a no mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio, son ineficaces para prevenir la actividad sexual temprana y comportamientos de riesgo, y pueden ser perjudiciales para la salud sexual y reproductiva de estos.

Por esta razón, en el marco de la ESI se habla del sexo seguro para preparar a los jóvenes, después de una cuidadosa toma de decisiones, a mantener relaciones íntimas, que pueden consistir en el coito o en otras actividades sexuales. Las pruebas muestran que este enfoque está asociado con un inicio tardío de la actividad sexual, la reducción de comportamientos sexuales de riesgo (lo que también ayuda a reducir la incidencia de infecciones de transmisión sexual) y el aumento del uso de anticonceptivos.

Como en el caso de cualquier otra cuestión, la OMS proporciona orientaciones sobre educación en sexualidad para la formulación de políticas y programas basados en un amplio corpus de investigación y experiencias programáticas.

En estas orientaciones internacionales de la ONU se describe un conjunto de objetivos de aprendizaje a partir de los cinco años. Estos han sido diseñados para adaptarse al contexto local y al plan de estudios de cada país. En el mismo documento se detalla cómo debería producirse este proceso de adaptación, por ejemplo a través de consultas con expertos, padres y jóvenes y de la mano de investigaciones para que los programas respondan a las necesidades de los jóvenes.