Condición necesaria

¿Autócratas y Feministas?

Arabia Saudita. Las mujeres no pueden casarse sin la aprobación de un hombre. Foto: shutterstock

La democracia del siglo XXI debe tomarse en serio la inclusión. Es evidente que, entre varios grupos sub-representados, el que más llama la atención es el de las mujeres, ya que constituyen más de la mitad de la población. Ante la evidencia de las barreras estructurales que han impedido históricamente el acceso de las mujeres a la política y a los puestos de decisión, se han establecidos mecanismos como las cuotas para nivelar la cancha. Argentina ha sido pionero en esto y ha transitado de manera más o menos convincente hacia la paridad. La idea detrás de la democracia paritaria, a diferencia de los mecanismos transitorios de acción afirmativa, es el reconocimiento de que la ciudadanía son cuerpos sexuados y como tal, deben ser parte de los órganos representativos.

La paridad es necesaria para hablar de democracia, pero no es suficiente. La asociación de la paridad y la inclusión de mujeres y diversidades con la democracia ha generado resultados no buscados. Voy a detenerme en la utilización estratégica de la representación de mujeres por parte de regímenes autocráticos. En América Latina, Cuba y Nicaragua son dos ejemplos de esta tendencia. Los autócratas buscan indicadores para legitimarse frente a su sociedad y a la comunidad internacional. Así, un grupo fundamentalmente hostil a la agenda de la igualdad de género, está incorporando mujeres de manera instrumental a otros fines.

Algunos autócratas avanzan estrategias de ataque a las posiciones de igualdad de género (gender-bashing), que se ven reflejadas en las apelaciones a la inexistente “ideología de género” y en la defensa a ultranza de los roles y estereotipos tradicionales. En “La venganza de los patriarcas”, Erica Chenoweth y Zoe Marks mencionan casos ilustrativos: en Corea del Norte, las mujeres buscan refugio en el extranjero en una tasa tres veces mayor que los hombres; en Egipto, el presidente presentó un proyecto de ley que reafirma los derechos de los hombres a practicar la poligamia y a influir en con quién se casan sus familiares femeninas; en Arabia Saudita, las mujeres no pueden casarse ni obtener atención médica, sin la aprobación de un hombre; entre otros casos.  

Sin embargo, otros autócratas han empezado a adoptar una estrategia de lavado de imagen de género (gender-washing). En “Cómo los autócratas utilizan los derechos de las mujeres como arma”, Elin Bjarnegård y Pär Zetterberg discuten la inclusión de mujeres en regímenes autocráticos y muestran que los nuevos autócratas tienen más probabilidades que sus predecesores de adoptar estas medidas para aumentar la legitimidad del régimen, y a la vez, desviar la atención de las violaciones a la integridad electoral y los derechos humanos. Las autocracias ya lo habían hecho antes, por ejemplo, con las estrategias de adoptar elecciones que no son realmente competitivas para dar señales democráticas en contextos que claramente no lo son. Algo similar ocurre con la representación de mujeres, los autócratas esperan que la representación de mujeres sea vista como un indicador de progreso democrático, aunque las instituciones en las que se las incluya tengan poco poder real.

En suma, algunas autocracias parecen tener en claro el rol legitimador de la inclusión de mujeres en los sistemas políticos. Es llamativo que muchas democracias, todavía no se tomen esto en serio. Por supuesto, la incorporación de mujeres por sí sola no garantiza una democracia ni un Estado comprometido con la igualdad sustantiva. Es una condición necesaria, pero no es suficiente. Por este motivo algunos autócratas buscan incluir mujeres, pero no avanzan con desmantelar las relaciones jerárquicas entre los géneros ni impulsan políticas públicas que reduzcan las desigualdades de género. La pregunta que abre esta columna se responde así enfáticamente por la negativa, los autócratas no son feministas. Siguen siendo firmes detractores de los derechos e intereses de las mujeres. Es importante no dejarnos confundir por el uso instrumental de la representación de las mujeres.

*Profesora de Ciencia Política, Universidad Católica de Chile. Investigadora del Observatorio de Reformas Políticas en América Latina (@jujuchi)