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Centenario Pasolini

Pasolini inédito, primeras páginas de 'Petróleo'

Publicada originalmente en 1992, la novela por la que se especula que pudieron asesinar a Pasolini, alcanza su forma definitiva en esta edición que reproduce un manuscrito hallado en 2010. Su traductor, Miguel Ángel Cuevas, avanza en exclusiva para 'La Lectura' el arranque de esta obra que Nórdica publicará en 2023

Pasolini en su escritorio en 1962.
Pasolini en su escritorio en 1962.Centro Studi Casarsa della Delizia
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APUNTE 2 LA PRIMERA ROSA DEL VERANO

La casa que Carlo había alquilado -y en la que vivía solo, a la espera de que se le uniera su padre- estaba en los Parioli, barrio que aún gozaba del prestigio que se le había atribuido en la década precedente, pero que ya languidecía en la atmósfera que tienen los lugares en decadencia, con viejos jardines que han conocido demasiados dueños, y una arquitectura ya vieja respecto incluso a la de barrios pequeñoburgueses más deprimidos.

Pero en aquel mayo de 1960 el neocapitalismo era aún una novedad demasiado nueva, era el término de un saber aún demasiado privilegiado como para cambiar el sentimiento de la realidad.

La casa de Carlo era un edificio gris con un jardín delante que parecía asimismo de piedra; siempre en sombra o con una luz grisácea; al fondo de un fortuito embudo geométrico, entre las aristas de otros edificios cerrados en su hermético silencio, aristas a menudo despuntadas según el estilo de las casamatas del periodo fascista... Carlo vivía en la cuarta planta; en el gris un tanto tristemente corroído del viejo revoque destacaban los alféizares de las galerías, que eran de un oscuro color granate.

Carlo estaba precisamente en una de esas galerías, dispuesto a explorar el teatro de su nueva existencia. Era de mañana. Pasaban por el cielo nubes cálidas, preservando sobre la tierra la humedad de la lluvia que poco antes habían tristemente descargado. Parecía que la vida en la ciudad se hubiera interrumpido. Carlo, como siempre, se sentía presa de la angustia; no tener nada que hacer sino ocuparse de la casa -con la certeza en estas cosas que tienen los hombres en torno a los treinta años- lo obligaba a estar solo consigo mismo, como una sombra; y a representar por tanto esa escena de soledad frente al panorama de Roma (que desde allí le parecía una ciudad como Atenas o Beirut). Su desaliento (de lejanos orígenes) anulaba toda fuerza, toda voluntad. La vida se le aparecía-la que tenía por delante- como un inevitable fracaso, observado por lo demás con la más absoluta lucidez, etcétera. La serie de derrotas que desde hacía unos años se sucedían en su vida de técnico que quiere ocupar su lugar en una sociedad que rechaza, era perfectamente lógica; lo que no alcanzaba a entender Carlo era de qué dependía esa lógica. ¿Quizá de la neurosis? Es decir, en pocas palabras, ¿de ese Peso que había sentido toda la vida dentro de sí, y del que no conseguía nunca, ni siquiera un solo instante, sentirse aliviado? Y fue así, de repente, como vio su cuerpo caer. En la galería, sobre un triste pavimento de cemento, había tiestos vacíos, recipientes, tubos (porque probablemente servía además como trastero); y allí estaba su cuerpo, yacente entre aquellos objetos degradados, como en una desmantelada trastienda, en presencia solamente del cielo que sobre él se extendía.

Sin defensa alguna, como se encuentra un cuerpo privado de consciencia, abandonado, todas sus formas y sus características podían ser descifradas por un observador libre y despiadadamente.

Así que Carlo observaba, a sus pies, su propio cuerpo bocarriba: ahí tenía la faz pálida, casi blanca, la color quebrada de adenopático; ahí la frente de persona inteligente y obstinada bajo el cabello liso e incoloro, al que, en la desagradable circunstancia, se le había descompuesto algo el peinado, de manera ridícula; los ojos redondeados, aureolados, hundidos, que sin la protección de las gafas (que en la caída habían resbalado de la nariz, y allí al lado quedaban, con sus finas patillas metálicas) parecían haber sido desnudados, en exceso expresivos; la piel tersa del rostro alargado, suave, como de niño, en torno a la nariz ligeramente respingona; la boca de piñón, de labios arrugados, semiabierta a causa de los dientes demasiado prominentes, grandes y amarillentos, o quizá más bien debido a la nariz, que era sin duda una de esas narices tapadas a perpetuidad que obligan precisamente a mantener la boca semiabierta para respirar; y ahí tenía el cuerpo, largo, delgado, de persona débil pero esmerada, enfundado en un traje gris algo gastado, camisa blanca y corbata (de tono tan discreto que no se percibía).

Carlo conocía bien todos los antecedentes que lo habían conducido hasta ese punto: el nacimiento, la infancia, la educación, las primeras experiencias vitales; entendía pues que también esta caída tenía que ver con la lógica de la que dependían irrevocable y justamente todos sus actos. La total pasividad de esa especie de ajusticiado -fusilado o condenado a morir de inanición- con la inmovilidad obediente de su cuerpo, como una ofrenda casi, con su aquiescencia ciegamente pasiva y casi infantil, parecía aprobar la obra de sus carnífices, como los pobres cuerpos consumidos de los judíos en Dachau o en Mauthausen. El último acto lógico era esa oferta de sí mismo, de su cuerpo de intelectual pequeñoburgués, incapaz de ofender y destinado a ser dócil, a ser castigado. Todo aquello de lo que se gloriaba como de un privilegio sin alardes-su piel blanca, el paño del traje, esos calcetines que se entreveían por debajo de los pantalones ceñidos a la pantorrilla, de manera lamentable, a causa de la caída- era objeto ahora de una piedad un tanto repugnante, y se acabó. Ni siquiera la ausencia de vida bastaba para borrar los estigmas de nacimiento; antes al contrario, los ponía de manifiesto de modo aún más brutal.

Pasolini novelista

Después de editar la antología poética La religión de mi tiempo, Nórdica ha abordado la publicación de las tres novelas de Pasolini. Tras el retrato sociológico de la recién editadaChavales del arroyo, en otoño verá la luz Una vida violenta, pieza central de la narrativa italiana de posguerra. Será ya en 2023 cuando llegará la polémica versión definitiva de Petróleo, el testamento novelístico del escritor, que cuenta con el famoso capítulo perdido

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