Harold Lasswell: la teoría de la propaganda política traducida al español

El Mexiqueño
11 min readOct 6, 2016

Harold Lasswell (1902–1978) tiene el honor de ser el reconocido fundador de los Estudios de Comunicación de Masa, o Mass Communication Research (MCR) pero este sociólogo adscrito a la escuela conductista es un ilustre desconocido para los lectores de habla castellana. La historia del olvido y desaparición del hombre que inventó el mítico modelo de Lasswell (o fórmula de Lasswell) se resume en dos historias paralelas: la emergencia de las escuelas de periodismo y comunicación en España y América latina no se dio hasta la década de 1970 y para aquel entonces los planes de estudios se hallaban bajo la influencia de otros paradigmas críticos que dejaron a este autor fuera del canon.

Su dedicación a otras áreas de investigación, como la incipiente ciencia política, y el decisivo peso de Paul Lazarfeld en estudios empíricos de audiencia también contribuyeron a relegar su figura dentro del baúl de las ideas obsoletas -o las corrientes adscritas a la teoría de la aguja hipodérmica- vinculadas a las conclusiones de su tesis doctoral de juventud en la Universidad de Chicago, disponible, por cierto,en línea con el nombre de Propaganda technique in the World War.

Harold Lasswell, ¿fundador olvidado de la ciencia política?

La propaganda y la guerra psicológica fueron uno de sus temas de estudio pero Lasswell fue un poco más allá: su colaboración con oficinas y agencias del gobierno de EEUU desde la década de los treintas marca el inicio de las relaciones incestuosas entre científicos, militares, espías y personal político que sigue siendo la regla en Washington a día de hoy. Ecuación en la cual no faltan los periodistas emportados en la maquinaria de la guerra psicológica. Él inventó el concepto del científico político de la democraa que luchó contra el comunismo en todos los frentes tras coadyuvar a la derrota del III Reich:

El científico político emergió del psiquiatra social, del especialista de nicho y del propagandista democrático. Al igual que ellos, el científico de la política iba a (ser) el practicante de una especie de ciencia que tomó la práctica del médico y del abogado como modelo a seguir al poner los métodos y resultados de la ciencia en general a trabajar en la solución de los problemas del mundo real. El científico de la política era interdisciplinario y previó las implicaciones tecnológicas de la ciencia. El científico política fue estratégico, innovador y visionario. Ante todo, el científico político fue “relevante” para la gobernabilidad en una época de crisis. Contribuyendo directamente a la toma de decisiones sobre cuestiones fundamentales, el científico político fue un experto, preparado e inteligencia, un asesor entre las élites, cómodo dentro y alrededor del poder, preparado para la lucha. La tiranía y su propaganda eran enemigos; la democracia y su propaganda, amigos; el más alto objetivo, la dignidad de la persona. Farr, J., Hacker, J. S., & Kazee, N. (2006). The policy scientist of democracy: The discipline of Harold D. Lasswell. American Political Science Review,100(04), 579–587. Disponible en este enlace.

Obras y acciones que definen una trayectoria política pero no inhiben el necesario conocimiento de sus investigaciones académicas. Aunque existen textos traducidos años ha -caso de La política como reparto de influencia publicado por Aguilar el año de 1974 (Politics: who gets what, when and how?, 1936) solo existe un articulo que llegara a conocerse masivamenten en español: Estructura y funcionamiento de la comunicación en la sociedad, incluida en la clásica recopilación de Moragas.

Se echa en falta la recopilación crítica de los mejores textos de Lasswell en sus notables incursiones en el área de la psicología política (o su libro Psychopathology and Politics de 1930), el análisis cuantitativo de contenido -The Language of Politics; Studies in Quantitative Semantics (1949)- o sus póstumas aportaciones a la doctrina hoy dominante de los DDHH: Human Rights and World Public Order: The Basic Policies of an International Law of Human Dignity (1980). 60 libros propios, editados y coeditados, amén de 300 artículos indexados, definen una trayectoría mayor entre su alma mater, la Universidad de Chicago, y su último campus, Yale.

Harold Lasswell, tan olvidado como imprescindible / Imagen:inteligenciaetica.com

Para quue estudiantes, docentes y profesionales de la comunicación puedan acceder a su obra en español, El Mexiqueño tradujo un corto pero revelador escrito disponible en red. Esta es la ficha:

The Theory of Political Propaganda

Autor: Harold D. Lasswell

Fuente: The American Political Science Review, Vol. 21, №3 (Aug., 1927), pp. 627–631. Disponible en este enlace.

Cualquier duda o correción sobre el texto, favor de mandar un correo electrónico a elmexiqueno@gmail.com

Teoría de la propaganda política / Harold Lasswell

Versión original del ensayo The Theory of Political Propaganda: si quieres leerlo, dale clic a la imagen.

La propaganda es la gestión de las mentalidades colectivas mediante la manipulación de símbolos significativos. Se considera la palabra mentalidad como la tendencia a actuar de acuerdo a ciertos patrones de valoración. La existencia de una mentalidad no es un dato directo de la experiencia, sino que se infiere a partir de señales que tienen un significado convencional. Decimos que los votantes de una determinada tendencia resienten un candidato negro y, al hacerlo, resumimos la tendencia de un grupo particular a actuar ante un objetivo determinado y en un contexto específico. Los patrones valorativos sobre los cuales se funda esta deducción pueden ser desde los gestos primitivos de la cara y el cuerpo hasta las más sofisticadas acciones con la pluma o con la voz. Tomados en conjunto, estas metas que tienen un significado estándar para un grupo se llaman símbolos significativos. La ceja elevada, el puño cerrado, la voz aguda, la frase picante, todas estas referencias se establecen como la red de una cultura particular. El empleo de tales símbolos significativos es parte de una parafernalia que se expresa en determinadas actitudes, empleadas para reafirmar o redefinir actitudes. Por lo tanto, los símbolos significativos tienen importantes tanto en las funciones expresivas como en las propagandísticas, presentes todas ellas en la vida pública.

La idea de una mentalidad colectiva no se refiera a una entidad superogánica o sobrenatural. Los fenómenos colectivos tienden a tratarse como si estuvieran en un plano separado de las acciones individuales. La confusión se ha extendido sobre todo gracias al hecho que los estudiantes no han podido inventar una palabra capaz de lidiar con la connotación de uniformidad del término mentalidad sin que derive de ello una unidad biológica o metafísica. Los antropólogos han introducido la noción de patrón para designar las uniformidades comunes en una mentalidad durante un determinado tiempo y espacio y este es el sentido de la palabra mencionada. Por lo tanto, la mentalidad colectiva, entendida como un patrón, surge de la distribución y combinación de actos individuales y no de un espíritu latente que ha logrado su realización transitoria entre los ásperos y gruesos hechos del mundo sensitivo.

Las actitudes colectivas son susceptibles de sufrir todo tipo de alteraciones. Pueden romperse ante un ataque intimidatorio violento o desintegrarse debido a la coerción económica. Pueden reafirmarse en la musculosa regulación del taladro. Sin embargo, su realineación y su reordenamiento se producen principalmente bajo el impulso de símbolos significativos; y la técnica de utilizar símbolos significativos para este propósito es la propaganda.

Propaganda es una palabra estrechamente vinculada, en su uso popular y técnico, a muchos otros significados. Debe distinguirse de la educación. Necesitamos un nombre para los procesos que inculcan las técnicas para contar sílabas, formar letras, sumar números, tocar el piano o manejar una máquina. Si esto es lo que entendemos por educación, quedamos en libertad de aplicar el término a la propaganda a la creación de disposiciones valorativas o mentalidades.

La actitud deliberativa es susceptible de deslindarse de la acción propagandista. La deliberación implica la búsqueda de la solución de un problema determinado sin ningún deseo de prejuzgar una solución a modo. El propagandista está muy preocupada en provocar y mostrar una sola solución. Y aunque la más sutil de las propagandas se parece mucho a la deliberación desinteresada, no hay dificultad alguna en distinguir ambos extremos.

¿Cuál es la relación entre la propaganda y el cambio de opiniones a través de entrevistas psiquiátricas? Una entrevista es un intenso acercamiento en el cual el entrevistador consigue un acceso directo al repositorio privado de los significados del entrevistado para explotarlos e ir más allá de los significados comunes a su grupo de pertenencia. La relación íntima y continua que se configura en condiciones semiclínicas rebasa el objetivo del propagandista que se limita a lidiar con el individuo, entendido como miembro común de ciertos grupos o subgrupos cuyas diferencias se basan en evidencias extrínsecas.

La propaganda puede clasificarse bajo un amplio criterio. Algunas campañas las conducen organizaciones como la Liga Contra el Cigarrillo cuyo objetivo es tan preciso como restringido; otras las conducen organizaciones que, como la mayoría de asociaciones civiles, tienen un genérico y difuminado propósito. Estos objetivos pueden ser revolucionarios o contrarrevolucionarios, reformistas o contrarreformistas, en función que asuman o no un cambio radical de instituciones. Conducen la propaganda organizaciones que se basan casi exclusivamente en ella u otras que solo la utilizan como un dispositivo auxiliar entre varios otros medios de control social. Algunas propagandas son temporales, como un club de impulsores de un candidato local o relativamente permanentes. Existen formas de propaganda intergrupales pues existen para consolidar una mentalidad ya existente al contrario de las propagandas extragrupales que toman la responsabilidad adicional de proselitismo. Hay propagandas que conducen aquellos que esperan recoger tangibles y sustanciales ganancias de estos grupos; otras campañas las dirigen equipo que se conforman con un remoto, intangible e impreciso beneficio para ellos mismos. Algunas propagandas están a cargo de hombres que hacen de ello una forma de vida mientras que otras son manejadas por aficionados. Algunos dependen de un equipo básico o central y otras se asientan en una amplia red de asociaciones católicas. Un grupo de propaganda puede florecer en secreta y otro puede promover su visibilidad.

Además de todas esas variables y valiosas distinciones, las propagandas pueden dividirse de acuerdo al objetivo de modificar o fortalecer una mentalidad. Una campañas nacen para organizar una posición hacia una persona, tanto sea el sr. Coolidge como el señor Smith; otras surgen para organizar una conducta hacia un grupo, como los japoneses o los trabajadores; algunas más sirven para crear una actitud hacia una político o institución, desde el libre comercio al gobierno parlamentario; y existen también aquellas campañas que organizan una actitud favorable a la participación personal, como la compra de bonos de guerra o el reclutamiento para el cuerpo de los Marines. Ninguna propaganda se ajusta a una categoría perfecta y no debemos olvidar que las clasificaciones se crearon para servir a nuestras conveniencias y no para satisfacer nuestros anhelos de inmortalidad e inmutabilidad.

Si definimos la estrategia de la propaganda en términos culturales, podemos decir que esta implica mostrar un objetivo a una determinada cultura para generar ciertas mentalidades o actitudes culturales. La tarea del propagandista es intensificar las actitudes favorables a su propósito para revertir las actitudes hostiles y atraer a los indiferentes o, cuando menos, para impedir que asuman una inclinación hostil.

Cada grupo cultural tiene sus valores inherentes. Estos pueden incluir los derechos de propiedad o las reglas de cortesía. Cuando se quiera dirigir la hostilidad contra alguien, deberá presentarse como una amenaza a la mayor cantidad de estos valores compartidos. Siempre existe la ambiciosa posibilidad de conjurar más valores en su contra y el implicado debe aparecer como el principal obstáculo para su realización. Existen patrones sobre el bien y el mal y debemos descartar todo lo bueno del objetivo a batir. Hay estándares de corrección y el implicado debe parecer ridículo y torpe. Si el plan es extraer actitudes positivas hacia un personaje concreto, este debe presentarse no como una amenaza y un obstáculo sino como un protector de nuestros valores, un defensor de nuestros sueños y un modelo de virtud y decoro.

Los objetivos de propaganda deben ser elegidos con mucho cuidado. Los objetivos primarios son, por lo general, muy distintos. Es por ello que la propaganda de guerra implica al enemigo, el aliado, y al neutral. Incluye líderes en ambos lados así como el apoyo de ciertas políticas e instituciones. Supone el control de las mentalidades acerca de varias formas de participación-alistamiento, compra de bonos de guerra y presión extenuante. Estos y otros parecidos objetivos se mezclan en el contexto de una situación absoluta y el propagandista se da perfecta cuenta que debe lidiar con todas ellas. Pero algunos objetivos son secundarios y contingentes. Solo son importantes cuando no tomamos las debidas precauciones y la atención puede desviare hacía ellas de forma inconveniente. El malestar acumulado de una nación puede convertirse en estallido si los revolucionarios sociales dirigen contra el gobierno la hostilidad de la comunidad ante el enemigo común tras lo cual sobreviene la descomposición. Razón por la cual la propaganda de guerra debe incluir al revolucionario socialista como objetivo de la hostilidad y toda la propaganda debe concebirse con un margen de maniobra suficiente para abrazar estos objetivos contingentes.

La estrategia de la propaganda, definida hasta ahora en términos culturales, puede describirse fácilmente en el lenguaje de estímulo-respuesta. Traducido en este vocabulario, especialmente inteligible para algunos, puede decirse que el propagandista se preocupa por promover la multiplicación de los estímulos mejor diseñados para provocar las respuestas deseadas mientras busca la anulación de los estímulos que puedan instigar respuestas no deseadas. En términos de propuestas sociales, el problema de la propaganda es multiplicar todas las propuestas favorables a las mentalidades que desea producir y fortalecer mientras restringe todas aquellas actitudes que le sean desfavorables. En este sentido de la palabra, la proposición no se utiliza tal y como se hace en la psicología individual, es decir, como aceptación de una idea sin reflexionarla sino que se refiere a un material cultural cuyo significado es reconocible.

Cualquier campo semántico que ayude a encender la imaginación del manipulador práctico de conductas será el más valioso. Las dificultades terminológicas desaparecen cuando pasamos del problema de los elementos de propaganda a escoger a discutir sobre los transmisores específicos de la materia propagandística. La forma mediante la cual los símbolos significativos se encarnan para llegar al público varía mucho. Sea el habla, la escritura, la pintura o la música, el número de transmisores de estímulo es infinito. Si el propagandista se identifica imaginativamente con la vida de los sujetos en una determinada situación será capaz de explorar varios tipos de enfoque. Consideremos, por un momento, las personas que viajan en tranvía. Se les puede alcanzar gracias a los carteles presentes en el interior del vehículo, con carteles en las vallas publicitarias a lo largo de la ruta, por periódicos que ellos mismos leen, por las conversaciones que oyen por casualidad, por folletos que toman o que alguien, subrepticiamente, deslice en sus manos, por manifestaciones callejeras en paraderos y por muchos otros medios. Hay un sinfín de posibilidades. La gente camina por las calles o se mueve en coches, tranvías y trenes subterráneos, trenes elevados, barcos, ferrocarriles eléctricos o de vapor; se congrega en teatros, iglesias, salas de conferencias, lugares para comer, parques deportivos, salas de conciertos, peluquerías y salones de belleza, cafés y farmacias; las personas trabajan en oficinas, almacenes, talleres, fábricas y medios de transporte. Una mirada a los patrones de vida de cualquier comunidad revela la red de rutas de movilidad y centros de congregación a través de los cuales hechos y opiniones interesadas pueden diseminarse.

En el pasado, la propaganda obtenía una importancia transitoria cuando cualquier sistema social basado en los preceptos de la antigüedad era disuelto por un tirano. La permanente función de la propaganda en la vida moderna se debe, en gran medida, a la desorganización social que se aceleró tras la rápida aparición de los cambios tecnológicos. La impersonalidad suplantó a la lealtad personal hacia los líderes. La alfabetización y los canales físicos de comunicación acentuaron la conexión entre los gobernantes y los gobernados. Los acuerdos surgidos favorecieron la proliferación de opiniones y la aceptación del voto. Muchas cosas que antiguamente podían conseguirse por la violencia y la intimidación ahora deben pasar por los argumentos y la persuasión. La democracia ha proclamado la dictadura de la charlatanería y la técnica para imponer al dictador se denomina propaganda.

Harold Lasswell

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