Reflexiones de un editor en vilo

Alocución de Basilio Rodríguez al ser nombrado Académico Correspondiente de la RAEX

Basilio Rodríguez Cañada, Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes
photo_camera Basilio Rodríguez Cañada, Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes

El pasado 6 de octubre recibí el nombramiento de académico correspondiente por Madrid de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes (RAEX) durante la solemne sesión de Apertura del curso académico 2023-2024, celebrada en Badajoz. A continuación transcribo la breve alocución pronunciada en el salón de actos de Cajalmendralejo al recibir el citado nombramiento.

Distinguidas autoridades, excelentísimos señores académicos, señoras y señores, amigos todos.

Con poco más de nueve años experimenté y sufrí la emigración y el desarraigo, como tantas familias que intentaban encontrar un futuro más próspero fuera de nuestra tierra, atesorando en la memoria infantiles vivencias en mi añorado pueblo pacense, Navalvillar de Pela, como un arbusto al que se trasplanta de su hábitat natural a un nuevo territorio donde afincarse, crecer y seguir su curso evolutivo, dejando en su terreno originario parte de las raíces con las que absorbió los elementos básicos para nutrirse y desarrollar los mimbres de su más íntima naturaleza, llevándose en el cepellón que recubre su raigambre trasplantada el recuerdo de lo vivido hasta ese momento.

Y a mi ambiente rural de nacencia he retornado durante décadas para recuperar esas raíces que dejé huérfanas entre las calles y campos de mi patria chica, procurando reintegrarme en cada ocasión para sentirme de nuevo pleno en esencia. También regresé puntualmente para acompañar y despedir a mis mayores cuando les ha correspondido iniciar su último viaje.

De esta manera, tan habitual, tan poco original, troqué los aperos de labranza que me aguardaban como legado familiar, a los que estaba destinado de manera natural, por otro tipo de herramientas e instrumentos con los que sembré mi futuro: los libros. Con ellos combatí el desconcierto inicial tras mi marcha a la gran ciudad y mediante la lectura y la escritura pude construir mundos paralelos al que me correspondió vivir, generando múltiples experiencias personales y literarias.

Así me vi obligado a buscar nuevos horizontes vitales y profesionales, que me hicieron recorrer el mundo en un largo periplo, circunnavegando continentes, pueblos, culturas y espacios muy diversos. Pero, siempre con el deseo de retornar a mi punto de partida, a mi lugar de origen, para reencontrarme con los territorios de mi niñez y con mis referentes afectivos y emocionales, con el paisaje y el paisanaje extremeño, con mi pueblo y con mi gente.

Quizá porque con el paso de los años empezamos a plantearnos qué suelo hemos de abonar cuando nos corresponda convertirnos en humus, en nutriente materia orgánica. Decisión que ya he tomado de manera muy consciente: quiero retornar a esa naturaleza rural de la que siempre me he sentido parte. Porque nunca me cansaré de proclamar con orgullo que soy hijo y nieto de labradores y con ellos quiero compartir la tierra de mi última morada.

Pero en modo alguno me gustaría parecerles melancólico o sombrío con estos temas, pues debo confesarles que hoy me siento agradecido e ilusionado, por formar parte, en calidad de académico correspondiente, de una institución señera de Extremadura y del mundo iberoamericano e hispánico.

Sirva pues esta breve alocución como testimonio de agradecimiento sincero a los académicos que propusieron mi candidatura, los Excelentísimos señores D. Francisco Javier Pizarro Gómez, D. Manuel Pecellín Lancharro y D. Jesús Sánchez Adalid,  por su valioso apoyo, y a quienes la respaldaron, por haber incorporado mi nombre junto al de los ilustres miembros de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, lo que me honra profundamente. Y, de esta manera, me gustaría representar a numerosos intelectuales y escritores extremeños en la diáspora, que pretendieron ser conocidos y valorados en nuestra tierra, luchando denodadamente por ello, obteniendo muy pocos la acogida y reconocimiento que anhelaban.

En efecto, solo soy un editor y autor extremeño trasterrado en la gran metrópoli madrileña, como tantos otros que formamos la denominada Extremadura exterior, que siempre hemos hecho gala de nuestra pertenencia a un entorno cultural que nos forjó con sólidos valores morales y al que, como hijos pródigos, hemos reivindicado con orgullo patrio.

Haber sido nombrado académico correspondiente por Madrid de la Real Academia de Extremadura tiene para quien les habla y para mi familia el valor simbólico del reconocimiento a nuestro trabajo de décadas en la más alta institución que tiene como función primordial ilustrar y exaltar los valores históricos, literarios, artísticos y naturales de Extremadura.

Por lo expresado anteriormente, deseo manifestar mi firme propósito de colaborar, en lo que me sea posible, al cumplimiento de los fines de la Academia, así como llevar a cabo con la mayor dignidad los encargos que pudiere recibir de la institución o de sus miembros.

Y rubrico públicamente este compromiso para intentar merecer el honor que se me ofrece.

Muchas gracias a todos.