SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.3 número1Un camino colectivo de mujeres rurales hacia el desarrollo: la Asociación de Mujeres Rurales del Uruguay (AMRU) índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Agricultura, sociedad y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.3 no.1 Texcoco ene./jun. 2006

 

Género y violencia

 

Gender and violence

 

Mercedes B. Arce-Rodríguez

 

El Colegio de Tlaxcala. Melchor Ocampo No. 28. San Pablo de Apetatitlán, Tlaxcala, Tlax. 90600. (marcer@coltlax.edu.mx)

 

Resumen

Partiendo de la información sobre los acuerdos internacionales firmados por varios países miembros de las Naciones Unidas acerca de las esferas de preocupación internacional sobre la violación de los derechos de las mujeres, se discute sobre los conceptos relativos al género y la violencia. Se presentan cifras que alertan sobre las consecuencias de la violencia de género en América Latina, particularmente en México, sugiriéndose la necesidad de instrumentar políticas claras para eliminar este mal, que constituye un problema generalizado en la región.

Palabras clave: Género, mujer, sociedad mexicana, violencia.

 

Abstract

Starting from the information about the international agreements signed by several Member States of the United Nations about the international concern on violation of women's rights, a discussion on concepts regarding gender and violence is presented. Ciphers that warn on the consequences of gender violence in Latin America, particularly in México are also given, putting forward the need of clear policy-making to eliminate this social wrong, which constitutes a generalizad problem in the region.

Key words: Gender, woman, Mexican society, violence

 

Introducción

En el Anexo 1 del Informe de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrado en Beijing del 4 al 15 de septiembre de 1995, se inscribe en su punto 29: prevenir y eliminar todas las formas de violencia contra las mujeres y las niñas.

Cinco años más tarde, en 2000, durante la Asamblea General de las Naciones Unidas, en el Informe del Comité Especial Plenario del XXIII período extraordinario de las sesiones de dicha asamblea nuevamente, en la declaración política de los gobiernos participantes, se establece la necesidad de ratificar las doce esferas de especial preocupación, donde aparece, en el número cuarto, la violencia contra la mujer.

Parecería que estas declaraciones llevarían a disminuir la discriminación de la mujer, en la que la violencia ocupa un lugar importante. Sin embargo, los datos actuales reflejan la gravedad del asunto y la necesidad de continuar una lucha férrea contra este mal arraigado en todas las sociedades, incluyendo América Latina, y particularmente México.

El tema es complejo, ya que como problema social afecta diferentes espacios de la vida tanto de mujeres como de hombres, niños y niñas. Las raíces las encontramos en las estructuras sociales e inciden la educación en el hogar, la escuela, los medios de comunicación y el ambiente social en general.

La eliminación de la violencia requiere, por tanto, de una política intersectorial, que contemple no sólo medidas en el ámbito de la justicia, sino en todos los espacios sociales.

 

Género y violencia

¿Por qué género y violencia? Esa pregunta nos lleva a tratar brevemente a qué nos referimos cuando hablamos de género, y por qué no se incluye en el título la palabra mujeres, cuando son ellas las principales víctimas de la violencia.

En primer lugar el tema trasciende todos los sectores de la sociedad, independientemente de la clase, grupo étnico, nivel de ingreso, cultura, nivel educacional, edad o religión y afecta negativamente sus bases.

El género, como categoría conceptual, es el resultado de la socialización del sexo a partir de diferencias sexuales y capacidades reproductivas, que subyacen en toda relación entre hombres y mujeres. Ésta es una dimensión de la sociedad que surge de la existencia de cuerpos sexuados, una categoría o subconjunto de los cuales tiene (tendrá o tuvo) la probabilidad de producir otro(s) cuerpo(s) (De Barbieri, 1992).

Género es también una forma de control y poder en las relaciones distintivas a partir de los sexos. Este concepto permite entender que tanto mujeres como hombres reciben socialmente una cultura que impone diferencias. En la asignación, a las mujeres les tocó ocupar un papel inferior que, a la vez, determina la existencia de una relación desigual de poder.

El poder de los hombres sobre las mujeres se da imponiendo valores, que son entendidos por la sociedad como naturales. Esas imposiciones asumen la forma de lo que Lagarde (1997) llama cautiverios: de las madres, esposas, monjas, prostitutas, presas y locas. En ocasiones el cautiverio (Lagarde, 1997:64) lo asumen algunas mujeres de modo pasivo, y otras se sienten felices en él. Estas mujeres no son conscientes de que la violencia contra ellas es una violación de sus derechos humanos, sus libertades fundamentales y que las privan total o parcialmente del reconocimiento, satisfacción y ejercicio de los mismos. La violencia contra la mujer es una ofensa a la dignidad humana y una manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales entre mujeres y hombres.

La eliminación de la violencia contra la mujer es condición indispensable para su desarrollo individual, social y su participación plena e igualitaria en todas las esferas de la vida1.

Las convenciones internacionales, como la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer, conocida por sus siglas en inglés (CEDAW), de 1979, y la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra la Mujer de la OEA (Organización de Estados Americanos), de 1994, conocida como la convención de Belém do Pará, plantean un marco para definir la violencia, y la necesidad de un plan de acción para eliminarla.

La violencia, cuyas raíces históricas y culturales están estrechamente ligadas a las de la humanidad, toma en la actualidad un viso claramente misógino, confirmado en diversos estudios e investigaciones.

Para erradicar la violencia que se vive cotidianamente en los hogares en el mundo, en México y Tlaxcala, se requiere una fuerte sensibilización de cómo se dan las relaciones entre géneros, y de la necesidad de un cambio mental y cultural profundo que comprenda lo irracional que es sostener relaciones desiguales entre hombres y mujeres.

Estas condiciones de desigualdad han generado lo que la Organización Mundial de la Salud define como violencia: el uso intencional de la fuerza o el poder físico (de hecho o como amenaza) contra uno mismo, otra persona, un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones.

Aunque existen variadas definiciones, asumiremos este concepto y la división en dos categorías, según la relación entre la víctima y el agresor: 1) la violencia doméstica, aquella que ocurre entre personas que comparten lazos de parentesco o consanguinidad; 2) la social, aquella que ocurre entre individuos que no comparten esos lazos.

La violencia doméstica incluye también la conyugal, que se refiere a cualquier comportamiento de una persona dentro de una relación íntima que causa daño físico, psíquico, emocional o sexual a su pareja.

Este comportamiento incluye agresiones físicas: abofetear, golpear con los puños, patear, etcétera; maltrato psíquico: intimidación, denigración y humillación; relaciones sexuales forzadas y otras formas de coacción; diversos comportamientos dominantes como aislar a una persona de su familia, vigilar sus movimientos y restringir su acceso a la información o asistencia.

 

Las formas de agresión comunes que coexisten en una relación

La violencia doméstica es un fenómeno que daña a la sociedad por varias razones, entre ellas por el impacto sobre la salud, el costo social y su vinculación con la violencia social.

La violencia familiar se hereda de una generación a otra, porque es una manera de reaccionar frente a los conflictos aprendidos desde su origen. Según un estudio realizado por el Instituto Nacional de las Mujeres (2006:186) las mujeres que reportaron haber sufrido violencia intrafamiliar moderada o severa en su infancia tienen un riesgo entre 2.5 y 3.4 veces superior de sufrir alguna forma de violencia por parte de su pareja, en comparación con aquellas que no sufrieron violencia en la infancia o la sufrieron en forma ligera.

El mismo estudio señala que las mujeres que reportaron que sus compañeros sufrieron abuso moderado o severo en su infancia, presentan un riesgo entre 2.1 y 2.6 veces superior de sufrir violencia, en comparación con las que reportan que sus parejas no sufrieron abuso o que éste fue mínimo. En síntesis, podemos afirmar que la violencia en la infancia tiene un impacto directo en el desarrollo de violencia en la pareja durante la adultez.

La violencia en la pareja es también uno de los principales obstáculos para el desarrollo de la autonomía de las mujeres porque les afecta física y psicológicamente, perturbándolas: disminuye su autoconfianza y autoestima; limita su participación en la vida pública, sus oportunidades de desarrollo y les impone una estructura de dominación que las hace dependientes y restringe sus derechos.

La violencia contra la mujer incluye, entre otras, "la violencia física, sexual y psicológica que se produce en el seno de la familia y en la comunidad en general, incluidas las palizas, el abuso sexual de niñas, la violencia relacionada con la dote, la violación marital, la mutilación genital femenina y otras prácticas tradicionales dañinas para la mujer, la violencia no conyugal y la violencia relacionada con la explotación, el acoso sexual y la intimidación en el trabajo, en las instituciones educativas y en cualquier otro lugar, el tráfico de mujeres, la prostitución forzada y la violencia perpetrada o tolerada por el Estado" (Naciones Unidas, 1993).

En 1994 el Banco Mundial aportó los primeros datos sobre la violencia contra la mujer en el ámbito mundial, y desveló su impacto global y cómo afectaba la salud de los países; y en 1997, las Naciones Unidas reportaron índices de violencia en todos los países. El estudio reveló que en México, de una muestra representativa de 650 mujeres del área metropolitana de Guadalajara, 30% de las mujeres casadas o con parejas habían tenido al menos un episodio de violencia física por parte de su pareja; y 13% reportó haber sufrido violencia durante el año anterior.

Pero este dato resulta irrelevante cuando leemos los siguientes datos referidos a México:

Violencia contra las mujeres

• Una de cinco (21.5%) sufre violencia de la pareja actual.

• Una de tres (34%) ha sufrido violencia de la pareja alguna vez en la vida.

• Dos de cada tres (60.4%) han sufrido violencia familiar alguna vez en la vida.

• Se estima que más de 133 mil mujeres en todo el país, y 95 mil en el ámbito urbano, sufrieron violencia en 2006.

• Más de medio millón de mujeres en el ámbito urbano fueron amenazadas de muerte por su pareja2.

El INMUJERES reporta muertes de mujeres de 15 años o más en el ámbito urbano debido a homicidios, suicidios y accidentes, cuyo origen se supone violento.

• 5242 muertes en un año.

• 14 muertes por día.

• Dos de cada tres homicidios o suicidios, en México, ocurren en el hogar.

• Casi la mitad de las mujeres con primaria (completa o incompleta) o secundaria (completa o incompleta) han sufrido al menos un incidente de violencia en los últimos doce meses.

• La mitad de las mujeres con estudios en educación superior, y cuatro de cada diez con estudios universitarios se encuentra en la misma situación3.

El mismo estudio señala que:

• En México, la mayoría de las mujeres maltratadas sufren actos reiterados de violencia.

• 70% de quienes son golpeadas por sus parejas vuelven a experimentar uno o más incidentes similares dentro del lapso de un año.

• Más de 60% de quienes son agredidas por sus parejas con arma blanca o de fuego sufren una experiencia similar en el mismo lapso.

• Una de cada cinco mujeres víctimas de violencia busca apoyo legal para enfrentar su situación.

• Más de la mitad comentó su situación con alguna persona (amigo, sacerdote, vecino) u organización no gubernamental.

• Muchas mujeres no buscan ayuda porque sienten vergüenza o falta de confianza y enfrentan más violencia si lo hacen; consideran la violencia familiar como algo privado; creen que no tienen alternativa; se preocupan por los hijos o porque tienen la esperanza de que su pareja cambie.

La violencia en el ámbito doméstico es una de las causas más comunes de lesiones en la mujer, por encima de los daños producidos por robos, accidentes y violaciones.

• Dos de tres mujeres tuvieron moretones como consecuencia del maltrato.

• Una de dos tuvo dolor en el cuerpo por varios días.

• Una de diez sufrió desmayo por el maltrato.

• Una de 20 sufrió cortadas que requirieron sutura.

• Una de 20 sufrió fractura de algún hueso.

• Una de 40 tuvo que hospitalizarse.

La violación de la pareja es tan violenta como degradante y a menudo, tan traumática como la violación por un extraño. De las mujeres violadas:

• Una de tres tuvo algún daño en el momento o después de tener relaciones sexuales obligadas por su pareja.

• Una de cuatro tuvo sangrado vaginal o anal.

• Una de tres tuvo infección genital.

El análisis del tema en algunos estados, como Tlaxcala, revela la presencia de violencia. El indicador más importante se obtuvo en la Encuesta Nacional sobre Violencia realizada en 2003, que ubicaba a este estado como el segundo más violento del país.

En 2007, la situación nacional empeora. La Presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres, Rocío García Gaytán expresó: "La violencia familiar contra las mujeres constituye un grave problema social: en 2006, el 49% de los homicidios contra las mujeres fue a mano de sus parejas, y 30% de las casadas fueron forzadas por sus maridos a tener relaciones sexuales" (www.inmujeres.gob.mx).

Diversos estudios indican que no existe un elemento único para que surja un episodio de violencia, sino que son distintos factores los que causan el maltrato. Entre ellos destacan:

• Individuales: consumo de alcohol, depresión y trastornos de la personalidad y experiencia de maltrato en la niñez.

• De la relación: inestabilidad matrimonial y presiones económicas.

• Comunitarios o sociales: marcadas desigualdades y normas tradicionales de género, sanciones débiles de la comunidad contra la violencia social y de género, debilitamiento del tejido social, fuentes inestables de apoyo social para las mujeres.

Los datos indican que la violencia contra la mujer, especialmente la doméstica, es un problema importante y generalizado que puede encontrarse en una amplia variedad de circunstancias, y la no existencia de una conciencia clara acerca de la discriminación subyacente como causa generadora es un eje clave para la elaboración de programas contra ella.

Un tema que resulta interesante analizar es el hecho de que en el caso de México las estadísticas de discriminación contra las mujeres parecieran indicar que el mexicano promedio no da un trato discriminatorio a las mujeres. En un estudio sobre este aspecto las respuestas fueron:

• Si una mujer quisiera tener un hijo y criarlo como madre soltera, 84% aprobaría la decisión.

• De los hombres, 88% opina que negarle empleo a una mujer embarazada es una violación a sus derechos humanos.

• 83% está dispuesto a pagar incapacidades por embarazo para que se respete el derecho al trabajo de las mujeres y 12.1% señaló que las empresas no deben aceptar mujeres embarazadas.

• 96% afirma que es injustificable que un hombre le pegue a una mujer, mientras que 4% está de acuerdo con esta práctica.

Las respuestas ante preguntas para comprobar la existencia de una cultura machista y de discriminación fueron:

• Uno de cinco (21.7%) considera que es natural que a las mujeres se les prohiban más cosas que a los hombres.

• 14.5% opina que no hay que gastar tanto en la educación de las hijas porque luego se casan.

• Uno de cuatro (24.4%) le pediría un examen de embarazo a una mujer al solicitar empleo.

• Para casi 40% las mujeres que quieren trabajar deben hacerlo en tareas propias de su sexo.

• Uno de tres (30.5%) opina que es normal que los hombres ganen más que las mujeres.

• 21% opina que las mujeres tienen menos capacidad que los hombres para ejercer cargos importantes.

• Uno de cuatro (23.1%) está de acuerdo con que muchas mujeres son violadas porque provocan a los hombres.

• Nueve de diez mujeres (94.2%) opinan que sí hay discriminación contra las mujeres.

• Para cuatro de diez mujeres, la discriminación hacia su género se asocia con ignorarlas (20.1%); negarle sus derechos (11.8%); o con el machismo (11%).

Los derechos de las mujeres que menos se respetan son: trabajo con pago justo (64.4%); trato igual ante la ley (62.9%); no ser víctimas de violencia (62.8%); una vivienda digna (60.1%); derecho a expresar sus propias ideas (54.4%); tener una vejez digna (54.3%); no ser esclavo de nadie (54%); elegir el trabajo que prefieran (53.5%); tener las ideas políticas que prefieran (53.1%); derecho a poseer una tierra (52.6%); derecho a una seguridad social (47.3%); decidir dónde vivir (46.7%); derecho a la salud (39.9%); educación secundaria adecuada (32.2%); educación primaria adecuada (30.9%) y derecho a votar (24.3%).

Los principales obstáculos que se perciben para salir adelante son la discriminación por embarazos o hijos (24.1%); la falta de empleo (23.9%); la falta de estudios (16.4%); que la mujer esté en casa (9.7%); ser mujer (6.3%); la limitación física de las mujeres (5.8%); falta de capacitación adecuada (5.4%); edad (2.5%); cuidar a los hijos (1.7%) y el machismo (0.7%). Los dos espacios en que se percibe una mayor discriminación son el trabajo (7.28) y la familia (6.19). Dentro de la familia, la discriminación se presenta por la asignación de papeles distintos dentro del hogar y por la diferencia de oportunidades; entre los diferentes roles de la mujer dentro del hogar se encuentran los siguientes: darle menos libertad que a sus hermanos (48.5%); que las tareas de la casa las hagan sólo las mujeres (44%); darle preferencia o prioridad a sus hermanos por ser varones (40.5%); obligarles a atender a sus hermanos (33.4%); no permitirle estudiar (22%); mandarla a una escuela donde aprenda los roles de madre y esposa (9.4%). Para una de cada cuatro mujeres el mayor sufrimiento se da dentro del hogar; entre las causas destacan: violencia familiar (26.4%); pobreza (25.8%); falta de trabajo (22.6%); discriminación (12.6%) y problemas de los hijos (9.5%). Una de cinco opina que las mujeres son responsables de la discriminación; 31.5% dice que es el machismo; 25.3% que el gobierno y 20% que toda la sociedad4.

Se mencionaron algunas formas de violencia, pero no hay cálculos exactos acerca de otras como la prostitución forzada o el tráfico de mujeres. Hay datos, como los arrojados por la movilización social en Tlaxcala que logró recabar 25 mil firmas para denunciar la trata de mujeres, y la necesidad de legislar al respecto, indicativas de que tales prácticas están aumentando. Este incremento, al igual que el de otros males sociales como el turismo sexual, son consecuencia de las diferencias económicas existentes en la sociedad. Una reciente investigación en la comunidad de San Miguel de Analco, en el municipio de Nativitas en Tlaxcala, reveló información sobre el hecho de que familias pobres venden a sus hijas para asegurar la supervivencia del resto de sus integrantes. Una evidencia más de la relación entre violencia, pobreza y desigualdad.

Testimonios recogidos en la ciudad de México cuentan las vicisitudes de muchas mujeres de zonas rurales y urbanas, que fueron vendidas a algún hombre, y las vejaciones sufridas durante la convivencia con una pareja no deseada5.

 

Algunas consecuencias de la violencia en la salud

Las consecuencias de la violencia contra las mujeres son muy amplias e influyen en todos los aspectos de sus vidas, incluyendo su salud y la de sus hijos, con incidencia en el conjunto de la sociedad. También la violencia se reproduce precisamente por las condiciones de desigualdad persistentes, que generan más inequidad no sólo entre géneros, sino entre diversos sectores.

La violencia doméstica se asocia con la pobreza, y a su vez la genera, porque en la base de esta acción predomina la subvaloración de las mujeres, que no les permite participar plenamente, reduce sus oportunidades en el espacio público y limita su desarrollo y el de sus hijos. Estas situaciones de violación de los derechos de las mujeres muchas veces conducen a estados emocionales dependientes, no sólo de la pareja sino del alcohol y otras adicciones, constituyéndose en un problema serio de salud. Además, la violencia genera inseguridad y baja autoestima, que derivan en enfermedades de distintos tipos.

Los estudios acerca del impacto de la violencia contra la mujer, especialmente la doméstica y el abuso sexual describen una amplia gama de afecciones físicas. Entre ellas se encuentran: lesiones (que van desde cortes y hematomas hasta las graves que causan incapacidad permanente, como la pérdida de audición), enfermedades de transmisión sexual, VIH/SIDA, embarazo no deseado, problemas ginecológicos, dolor pélvico crónico asociado a enfermedad inflamatoria pélvica, hipertensión, depresión, trastornos por ansiedad, trastorno por estrés postraumático, cefaleas, síndrome de colon irritable y diversas manifestaciones psicosomáticas.

La Organización Panamericana de la Salud (OPS) sobre América Latina y el Caribe, señala en su informe 2004 que varios estudios realizados en Estados Unidos y África del Sur muestran una relación directa entre violencia y VIH/SIDA. Según este reporte 20.5% de las mujeres con VIH/SIDA declararon haber sufrido abuso sexual.

Resulta interesante analizar la proporción de mujeres con el virus que han sufrido violencia por parte de su pareja: en Colombia 11%; en Nicaragua 10% y en México y Perú 23%.

La situación de las niñas peruanas es grave, puesto que 90% de los embarazos de niñas entre 12 y 16 años son producto de violaciones. Un estudio a nivel mundial (www.puntomujer.emol.con/mujer_y_trabajo/noticia/detallenoticia) revela que en la región latinoamericana 36% de las niñas y 29% de los niños han sufrido abuso sexual. También señala que las trabajadoras sexuales en América Latina relatan sufrir más violencia de los hombres, quienes las culpan de ser las transmisoras del virus. Igualmente se admite el impacto de la violencia en la salud mental y reproductiva de la mujer. Por ejemplo, se conoce que los abortos inseguros en México son la cuarta causa de muerte entre mujeres fértiles, y que la mitad de ellos eran no deseados6. La relación sexual forzada, sea con la pareja o con un extraño, puede provocar un embarazo no deseado o una infección venérea, incluido el VIH/SIDA. La violencia o el temor a ella pueden afectar de manera indirecta la salud sexual y reproductiva, ya que influye en la capacidad de la mujer para negociar el sexo seguro, incluido el uso de condones y la anticoncepción.

El vínculo entre violencia y salud mental está registrado ampliamente en la literatura médica. La violencia durante el embarazo puede generar abortos, muerte fetal, parto prematuro, lesiones fetales o la muerte del recién nacido.

La violencia contra la mujer puede provocar su muerte. El feminicidio creció en México, y el fenómeno no sólo se sitúa en Ciudad Juárez, aunque es el caso más divulgado.

¿Qué es el feminicidio?: el asesinato de mujeres por razones asociadas con su género. El feminicidio (Carcedo y Montserrat, 2000) es la forma más extrema de violencia de género, entendida como la violencia ejercida por hombres contra mujeres en su deseo de obtener poder, dominación o control. Incluye los asesinatos producidos por la violencia intrafamiliar y la violencia sexual. El feminicidio puede ser de tres formas: íntimo, no íntimo y por conexión. Íntimos son los asesinatos cometidos por hombres con quien la víctima tenía o tuvo una relación íntima, familiar, de convivencia o similares; no íntimos son los cometidos por hombres con quienes la víctima no tenía relaciones íntimas, familiares, de convivencia o similares. Frecuentemente el feminicidio no íntimo involucra el ataque sexual a la víctima7. El feminicidio por conexión hace referencia a mujeres que fueron asesinadas por un hombre tratando de matar a otra. Este es el caso de mujeres parientes, niñas u otras mujeres que trataron de intervenir, o que simplemente fueron atrapadas en la acción del feminicida.

Según la LIX Legislatura de la Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión, a través de la Comisión Especial para conocer y dar seguimiento a las investigaciones relacionadas con los feminicidios en la República Mexicana y la Procuración de Justicia Vinculada (Comisión Especial del Feminicidio), el hilo conductor de estos procesos feminicidas y aproximaciones en México es la afirmación política de que hay feminicidio debido a la persistencia de condiciones de exclusión social, injusticia y violación de los derechos humanos de las mujeres, porque no se respeta el estado de derecho y los gobiernos son rebasados, lo que permite la impunidad y la falta de acceso de las mujeres a la justicia.

 

L@s niñ@s y la violencia contra la mujer

Además del impacto directo de la violencia en la mujer y su vida, varios estudios indican que la violencia doméstica también tiene consecuencias para sus hij@s, tanto si son testigos como víctimas de ella. Estas consecuencias se traducen en problemas de conducta, a menudo asociados a dificultades de comportamiento, problemas escolares y falta de relación positiva con los compañeros (Jaffe, et al., 1990). L@s niñ@s expuest@s a la violencia contra sus madres tienen igualmente dificultades de adaptación al medio escolar, incluyendo el ausentismo.

Jaffe et al. (1990) publicaron los resultados de un estudio de Hughes sobre niñ@s que residían en refugios de mujeres agredidas, según el cual 55% de ellas se caracterizaban por retraimiento y 10% tenía actitudes suicidas. Otros informes señalan un alto grado de ansiedad -infantes que se comen las uñas, se arrancan el pelo y presentan molestias somáticas como cefaleas y dolores de estómago. Además, l@s niñ@s testig@s de agresiones frecuentes e intensas a sus madres puntúan significativamente menos en una medida de sensibilidad interpersonal (capacidad para comprender las situaciones sociales y los pensamientos y sentimientos de las personas que intervienen en dichas situaciones) que niñ@s expuest@s a agresiones maternas menos frecuentes e intensas. A su vez, este hallazgo se asocia con conductas de alto riesgo, como la práctica del sexo no seguro.

Investigaciones de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos indican que la tercera parte de los niños que sufrieron abusos o se vieron expuestos a la violencia paterna se convierten en adultos violentos (National Research Council, 1996).

La violencia frente a niñ@s sirve para reforzar y reproducir los estereotipos de género y las relaciones desiguales entre géneros, contribuyendo a la violencia contra la mujer. Ser testigo de violencia doméstica también contribuye a la violencia general, en el sentido de que est@s niñ@s aprenden a reaccionar frente a los problemas y conflictos cotidianos de manera violenta.

Los niños testigos de violencia doméstica desarrollan sentimientos de víctimas, con impacto en su personalidad y autoestima, generando dependencia emocional e incapacidad para rechazar las relaciones sexuales no deseadas, y en algunos casos conducen a conductas autodestructivas, como alcoholismo y drogadicción. Así mismo, puede encontrarse relación directa entre la depresión infantil y la violencia doméstica.

 

La violencia en términos económicos y sociales

Aun cuando la información sobre los costos de la violencia contra la mujer es escasa, es también un tema importante. Los costos directos se refieren a la pérdida de vidas y los servicios proporcionados, como los de salud y demandas legales. Los costos indirectos, como el económico por la ausencia al trabajo debido a agresiones y los relativos a la disminución de la productividad por razones de afección psicológica o física. Los costos más importantes para las mujeres son los humanos: la violación de su derecho a una vida libre, la discriminación y los estereotipos de comportamientos y prácticas sociales y culturales basados en la supuesta inferioridad de las mujeres.

 

La violencia es consecuencia de la inequidad entre géneros

Las normas y valores construidos socialmente acerca de los géneros que sitúan a la mujer en una posición subordinada con respecto al hombre mantienen y refuerzan la violencia doméstica contra ella. Ésto sucede en todas las clases sociales, religiones y niveles educativos. Existen variaciones asociadas a la raza, la clase social, la geografía o la región que han de ser explicadas. Las feministas y estudiosos identifican las relaciones de desigualdad entre géneros como la pieza clave de la violencia doméstica y sexual contra la mujer. El contexto cultural específico desempeña un papel importante en la definición de los mecanismos por los que la desigualdad de género y otros factores influyen en la violencia.

En la construcción tradicional del género no hay autonomía posible, porque ésta implica la incompleta de las mujeres como atributo ontológico, ya que en la concepción patriarcal las mujeres existen para los otros. De ese modo, las mujeres tradicionales dependen vitalmente de los otros, y esas personas para las que viven deben ser más importantes que ellas mismas. Por tanto, la relación de violencia se tolera porque hay hijos, porque se acepta la dominación o por la dependencia de otros.

La ética de las mujeres tradicionales es la del descuido de lo personal y la preocupación principal por otros. Se requiere entonces, para la eliminación de la violencia, no sólo la externidad, es decir, leyes, acciones concretas contra este flagelo, sino un cambio de mentalidad de las mujeres, que de una vez y para siempre se opongan a cualquier tipo de violencia (Lagarde, 1997).

 

Conclusiones

El panorama expuesto sobre la violencia indica que es un fenómeno creciente. Sin embargo, en la medida en que las estructuras se transformen, y que hombres y mujeres aprendan, desde la más temprana edad y con el ejemplo en la familia, que existen formas no violentas de resolver conflictos, se podrá construir una sociedad donde hombres y mujeres sean capaces de rechazar la violencia y, por tanto, construir relaciones humanas más democráticas, equitativas y justas.

Una característica de la violencia de género que dificulta su erradicación es el bajo grado de visualización y la tolerancia social ante este fenómeno. Un obstáculo importante es la falta de información y conocimiento sobre este problema. No obstante, hay medidas alentadoras. Una de ellas es la reciente aprobación por parte del Presidente de la República, de la nueva ley que encara la violencia doméstica contra las mujeres. La presidencia8 informó que la legislación reclasifica la violencia hacia las mujeres como un crimen y obliga a las autoridades federales y locales a tomar las acciones necesarias para prevenirla y castigarla. Ahora se requiere de un programa amplio de divulgación para darla a conocer a las mujeres de manera sencilla, y un fuerte trabajo político para que los estados puedan armonizar sus leyes locales. Es necesario capacitar a los funcionarios públicos que tendrán en sus manos la aplicación de esta ley.

Un estudio reciente (Huerta y Magar, 2006) acerca de mujeres legisladoras en México, muestra que aunque las mujeres parlamentarias dirigen y participan en comisiones dedicadas a temas sociales y de la mujer, no consideradas prioritarias en ese contexto, siendo las llamadas comisiones poderosas9 del Congreso las que deciden acerca de las nuevas legislaciones, hay una mayor presentación de iniciativas para resolver los asuntos de inequidad, incluida la violencia contra la mujer que han llegado a las mismas, lo cual podría indicar, como afirma el estudio que las mujeres logran hacer avanzar iniciativas importantes para caminar hacia la equidad.

Indudablemente el camino hacia el reconocimiento de la importancia de medidas legales, tanto en el plano legislativo como en otros ámbitos, es tema vital en la agenda del movimiento de mujeres en México.

La importancia del crecimiento del número de mujeres en el Congreso se da porque la agenda social y de equidad ha sido incorporada e impulsada casi exclusivamente por mujeres; porque cuando el porcentaje de mujeres en la Asamblea aumenta, las mujeres legislan más en los temas relacionados con mujeres y asuntos sociales; porque el hecho de que haya más mujeres implica que diputados y diputadas tienen mayor probabilidad de presentar cuando menos una iniciativa en los temas relacionados con mujeres y sociales, y esto confirma que la presencia de mujeres no sólo cambia de manera descriptiva la conformación del Congreso, sino que contribuye a que los temas de su interés se coloquen en la agenda de todos los legisladores. Se concluye que sí hay una diferencia en que las mujeres participen en política, sí importa el sexo de los representantes, sí las mujeres son mejor representadas por mujeres. No es cierto que las mujeres se oponen a las mujeres. Es necesario e importante que más mujeres se integren a los congresos, para que su visión, sus necesidades, intereses y preocupaciones se integren al quehacer gubernamental.

 

Literatura citada

Carcedo, A., y S. Montserrat. 2000. Feticidio en Costa Rica (1990-1999), OPSINAMU, San José, Costa Rica. 96 p.         [ Links ]

De Barbieri, T. 1992. Sobre la categoría de género. Una introducción teórica- metodológica. Revista Interamericana de Sociología. N° 2 y 3. México, Mayo - Diciembre, Año VI. pp: 145-147.         [ Links ]

Durán G. A., T. M. Díaz, Y. Valdés, y S. Padrón. 2005. Convivir en familias sin violencia, CIPS, Save the Children, Habana, Cuba. pp: 10-13.         [ Links ]

Huerta, G., M., y Magar M., E. 2006. (coords). Mujeres Legisladoras en México: avances, obstáculos, consecuencias y propuestas, CONACYT, ITAM, INMUJERES, Fundación Ebert Driedrich, México. pp: 145-147.         [ Links ]

INMUJERES (Instituto Nacional de las Mujeres). 2006. Compilación: Principales instrumentos internacionales sobre derechos humanos de las mujeres, tercera edición. México. pp: 11-15.         [ Links ]

INMUJERES. (Instituto Nacional de las Mujeres). 2006. El Reto de la Equidad. Colección editorial. México. 6 p.         [ Links ]

Jaffe, P.G., D. A. Wolfe, and S. K. Wilson. 1990. Children of battered women. Vol. 21. In: Developmental Clinical Psychology and Psychiatrics. Newbury Park, CA: Sage Publications. pp: 74-76.         [ Links ]

Lagarde, M. 1997. Claves feministas para el poderío y la autonomía de las mujeres, Memorias, Puntos de Encuentro, Nicaragua. pp: 3-4.         [ Links ]

NRC (National Research Council). 1996. Prevalence, Incidence and Consequences of Violence against Women: Findings from the National Violence against Women Survey. Research in Brief. Informe de la Academia Nacional de los Estados Unidos. pp: 3-4.         [ Links ]

ONU (Organización de las Naciones Unidas). 1993. Informe mundial sobre la violencia y la salud. ONU. pp: 3-21.         [ Links ]

ONU/SIDA. 2004. Informe sobre la epidemia mundial del SIDA. In: Colombia Médica. Vol. 36. No. 3(s1). Jul-Sep 2005. pp: 50-57.         [ Links ]

 

Sitios web

www.presidencia.gob.mx.

www.puntomujer.emol.com/mujer_y_trabajo/noticia/detallenoticia.

 

Notas

1 Cuerpo de la Declaración suscrita en el vigésimo cuarto Período de Sesiones de la Asamblea General de la OEA en Belém do Pará, durante la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (1994).

2 Coordinación General de Asuntos Internacionales y Relaciones Parlamentarias, con información del Instituto Nacional de las Mujeres y la Secretaría de Desarrollo Social.

3 Reto de la Equidad (2006), Instituto Nacional de las Mujeres, Inmujeres. México. pp.: 189.

4 Datos obtenidos de la página del Instituto Nacional de las Mujeres www.inmujeres.gob.mx

5 Arce, M. et al. 2007. Construyendo un futuro mejor para San Miguel Analco. Reporte Final del Equipo de Planificación Participativa. El Colegio de Tlaxcala.

6 Datos publicados por la Organización Panamericana de la Salud, 2004.

7 En sus conclusiones, Carcedo y Montserrat afirman que "En la mayoría de los feminicidios se logró conocer las circunstancias que lo rodearon, lo que permitió identificar que la mayoría de los feminicidios (55%) tuvieron como motivo inmediato el intento del agresor de controlar a la mujer, sus acciones o su cuerpo. Parte de este control es el ataque sexual, al que recurrieron más frecuentemente los conocidos (61%) que los desconocidos (39%)."

8 Presidencia Gobierno de México, 1ro de febrero 2007, www.presidencia.gob.mx

9 Se refiere a las comisiones dedicadas a los temas económicos, financieros y políticos del Congreso, dirigidas por hombres.

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons