Un recorrido visual por los usos tradicionales del emblemático enclave de la Balsa Vieja Una mirada al pasado por Juan Cánovas Mulero

Un recorrido visual por los usos tradicionales del emblemático enclave de la Balsa Vieja Una mirada al pasado por Juan Cánovas Mulero

Una zona de arraigo en la realidad urbana, social y económica de Totana es el enclave de la Balsa Vieja, la actual y céntrica plaza del mismo nombre. En el acercamiento a ese discurrir repasamos las diferentes funciones que ha tenido este ámbito a lo largo del tiempo.

La actual plaza de la Balsa Vieja es todo un referente en el encuentro social de los vecinos de Totana. La oferta recreativa y de servicios que ofrece, su medular ubicación, así como las posibilidades que brinda la amplitud de su área, se presentan con especial atractivo para la convivencia, la relajación, la concurrencia… disfrutando y saboreando lo lúdico. Hasta llegar a su configuración actual esta superficie ha experimentado diferentes intervenciones, gran parte de ellas teniendo a la balsa como protagonista.

Asimismo, aprovechando esa extensión, se planificaron proyectos que no llegaron a ver la luz pero que denotan el interés de las autoridades locales por explotar las potencialidades del lugar y su excelente posición.

En las inmediaciones de este entorno, ya desde el siglo XVI, se dispuso de abrevadero y terrenos dedicados al sesteo de animales, aunque preservando los más próximos a la plaza principal, por lo que desde 1546 se prohibía que los bueyes viniesen a abrevar a ella, diciendo, entonces componer «un abrevadero para bueyes en la rambla»; como también destinando ese seco curso de agua para el tránsito de ganados, evitando cruzar la primitiva ordenación urbana de la población. Para ello, en 1561 se determinaba que no entrasen «las vacas e bueyes a abrevar por las calles (principales) de esta villa sino fuere entrando por la rambla y saliendo por la dicha rambla…» .

En este escenario, y ya constituida la balsa, se construyó la Plaza de la Verdura, una serie de casetas, de poca calidad y escasa seguridad higiénica en la que se ofrecían productos de consumo. Ante la necesidad de superar esa precariedad las autoridades locales proyectaban en 1929 la realización de un mercado acorde con las necesidades de la población y los planteamientos higienistas congruentes con el pensamiento de un contexto histórico en el que habían arraigado las propuestas que tomaron consistencia a partir del siglo XVIII. La obra que no se materializó dio paso en 1951 a una nueva plaza de abastos, un diseño de líneas árabes y airosos arcos de medio punto, rematado por una cúpula en uno de sus cuerpos laterales.