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Maltrato infantil

19 de septiembre de 2022

Datos y cifras

  • Casi 3 de cada 4 niños de entre 2 y 4 años (unos 300 millones) sufren con regularidad castigos corporales o violencia psicológica de la mano de padres o cuidadores.
  • Una de cada 5 mujeres y uno de cada 13 hombres declaran haber sufrido abusos sexuales cuando tenían entre 0 y 17 años.
  • 120 millones de niñas y mujeres jóvenes, de menos de 20 años, han sufrido alguna forma de relación sexual forzada.
  • El maltrato infantil engendra, entre otras cosas, problemas de salud física y mental que duran de por vida, sin olvidar que sus consecuencias sociales y laborales pueden, a la larga, ralentizar el desarrollo económico y social de un país.
  • Con frecuencia el maltrato infantil queda oculto. Solo una parte de los niños que son víctima de malos tratos recibe en algún momento el apoyo de profesionales de la salud.
  • Un niño que haya sufrido abusos tiene mayor probabilidad de abusar de otros cuando llega a la edad adulta, de tal modo que la violencia se transmite de una generación a otra. Por ello es crucial interrumpir este ciclo de violencia y, al hacerlo, generar efectos positivos que abarcan varias generaciones.
  • Es posible prevenir el maltrato infantil antes de que dé comienzo, para lo cual hay que abordarlo desde planteamientos multisectoriales.
  • Una prevención eficaz pasa, entre otras fórmulas, por apoyar a los padres y formarlos en la crianza de los hijos y por reforzar las leyes que proscriben los castigos violentos.
  • El hecho de prestar una atención continua a los niños y las familias puede reducir el riesgo de que los malos tratos se repitan y paliar en lo posible sus consecuencias.

El maltrato infantil, que se define como cualquier forma de abuso o desatención que afecte a un menor de 18 años, abarca todo tipo de maltrato físico o afectivo, abuso sexual, desatención, negligencia y explotación comercial o de otra índole que vaya o pueda ir en perjuicio de la salud, el desarrollo o la dignidad del menor o poner en peligro su supervivencia en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder.

Magnitud del problema

El maltrato infantil es un problema mundial con graves consecuencias que se arrastran toda la vida. Aunque últimamente se han realizado encuestas de ámbito nacional en varios países de renta baja y renta media, todavía faltan datos sobre la situación reinante muchos países.

El maltrato infantil es un problema complejo y difícil de estudiar. Los cálculos actuales arrojan cifras muy variables según el país y el método de estudio utilizado, en función de los siguientes factores:

  • la definición de maltrato infantil utilizada;
  • el tipo de maltrato infantil estudiado;
  • la cobertura y calidad de las estadísticas oficiales;
  • la cobertura y calidad de las encuestas en que se pide información a las propias víctimas, a padres o a cuidadores.

Con todo, de los estudios internacionales se desprende que casi 3 de cada 4 niños de entre 2 y 4 años sufren con regularidad castigos corporales o violencia psicológica de la mano de padres o cuidadores y que una de cada 5 mujeres y uno de cada 13 hombres declaran haber sufrido abusos sexuales en la infancia.

Se calcula que cada año mueren por homicidio 40 150 menores de 18 años, algunos de ellos, probablemente, a resultas de malos tratos. Se trata casi con toda seguridad de una subestimación de la verdadera magnitud del problema, pues una importante proporción de las muertes debidas al maltrato infantil es atribuida erróneamente a caídas, quemaduras, ahogamiento u otras causas.

En situaciones de conflicto armado o en asentamientos de refugiados, las niñas están especialmente expuestas a la violencia, la explotación y los abusos sexuales por parte de combatientes, fuerzas de seguridad, miembros de su propia comunidad o trabajadores de asistencia humanitaria, entre otros.

Consecuencias del maltrato

El maltrato infantil tiene a menudo graves consecuencias físicas, sexuales y psicológicas a corto y a largo plazo, entre ellas lesiones (traumatismos craneoencefálicos y graves discapacidades, especialmente en niños pequeños), estrés postraumático, ansiedad, depresión e infecciones de transmisión sexual (ITS), incluida la infección por el VIH. Las adolescentes pueden sufrir además otros problemas de salud, como trastornos ginecológicos o embarazos no deseados. El maltrato infantil puede mermar el rendimiento cognitivo y académico y guarda estrecha relación con el abuso de alcohol, el uso indebido de drogas y el tabaquismo, que son importantísimos factores de riesgo de enfermedades no transmisibles como las dolencias cardiovasculares o el cáncer.

El maltrato es causa de estrés, asociado a su vez con alteraciones del desarrollo temprano del cerebro. En condiciones de estrés extremo, el desarrollo de los sistemas nervioso e inmunológico puede verse perjudicado, por lo que un adulto que haya sufrido maltrato en la infancia presenta mayor riesgo de sufrir problemas físicos y psicológicos o de comportamiento, tales como:

  • actos de violencia (como autor o como víctima);
  • depresión;
  • tabaquismo;
  • obesidad;
  • comportamientos sexuales de alto riesgo;
  • embarazos no deseados;
  • consumo nocivo de alcohol y drogas.

La violencia ejercida contra los niños también contribuye a las desigualdades en la educación. Los niños que en la infancia han sufrido algún tipo de violencia tienen un 13% más de probabilidades de no acabar la escolaridad.

Más allá de sus consecuencias sanitarias, sociales y educativas, el maltrato infantil también tiene efectos económicos, en particular los costos de hospitalización y de tratamiento psicológico, así como el costo de los servicios de protección de menores y de la atención de salud de larga duración.

Factores de riesgo

Se conocen varios factores de riesgo de maltrato infantil, aunque no todos ellos están presentes en todos los contextos sociales y culturales. La lista que sigue ofrece una visión general que puede ayudar a entender las causas del maltrato infantil.

Factores ligados al niño

Es importante insistir en que los niños son las víctimas, nunca los culpables, del maltrato. Hay una serie de características del niño que a veces acrecientan la probabilidad de que sea maltratado, en particular:

  • ser menor de cuatro años o adolescente;
  • ser un hijo no deseado o no cumplir las expectativas de los padres;
  • tener necesidades especiales, llorar sin tregua o tener características físicas anómalas;
  • presentar una discapacidad intelectual o un trastorno neurológico;
  • identificarse o ser visto como lesbiana, gay, bisexual o transgénero.

Factores ligados a los progenitores o cuidadores

Entre las características de un progenitor o cuidador que pueden acrecentar el riesgo de maltrato infantil destacan las siguientes:

  • dificultad para establecer un vínculo afectivo con el recién nacido;
  • el hecho de no cuidar del niño;
  • haber sufrido uno mismo maltrato en la infancia;
  • carecer de conocimientos sobre desarrollo infantil o albergar expectativas poco realistas;
  • consumo nocivo de alcohol o drogas, incluso durante el embarazo;
  • tener poca autoestima;
  • controlar difícilmente los propios impulsos;
  • presentar un trastorno psicológico o neurológico;
  • participar en actividades delictivas;
  • estar en difícil situación económica.

Factores ligados al tipo de relación

Hay ciertas características de las relaciones intrafamiliares o de pareja o del vínculo con amigos o compañeros que pueden acrecentar el riesgo de maltrato infantil, en particular:

  • familia desestructurada o violencia entre los miembros de la familia;
  • aislamiento dentro de la comunidad o falta de una red de apoyo;
  • falta de ayuda de la familia extensa para criar al niño.

Factores comunitarios y sociales

Entre las características de la comunidad o la sociedad que pueden acrecentar el riesgo de maltrato infantil destacan las siguientes:

  • desigualdades sociales y de género;
  • falta de vivienda adecuada o de servicios de apoyo a las familias e instituciones;
  • elevados niveles de desempleo o pobreza;
  • fácil acceso a alcohol y drogas;
  • políticas y programas deficientes para prevenir el maltrato infantil, la utilización o la explotación sexual de niños en la pornografía o la prostitución y el trabajo infantil;
  • normas sociales y culturales que promueven o glorifican el ejercicio de la violencia contra los demás, respaldan el uso de los castigos corporales, imponen rígidos roles de género o restan importancia al niño en la relación entre padres e hijos;
  • políticas sociales, económicas, de salud y educativas que generan malas condiciones de vida o desigualdad e inestabilidad socioeconómicas.

Prevención

Para prevenir el maltrato infantil y responder a él hay que abordarlo desde planteamientos multisectoriales.

Cuanto antes se intervenga de este modo en la vida del niño, mayores serán los beneficios para él (en términos de desarrollo cognitivo, aptitudes sociales y de comportamiento y nivel de instrucción, por ejemplo) y para la sociedad (menor delincuencia y criminalidad, por ejemplo).

Son intervenciones eficaces y prometedoras las siguientes:

  • apoyo a padres y cuidadores: sesiones de información y capacitación para fomentar una crianza cariñosa y sin violencia, impartidas a domicilio o en el medio comunitario por enfermeros, asistentes sociales o no profesionales debidamente formados;
  • dispositivos de formación y preparación para la vida:
    • mayores niveles de matriculación en una enseñanza de calidad, que aporte a los niños conocimientos, aptitudes prácticas y vivencias que fortalezcan la resiliencia y reduzcan los factores de riesgo de violencia;
    • programas de prevención de los abusos sexuales que sirvan para sensibilizar a los niños y adolescentes y aportarles conocimientos y aptitudes prácticas que los ayuden a integrar la noción de consentimiento, a evitar y prevenir los abusos y la explotación sexuales y a pedir ayuda y apoyo;
    • intervenciones encaminadas a generar un clima escolar positivo y un entorno sin violencia y a reforzar las relaciones entre los alumnos, el profesorado y la administración.
  • trabajo sobre las normas y valores: programas destinados a transformar las restrictivas y dañinas normas sociales y de género que se aplican a la crianza de los hijos, la disciplina infantil y la igualdad de género y a promover el papel nutricio de los padres;
  • aplicación y cumplimiento de las leyes: legislación que prohiba los castigos violentos y proteja a los niños de los abusos y la explotación sexuales.
  • servicios de respuesta y apoyo: detección precoz de los casos, aunada a una atención continua de los niños que padecen malos tratos y de las familias para evitar en lo posible que el maltrato se reproduzca y paliar sus consecuencias.

Para que las actividades de prevención y atención surtan el máximo efecto, la OMS recomienda inscribir las intervenciones en un planteamiento de salud pública que se declina en cuatro pasos:

  • definir el problema;
  • determinar las causas y los factores de riesgo;
  • concebir y experimentar intervenciones encaminadas a reducir al mínimo los factores de riesgo;
  • difundir información sobre la eficacia de las intervenciones e implantar a mayor escala aquellas que revistan probada eficacia.

Respuesta de la OMS

En colaboración con sus asociados, la OMS:

  • proporciona orientación sobre intervenciones empíricamente contrastadas de prevención del maltrato infantil (véase INSPIRE: siete estrategias para poner fin a la violencia contra niños y niñas);
  • marca pautas empíricamente contrastadas para ayudar al personal de salud de primera línea a reconocer a aquellos niños que hayan sufrido violencia o desatención y a prestarles apoyo de primera línea con intervenciones científicamente sólidas (véase https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/361272/9789240048737-eng.pdf);
  • aboga por un mayor apoyo internacional a las intervenciones de prevención y respuesta empíricamente contrastadas y por una mayor inversión en ellas;
  • presta apoyo técnico a programas empíricamente contrastados de prevención del maltrato infantil en varios países de renta baja y renta media.