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Decrecimiento Sostenible: París, abril del 2008
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El congreso sobre el Decrecimiento Sostenible (o Sustainable
Degrowth) de París de los días 18 y 19 de abril del 2008
fue organizado sobre todo por François Schneider, un joven
economista que se dio a conocer fuera de la universidad hace
un par de años con su gira por Francia con un asno, cuya
sobria alimentación basada en recursos renovables, escasa
velocidad y tendencia a pararse de repente y negarse a ca-
minar, simbolizaban la necesidad de abandonar la quimera
del crecimiento económico continuo.
Resumo aquí lo que dije en el congreso. Anuncié que
trataría tres temas: el contenido del concepto del Decreci-
miento Sostenible, las políticas que nos podrían llevar a él,
y las alianzas de fuerzas sociales del Norte y del Sur que
nos permitirían avanzar. Dije también que no podíamos
escaparnos de discutir el problema del crecimiento de la
población humana.
¿Qué es el Decrecimiento Sostenible? No debemos ju-
gar con las palabras ni decir mentiras. Sabemos que Decre-
cimiento Sostenible significa un decrecimiento económico
que sea socialmente sostenible. En cambio, durante veinte
años, desde 1987 y el Informe Brundtland de las Naciones
Unidas, la palabra de orden ha sido otra: el Desarrollo Sos-
tenible, que quiere decir crecimiento económico que sea
ecológicamente sostenible. Sabemos sin embargo que el
crecimiento económico no es sostenible ecológicamente.
¿Por qué el crecimiento económico no es ecológica-
mente sostenible? Por las siguientes razones. La economía
industrial agota los recursos y desborda los sumideros de
residuos. Se acerca el pico de la curva de Hubbert, a los
90 o 100 millones de barriles por día. La concentración de
dióxido de carbono en la atmósfera está creciendo en los
años 2000 a 2 ppm por año, y a este ritmo llegará a 450
ppm en treinta años más.
La energía no es reciclable, y los materiales son recicla-
bles en la práctica solamente en parte. De ahí la continua
búsqueda de nuevas fuentes de energía y de materiales en
las «fronteras de la extracción», para sustituir la energía y los
materiales que han sido disipados y para asegurarse nuevos
suministros.
Es cierto que aumenta la eficiencia en el uso de energía
(los automóviles viajan más kilómetros con los mismo litros
de gasolina) y también cambian los materiales, de manera
que la economía puede crecer gastando en proporción me-
nos energía y menor tonelaje de materiales. Sin embargo,
este mismo proceso de aumento de la productividad de
los recursos naturales puede desencadenar lo que se llama
la Paradoja de Jevons o el «efecto rebote». Jevons en 1865
había señalado que la mayor eficiencia de las máquinas de
vapor abarataba para los fabricantes el costo del carbón por
unidad de producida lo cual llevaría a una mayor demanda
de carbón. Este es un punto sobre el cual los partidarios del
Decrecimiento Sostenible insisten mucho.
Ahora bien, ¿qué es lo que debe decrecer? Sin duda:
la economía. Pero, ¿cómo describimos la economía? Recor-
Decrecimiento
Sostenible: París,
abril del 2008
Joan Martínez Alier*
* Departamento de Economía. Universidad Autónoma de Barcelona y cor-
dinador de la revista Ecología Política. Joan.martinez.alier@uab.cat.

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demos aquí el trabajo de los últimos quince o veinte años
sobre el Metabolismo Social de Marina Fischer-Kowalski
en Viena, de Robert Ayres y tantos otros autores. La eco-
logía social, la ecología humana, y la economía ecológica
proporcionan resultados sobre los indicadores físicos de la
economía. Estos son:
a) Flujos de materiales
• No existe la desmaterialización, no hace falta conti-
nuar discutiendo la reducción de materiales por un
factor 4 (como propugnaba el Wuppertal Institut
hace unos años), menos aun por un factor 10. Oja-
lá estuviera ocurriendo pero no es así. Conocemos
las cifras en Europa y fuera de Europa gracias a la
investigación de los últimos años. Esas cifras son
ahora estadísticas oficiales de Eurostat, lo serán de
la OCDE.
• En la mayoría de países, no solo aumenta la cantidad
absoluta de materiales sino incluso la intensidad ma-
terial de la economía, es decir, el cociente toneladas
de materiales / PIB. Así ocurre en países donde hay
un boom en la construcción como ha sido el caso de
España hasta 2008 pero también en países de América
Latina con gran exportación de minerales. Lo mismo
en la India, cuyo sistema energético depende tanto
del carbón mineral.
• La cantidad de materiales en la economía (divididos
en biomasa, minerales para construcción, otros mi-
nerales, y combustibles fósiles) es un indicador de
presión sobre el medio ambiente.
• La convergencia a un promedio europeo de 16 to-
neladas por persona (solo materiales, no contamos
aquí el agua), multiplicaría los flujos de materiales
en el mundo por lo menos por un factor de 3 con la
población actual.
• Es posible caracterizar las economías del mundo por
esos flujos de materiales. Vemos las tendencias histó-
ricas, las transiciones, podemos también analizar las
pautas de comercio exterior. Por ejemplo, América
Latina exporta seis veces más toneladas que importa
mientras la Unión Europea importa cuatro veces más
toneladas que exporta. Hay por tanto un comercio
internacional ecológicamente desigual.
• Podemos entender los conflictos socio-ambientales típi-
cos de tal situación: los conflictos por la extracción de
minerales o de petróleo, o los conflictos causados por
el uso muy desigual por persona de los océanos como
sumideros de dióxido de carbono o de la atmósfera
como depósito provisional.
b) Energía.
• Sabemos que el uso de energía por persona está
aumentando. La convergencia hacia un promedio de
300 GJ (gigajoules) por persona/año (mayor al de
Europa, inferior al de Estados Unidos) significaría
multiplicar por 5 el uso actual de energía en el mun-
do. Si se usa en proporción más carbón, aumentará
todavía más la producción de dióxido de carbono.
Si se usa energía nuclear, hay un obvio peligro de
proliferación de su uso militar.
• El EROI (es decir, el rendimiento energético del input
de energía) está bajando al recurrir (por el aumento
del precio del petróleo al llegar al pico en la curva de
Hubbert) a extracciones de arenas bituminosas como
las de Alberta en Canadá o a la extracción de petróleos
muy pesados (como los del Orinoco venezolano) o al
cultivar agrocombustibles.
c) La HANPP (Apropiación Humana de la Producción
Primaria Neta de Biomasa).
• La HANPP también está creciendo, por el crecimien-
to de la población y también por la pavimentación del
suelo, el aumento del consumo de carne por persona,
y los agrocombustibles.
• ¿Qué indica un aumento de la HANPP? Cuánto ma-
yor es la HANPP, menos biomasa está disponible para
otras especies, por tanto es un indicador de pérdida
de biodiversidad.
Hay quienes prefieren un solo número. Se impacientan
con esos indicadores físicos, ya sea porque son economistas
que no los entienden y prefieren describir la economía en

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términos monetarios como el PIB o un PIB «verde», o por
una razón opuesta: porque piensan que más vale un solo
número socialmente impactante que resuma la presión física
sobre el medio ambiente al estilo de la Huella Ecológica.
• Ha habido intentos bienintencionados de conseguir un
PIB «verde», en lo que llamamos el marco teórico de la
«sustentabilidad débil». Esos intentos fueron útiles para
las discusiones de los años 1980, pero han sido descar-
tados porque requieren supuestos que no todos aceptan
y que son arbitrarios. Roefie Hueting propuso deducir
del PIB los gastos de ajuste de la economía a los límites
ambientales fijados por un (difícil) consenso científico y
social (por ejemplo, reducir las emisiones de dióxido de
carbono el 50%). Otras propuestas son el PIB «verde»
de Daly y Cobb que se llama ISEW (Índice de Bienes-
tar Económico Sostenible) y el GPI (Índice de Progreso
Genuino), muy parecido en su procedimiento de cálculo
al ISEW.
• Del lado físico está la Huella Ecológica (que yo enseñe
a calcular a recién licenciados de Ciencias Ambientales
de la UAB en 1998, lo cual convirtieron en inofensiva
profesión municipal durante unos años en Cataluña). La
Huella Ecológica suma en hectáreas por persona, a) la
superficie para los alimentos, b) la superficie para madera,
de construcción o pasta de papel, c) el espacio edificado,
o para calles, parkings, y d) la superficie virtualmente
necesaria para absorber el dióxido de carbono producido
por la quema de combustibles fósiles. El autor de la idea
y de los primeros cálculos fue el ecólogo de Vancouver
William Rees (1992) a partir de la idea del ghost acreage
de G. Borgstrom, es decir la «superficie fantasma» fuera
de Europa que se usaba para alimentar animales en Euro-
pa con harina de pescado importada del Perú en los años
1960 y 1970. También influyeron las ideas de espacio
ambiental de Hans Opschoor. La Huella Ecológica ha
sido después popularizada por Mathis Wackernagel,
quien hizo su doctorado con William Rees. La Huella
Ecológica correlaciona estrechamente con las emisiones
de dióxido de carbono per capita, no da una información
muy distinta.
• Además, el juicio sobre si la Huella Ecológica de los hu-
manos es excesiva requiere una previa decisión humana
colectiva sobre cuál debería ser la HANPP. Si reservamos
la mitad de la NPP para las especies silvestres, entonces
una huella ecológica humana no muy grande ya será
excesiva. Si pensamos que los humanos tienen derecho
(¿por qué?) al 90 por ciento de la NPP, entonces la
Huella Ecológica puede viablemente ser mayor.
En las facultades de Economía se enseña a los estu-
diantes que la economía es como un carrusel o tío-vivo
(un merry-go-round - decía Georgescu-Roegen) entre los
consumidores y los productores. Ambos se encuentran en
los mercados de bienes de consumo y en los mercados de
servicios de los «factores de la producción» (por ejemplo,
vendiendo horas de trabajo a cambio de un salario). Se
forman precios y se intercambian cantidades. Esto es la Cre-
matística. Las cuentas macro-económicas (el PIB) agregan
esas cantidades multiplicadas por sus precios.
La economía puede ser descrita de manera diferente,
con lenguaje físico, como un sistema de transformación
de energía (sobre todo, de recursos agotables) y de mate-
riales (incluida el agua) en productos y servicios útiles, y
finalmente en residuos. Esto es la Bioeconomía (como la
quiso llamar Georgescu) o la Economía Ecológica como la
llamamos ahora. Hitos son los artículos o libros de N. Geor-
gescu Roegen (1966 y 1971) de Herman Daly (1968) de A.
Kneese y R.U. Ayres (1969) y de Kenneth Boulding (1966).
Todo esto nos hace entender que hay descripciones no-equi-
valentes de una misma realidad económica, una expresión
que inevitablemente me recuerda las enseñanzas de Mario
Giampietro, quien estudió durante años con David Pimen-
tel en la Cornell University sobre energía y agricultura, y
estuvo presente en Barcelona en 1987 en la fundación de
la Sociedad Internacional de Economía Ecológica, siendo
ahora investigador en el ICTA de la UAB de métodos de
estudio del metabolismo de la sociedad.
La visión ecológica de la economía tiene antecedentes,
y resulta interesante preguntarse porqué demoró tanto la
llegada de la economía ecológica al panorama de las cien-
cias. Tal vez la tajante distinción entre ciencias naturales

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y ciencias sociales fue un factor en contra. O deberíamos
preguntarnos si lo que falló fue la falta de grupos y movi-
mientos sociales (como hoy son los movimientos ecologistas
y la Vía Campesina, una red internacional) que quisieran
usar las ideas de la Economía Ecológica.
¿Cuáles fueron esos antecedentes? ¿Quiénes son los
abuelos o los padres de la Economía Ecológica, anteriores
a la década de 1960? Muy brevemente, daré aquí una lista
incompleta. Entre los primeros que vieron la economía en
términos del flujo de energía destaca el médico ucraniano
S.A. Podolinsky, quien en 1880 calculó el EROI de la agri-
cultura. Por su lado, el biólogo y urbanista escocés, Patrick
Geddes, influenciado por John Ruskin, entró en una polé-
mica contra el economista Walras en 1884. Geddes presentó
los principios de una tabla input-output física de la econo-
mía, señalando la parte de los inputs que se iba perdiendo,
disipando, antes de llegar al producto final. Años después,
el discípulo neoyorkino de Geddes, Lewis Mumford, iba a
marcar una línea parecida desde la década de 1920 hasta la
de 1980. Volviendo a Europa, el químico Wilhelm Ostwald
publicó en 1909 una interpretación de la historia económica
en términos de dos tendencias contrapuestas: el uso cada
vez mayor de energía pero también la mayor eficiencia del
uso de energía. En vez de apuntarse a esta interesante pro-
puesta susceptible de investigación empírica, el sociólogo
Max Weber, muy empeñado en preservar la separación de
las ciencias naturales y las ciencias sociales, le hizo una crí-
tica despiadada. Mientras tanto, Alfred Lotka introdujo la
diferencia entre el uso endosomático y el uso exosomático
de energía en la especie humana, y se preguntó que límites
tenía el uso exosomático. Otro químico, Frederick Soddy,
premio Nobel, experto en radioactividad, propuso en un
libro publicado en 1922 que había una gran diferencia entre
las finanzas y la verdadera riqueza, citando a John Ruskin.
Resumiendo: su tesis era que las deudas podían aumen-
tar exponencialmente, por lo menos durante un tiempo,
mientras la economía física, la verdadera riqueza, decae
entrópicamente. Por fin, la polémica entre Otto Neurath
de un lado, y von Mises y Hayek de otro acerca del cálculo
económico en una economía socialista en los años 1920 fue
en el fondo una discusión acerca de la insuficiencia de los
precios de mercado para señalar la escasez intergeneracional
de materiales y energía.
Ya más tarde, en los años 1960 y 1970, hubo una
eclosión de lo que ahora llamamos Economía Ecológica. En
los inicios de los años 1970, los Meadows publicaron Limits
to Growth, y H.T. Odum, Energy, Power and Society. Unos
y otros asistieron como ponentes de honor a congresos de
Economía Ecológica a partir de 1990 mientras Roefie Hue-
ting, quien había publicado un libro, primero en holandés
y después en inglés, proponiendo más bienestar con menos
crecimiento económico estuvo, como también René Passet
(L’économique et le vivant, 1979) en la reunión inaugural
de la Sociedad Internacional de Economía Ecológica en
Barcelona en 1987. En Italia estaban en esta línea Enzo
Tiezzi y Giorgio Nebbia. En España, José Manuel Naredo
ya desde 1979, y en Japón la llamada «escuela de Entropía»
con Tamanoi y Tsuchida. También en los 1970 escribían
sobre economía y medio ambiente desde perspectivas muy
críticas autores conocidos como Schumacher, Ivan Illich,
André Gorz, Barry Commoner, Murray Bookchin (quien
había empezado muy pronto)… y claro está, K.W.Kapp, K.
Boulding, N. Georgescu-Roegen y H. Daly.
En las Facultades de Economía,
se enseña a los estudiantes
que la economía es como un carrusel
o tío-vivo entre los consumidores
y los productores.
Todos ellos veían la economía físicamente, y atacaban
a los economistas. Muchos dieron recomendaciones de
cambio social. Sería absurdo ponerse ahora a pelear acerca
de quién dijo qué primero que los demás, ¿en qué idioma
europeo o no europeo?
Todos esos autores eran escritores, intelectuales, pero
también un político importante, Sicco Mansholt, de la
Comisión Europea, dijo en 1972 que había que parar el
crecimiento económico mientras que los Verdes alemanes,
fundados en 1980, en su primera aparición en el Bundes-

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tag ya criticaron el PIB sin que los partidos mayoritarios
hicieran caso de tal extravagancia.
Ahora en el 2008 en Europa hay no tanto nuevas ideas,
aunque su formulación va mejorando, sino un nuevo mo-
vimiento social por el Decrecimiento Sostenible, un slogan
o «palabra-bomba» inventada en Francia y en Italia con
explícitas raíces en Georgescu-Roegen. Vean por ejemplo
el libro de Serge Latouche, La apuesta del decrecimiento,
Icaria, Barcelona, 2007.
edición y se llama ahora simplemente La Décroissance. Ese
es el origen del uso actual de esta palabra.
Ahora bien, Georgescu-Roegen, que era duro con sus
discípulos, había criticado a principios de los años 1970
la idea de Herman Daly (que se remonta a Stuart Mill)
del «estado estacionario» argumentando que eso no era
suficiente para una economía como la de Estados Unidos
que consumía ya en exceso. Debía haber un retroceso del
consumo. Georgescu tenía razón. Pero no se puede negar
que Herman Daly haya sido un abierto partidario del De-
crecimiento aunque la palabra, en inglés, sea de uso muy
reciente.
Herman Daly dijo claramente que el Crecimiento
Sostenible era una contradicción, un oxímoron, muy poco
tiempo después de la publicación del Informe Brundtland
de 1987, y dijo que aceptaría la expresión «desarrollo
sostenible» solamente si la palabra «desarrollo» se redefinía
(de manera muy extraña) como «no-crecimiento». Daly está
con el Decrecimiento desde 1968 cuando tenía 30 años,
desde entonces ha publicado decenas de libros y artículos
contra los economistas. Daly también ha tenido razón en
insistir en la importancia de la demografía, como veremos
más adelante.
DECRECIMIENTO: ¿DE QUÉ? ¿Y DE QUÉ
MANERA?
Si decimos que la economía debe decrecer, pueden pregun-
tarnos: ¿debe decrecer en su descripción crematística o como
ecología humana? La respuesta es muy clara. La economía
debe decrecer físicamente tal como la miden los indicadores
antes explicados, es decir, en términos de las toneladas de los
flujos de materiales, de la energía, de la HANPP, y también
del uso de agua. En principio existe ya un acuerdo social en
Europa que las emisiones de dióxido de carbono deben de-
crecer en las próximas décadas con respecto a las de 1990. En
el mundo hasta el 2008 están creciendo más del 3 por ciento
anual doblando pues en 20 años de seguir esta tendencia.
Estas emisiones deben decrecer, pero también deben hacerlo
otros indicadores físicos de presión sobre el ambiente.
La economía debe decrecer
físicamente en términos de las
toneladas de los Flujos de Materiales,
de la Energía, de la HANPP,
y también del uso de agua.
Jacques Grinevald, como joven asistente de la Uni-
versidad de Ginebra conoció a Georgrescu-Roegen a
principios de los años 1970 durante una visita de éste a
la ciudad. Grinevald ha tenido buenas ideas en su vida.
Popularizó la Biosfera de Vernadsky antes que cualquier
otro en Occidente, escribió una historia intelectual del
cambio climático ya en 1990, introdujo en los años 1970
la denominación «Revolución Termo-Industrial» para la
Revolución Industrial de los libros de texto, remitiendo
así a Sadi Carnot y al poder motriz de la combustión de
carbón en la máquina de vapor. Grinevald vino también
a Barcelona el 1987 a la reunión inicial de la Sociedad
Internacional de Economía Ecológica, dio un breve y
brillante discurso en francés, como suele hacer (similar
performance en el congreso de París de Sustainable De-
Growth en abril 2008), causando la irritación de bastantes
estadounidenses. Uno de ellos, R. Herendeen, le contestó
durante unos tres minutos en noruego. Me tocó poner paz
y regresar al inglés común a todos.
Grinevald publicó en 1979 con Ivo Rens, también de
la Universidad de Ginebra, una introducción y selección de
textos de Georgescu-Roegen con el beneplácito de éste y con
el título Démain la Décroissance. Está por la cuarta o quinta

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Sin embargo, dada la estrecha relación entre el uso de
materiales y energía y el crecimiento económico, habiendo
incluso países en los cuales aumenta la intensidad mate-
rial y energética del PIB, dado que también la HANPP
aumenta no sólo por la presión demográfica sino con el
crecimiento del consumo de carne y los agrocombustibles,
entonces puede suponerse que reducir las magnitudes de
los indicadores físicos llevará también en muchos casos a
un decrecimiento del PIB, es decir, de la economía medida
crematísticamente.
El decrecimiento económico causará dificultades socia-
les que hemos de resolver para que nuestra propuesta pueda
ser socialmente aceptada. La productividad del trabajo (por
ejemplo, el número de automóviles que un obrero produce
al año) crecen 2 o 3 por ciento anualmente y si la economía
no crece, eso llevará a un aumento del desempleo. Nuestra
respuesta es doble. Los aumentos de productividad no están
bien medidos. Por ejemplo, si hay una sustitución de energía
humana por energía de máquinas, ¿los precios de esta energía
tienen en cuenta el agotamiento de recursos, las externalida-
des negativas? Seguramente no. Además, hay que separar la
remuneración que uno recibe del hecho de estar empleado.
Ya hoy muchos jóvenes y todos los pensionistas cobran sin
estar asalariados. Hay que redefinir el significado de «empleo»
(teniendo en cuenta los servicios domésticos no remunerados,
y todo el sector del voluntariado) y hay que introducir o
ampliar la cobertura de la Renta de Ciudadano.
Otra objeción. ¿Quién pagará la montaña de créditos,
las hipotecas y la deuda pública, si la economía no crece? La
respuesta debe ser: Nadie. No podemos forzar indefinida-
mente a la economía a crecer al ritmo del interés compuesto
con que se acumulan las deudas. El sistema financiero debe
tener reglas distintas de las actuales. No se puede poner
como objetivo el hacer dinero para los accionistas y otros
acreedores a través de un crecimiento que es ficticio.
Pero también se objetará que si un país no crece econó-
micamente, entonces los capitales emigrarán a países donde
las tasas de ganancia son mayores porque sus economías
crecen. La respuesta es que el razonamiento es exacto, y
que al fin y al cabo no es mala idea que el ahorro de un
país rico que no quiere crecer más se traduzca en inversio-
nes y donaciones incorporadas en tecnologías que no sean
ambientalmente dañinas hacia países pobres que deben
crecer todavía, vigilando sin embargo cuál es la marcha
de sus indicadores físicos que finalmente deben dejar de
crecer. El movimiento del Decrecimiento Sostenible debe
ser internacional.
No solo hay razones ecológicas para el Decrecimiento.
Hay otras razones. En primer lugar, como el movimiento
feminista mostró hace décadas, el PIB no valora lo que no
está en el mercado como es el trabajo doméstico no remu-
nerado y el trabajo voluntario. Una sociedad que sea rica en
tales bienes y servicios «relacionales» tendrá un PIB más bajo
que una sociedad (imposible) donde las relaciones personales
estén siempre mediadas por el mercado. El movimiento del
Decrecimiento Sostenible insiste en el valor no-crematístico
de los servicios locales y recíprocos. Imaginen una publici-
dad (inspirada por Castoriadis): prefiero una nueva amiga
o amigo a un nuevo Mercedes Benz. Pero la publicidad es
financiada solamente por los productos que dan dinero.
¿Quién pagará la montaña de créditos,
las hipotecas y la deuda pública, si
la economía no crece? La respuesta
debe ser: Nadie. No podemos forzar
indefinidamente a la economía a crecer
al ritmo del interés compuesto con que
se acumulan las deudas.
En segundo lugar, hay economistas —o mejor dicho,
psicólogos— que ahora afirman a partir de la economía ex-
perimental que la felicidad no aumenta con el aumento del
PIB per capita. Mejor dicho, sí que aumenta a niveles muy
bajos, pero no ya después. Estas investigaciones renuevan la
idea que se conoce como la Paradoja de Easterlin.
MALTHUSIANISMO Y DECRECIMIENTO
Hay un amplio acuerdo en el movimiento del Decreci-
miento Sostenible en favor de parar el crecimiento de la

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población humana mundial. En el siglo XX la población se
multiplicó por cuatro. En algunos países debería disminuir.
Puestos a escoger, preferimos a Paul Ehrlich (La bomba de
la población, 1968) que a demógrafos y economistas como
Alfred Sauvy, Colin Clark o el Papa y otros fundamentalistas
religiosos.
En Europa se oye a veces una objección algo ridícula:
¿quién pagará nuestras pensiones? Hay que responder como
Serge Latouche. Supongamos que para pagar la pensión de
una persona anciana hace falta dos trabajadores en activo,
dentro de unos años hará falta cuatro trabajadores para pagar
la pensión de los dos anteriores, y años más tarde hará falta
ocho. No podemos hacer descansar el pago de pensiones en
una «pirámide» de población que crezca continuamente.
Ha habido distintos tipos de malthusianismo. Malthus
era muy reaccionario pero el neo-malthusianismo europeo
y americano de 1900 era feminista, radical, proto-ecolo-
gista, de como muestran los estudios de Francis Ronsin
en Francia y Eduard Masjuan en España. Eso señala el
camino a seguir.
El malthusianimo de Malthus. La población tendrá un
crecimiento exponencial a menos que sea frenado por la
guerra y las pestes, o por la castidad y los matrimonios
tardíos. Los alimentos crecen en menor proporción
que el trabajo disponible debido a los rendimientos
decrecientes en la agricultura. Por tanto, habrá crisis de
subsistencias.
El neo-malthusiasnimo de 1900. Las poblaciones hu-
manas pueden regular su propio crecimiento mediante
la contracepción. Para eso es necesaria la libertad de las
mujeres para elegir el número de hijos. Esa libertad es
deseable en sí misma. La pobreza tiene por causa la des-
igualdad más que la sobrepoblación, pero hace falta una
«procreación consciente» para impedir los salarios bajos y
la presión sobre los recursos naturales. Este movimiento
de base tuvo éxito en Europa y América (Estados Uni-
dos, Argentina...) contra los estados (que querían más
soldados) y contra las iglesias.
El neo-malthusianismo tras 1970. Es una doctrina y una
práctica impulsada por organizaciones internacionales y
algunos gobiernos, que ven el crecimiento demográfico
como causa principal de la pobreza y de la degradación
ambiental. Por tanto, los estados deben imponer los mé-
todos contraceptivos incluso sin el previo consentimiento
de las mujeres.
El anti-malthusianismo. Existe todavía entre algunos
economistas. Suponen que el crecimiento de la po-
blación no amenaza el ambiente natural, y que lleva al
crecimiento económico.
LOS MOVIMIENTOS DE JUSTICIA AMBIENTAL
En conclusión, para que el Decrecimiento Sostenible tenga
éxito, debe ser internacional (Norte y Sur) y debe hacer
frente a preocupaciones muy concretas de la gente. Debe
haber una confluencia de todos estos grupos:
– conservacionistas o ambientalistas preocupados por la
pérdida de biodiversidad,
– los que se preocupan por el cambio climático, por sus
amenazas en ciertas zonas del mundo, los que tienen
interés en proponer nuevos sistemas energéticos renova-
bles,
– los socialistasy sindicalistas que quieren más justicia
económica en el mundo y que entiendan que la marcha
hacia la justicia no puede aplazarse ya con la esperanza
del crecimiento económico para todos,
– los pesimistas (o realistas) acerca de los riesgos e incerti-
dumbres del cambio tecnológico,
– las comunidades locales autónomas de neo-rurales y de
okupas que viven con sencillez,
– y los movimientos del Ecologismo de los Pobres que
piden la conservación del ambiente para las perentorias
necesidades de su propia subsistencia.
En el 2007 he viajado a algunas de las fronteras de la
extracción de materias primas. Estuve en Orissa con Leah
Temper y con Felix Padel escuchando la sabiduría y la cansa-
da indignación de B.P. Rath en Rayagada, él es un socialista
gandhiano seguidor de Lohia. Fuimos a Kucheipadar a escu-

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char a los que resisten contra la Alcan y Utkal, subimos las
Niyamgiri Hills, un bellísimo bosque de Sal (shorea robusta)
con altares y pequeñas capillas que pertenece a los Dongria
Khond y que será arrasado por la minería de bauxita para
aluminio. En Ecuador, una vez más, estuve metido en la
defensa del Parque Nacional Yasuní contra Petrobrás, Repsol
y los que vendrán, y ayudé un poco a Pablo Fajardo y a Luis
Yanza junto con Acción Ecológica en la valoración de los
daños de la Chevron-Texaco para el juicio en Lago Agrio
que llegará pronto a una sentencia.
Hay tantísimos lugares de lucha donde no he viajado,
de donde no tengo tampoco información. Una ONG
italiana, A-Sud, está tratando valientemente de recopilar
y poner al día noticias de conflictos ambientales en todo
el mundo.
Puede parecer a primera vista que los países del Sur
tienen muy poco que ganar y bastante que perder del
Decrecimiento en el Norte porque tendrían menos opor-
tunidades de exportación tanto de materias oprimas como
de manufacturas, y también recibirían menos créditos y
donativos. El 0,7% del PIB del Norte será menor en tér-
minos absolutos cuánto menor sea el PIB. Sin embargo, la
Justicia Ambiental que viene del Sur es la mayor fuerza en
el mundo en favor de una economía sostenible. Se expresa
en acciones como las siguientes.
• Las quejas contra la contaminación desproporcionada de
los ricos tanto local como global. Reclamo desde el Sur de
la Deuda Ecológica, especialmente la Deuda por Emisio-
nes de Dióxido de Carbono - www.deudaecologica.org
• Las protestas contra la exportación de residuos líquidos
o sólidos del Norte hacia el Sur (por ejemplo, el porta-
aviones «Clemenceau» a Alang en Gujarat).
• Las protestas por la Biopiratería.
• Las protestas por la Raubwirtschaft, es decir, el comercio
ecologicamente desigual, la destrucción de la naturaleza y de
la subsistencia humana en las fronteras de la extracción.
• Las reclamaciones de pago de pasivos socio-ambientales
de compañías transnacionales como la Oxy en Peru,
Chevron-Texaco en Ecuador, FreeportMcMoRan en
Papúa Occidental, Unocal y Total en Birmania…
Estos movimientos de Justicia Ambiental y del Eco-
logismo de los Pobres del Sur son los mejores aliados
del movimiento por el Decrecimiento Sostenible en el
Norte.